Hay libros que siempre recordamos con cariño. Para mí, uno de ellos es El crimen del padre Amaro, la obra con la que descubrí al escritor portugués Eça de Queirós. La leí durante un viaje en tren y la historia enseguida me atrapó. Porque a mí me gusta leer —es evidente, ¿no?—, pero con la mayoría de libros, después de unas decenas de páginas, me apetece hacer otra cosa. Sin embargo, con aquel no podía parar de leer. No quería que el tren llegara aún a su destino. No quería que esa historia llegara a su desenlace. Así que si todavía no habéis leído El crimen del padre Amaro, os lo recomiendo encarecidamente, de verdad. Que su pésima adaptación cinematográfica —solo he visto el tráiler, pero con eso me basta para saberlo— no os haga descartar el libro.
De aquella lectura hará unos tres años y tenía ganas de volver a disfrutar de la prosa de Eça de Queirós. Y me ha surgido la oportunidad con la reciente publicación de La reliquia, de la mano de la editorial Akal, en su colección Clásicos de la Literatura.
La reliquia, publicada por primera vez en 1887, narra una historia diferente a la de El crimen del padre Amaro, pero el trasfondo de ambas es el mismo: una crítica irónica a la obsesión por la religión y a la hipocresía de aquella época. En el caso del libro que nos ocupa, La reliquia, el protagonista es Teodorico Rasposo, que nos cuenta su vida junto a su tía materna, doña Patrocínio das Neves: puritana, beata y adinerada. Aunque Teodorico se esmera en aparentar que es un hombre devoto y casto para seguir disfrutando del peculio de su tiíta, lo cierto es que le pierde la lujuria y el alcohol de las tabernas. Pero para que su futura herencia no peligre, se ve obligado a viajar a Oriente, en busca de una reliquia que provea a su tía de una larga vejez sin enfermedades ni dolores. Ni que decir tiene que eso no será lo único que haga en su travesía y que la colección de reliquias que atesore solo sumará una farsa más a su vida.
La presente edición de La reliquia incluye una extensa introducción que analiza la obra y la trayectoria de Eça de Queirós dentro del contexto literario y social de su siglo. Pero recomiendo leerla al finalizar la lectura por dos motivos. El primero, porque desvela demasiado sobre la trama. Y el segundo, porque el pormenorizado análisis seguro que enriquece la visión que cada uno de nosotros hayamos extraído de la lectura.
A veces, los lectores no nos planteamos nada que vaya más allá de la historia leída, pero, en clásicos como este, las introducciones resultan indispensables para tomar conciencia de lo una determinada obra supuso en el momento en el que fue escrita. En este caso, La reliquia es una muestra de cómo Eça de Queirós se unió al orientalismo que predominaba en la cultura europea del siglo XIX. Al trasladar a su protagonista a ese escenario, recreó un Oriente que contribuyó al imaginario que Europa se formó sobre aquellas tierras. Además, aunque la obra se enmarca en el realismo-naturalismo que predominaba en la literatura del siglo XIX, Eça de Queirós introdujo un capítulo de fantasía, en el que Teodorico viaja en el tiempo para ser testigo de la Pasión de Cristo. Una muestra de cómo el escritor exploró los límites literarios y abrió camino a muchos otros. De ahí que sea uno de los autores referente del siglo XIX.
Si bien La reliquia no me ha cautivado tanto como El crimen del padre Amaro, ha sido un placer leer otra afilada sátira de Eça de Queirós. Pocos han sabido poner en evidencia como él las contradicciones, sombras e hipocresías de su sociedad. Seguro que repetiré.