Cualquier país que ha sufrido una guerra civil sabe que habrán de pasar décadas, quizá siglos, antes de que lleguen a restañarse todas las heridas. A diferencia de lo que ocurre con una guerra entre países, en una guerra civil no hay resquicio, por pequeño que sea, donde no logre introducirse el veneno del odio entre hermanos, amigos y vecinos.
Pasado el tiempo y restablecida la paz, la sociedad se da cuenta de que es tan difícil extraer ese veneno que resulta más fácil dejarlo ahí y seguir con nuestra vida, como un anciano que se empeña en sobreponerse a sus achaques e ir a comprar el pan. Pero el veneno de la guerra entre hermanos no es un achaque, sino una bomba de relojería. En los Balcanes esa bomba ha estallado varias veces, la última de ellas en los años 90.
Las primeras páginas de la novela pueden ser un tanto desconcertantes. Djikic nos lleva al interior de un coche que se ha visto obligado a detenerse en una pequeña ciudad a causa de una nevada. En su interior se encuentra Dijana, quien, probablemente, es lo más parecido a un personaje principal que tiene esta novela, en la que cada personaje tiene una historia que contar y que, paradojas de la vida, en la mayoría de los casos prefieren guardarse para sí. Dijana fuma, espera y llama desde el móvil, y pronto descubrimos que, por pura casualidad, se ha quedado detenida al lado de la casa donde vive la familia de su complicado novio, familia a la que nunca antes ha sido presentada. Y así, con retazos desordenados de información, y desde el punto de vista de un personaje externo, vamos construyendo una historia familiar en la que las tragedias, las grandes y las pequeñas, las de todos y las individuales, las confesadas y las ocultas, están encerradas en el sótano.
Los personajes de La repetición viven, pues, acuciados por los pequeños grandes problemas de la vida. Un jefe que es un tirano, un proyecto profesional que se puede venir abajo, una regla que se retrasa, una persona que se entromete en nuestra relación, una revelación sobre una fosa común, una piedra que entra por la ventana, un marido y padre que desaparece, hasta que un día de repente nos damos cuenta de que lo que parecía un problemita cotidiano se ha convertido de repente en una tragedia. Cuando caminas por un campo minado, y perdón por la pertinente metáfora, cualquier tropezón puede ser el último.
Cada uno de estos problemas se convierte en una de las muchas pequeñas tramas que Djikic entrelaza con gran maestría en esta brevísima y excelente novela. Se trate de problemas tan serios o tan triviales como los que pueda tener cualquiera de nosotros, en ambos casos los personajes optan por entregarse a la obsesión, como si ello les fuera a brindar protección frente a la amenaza de un pasado que, en algunos lugares del mundo, yace latente, siempre brutal.
Ivica Djikic nos muestra en La repetición un pedazo de la historia colectiva reciente de los Balcanes, y lo hace con una historia original, de gran dramatismo y perfectamente narrada. Pequeña gran literatura.