La retirada, de Michael Jones
Pasa como los héroes a los que nunca se los baja del bronce que adorna una plaza: sabemos quienes fueron, pero nos lo venden tan idealizados que inconscientemente no nos terminamos de creer que equis persona existió de verdad, sufrió las derrotas y festejó las victorias. Es imposible imaginar a San Martín, Hitler o Napoleón yendo al baño.
Las guerras siempre parecen pasar en otros lados, lejanas, irreales. Por suerte existen escritores como Michael Jones que logran todo lo contrario, y todo lo contrario es excelente, porque no solo nos cuentan la historia sino que nos la hacen sentir como si la estuviéramos viviendo.
La estructura elegida para escribir La retirada es la clave del éxito de este libro; el autor nos cuenta cómo las tropas alemanas dirigidas por Hitler fracasaron rotundamente en su intento por conquistar Moscú durante el invierno de 1941, lo que se convertiría en la primera derrota del Führer y en una serie de tormentosas vivencias tanto para los alemanes como para los soviéticos estalinistas; y justamente la estructura elegida, en la que el 70 por ciento de las explicaciones se basan en fragmentos de los diarios de combatientes y en recuerdos de veteranos rusos, es la que hace que vivamos casi en vivo y paso a paso no solo las batallas, los enfrentamientos, los avances y retrocesos, las muertes y el terrible impacto del clima, sino también la desesperación, el miedo, la locura, los cambios psicológicos y la transformación de humanos a casi animales de los soldados alemanes a medida que la vida se les volvía más adversa.
Es que Hitler confiaba en conquistar Moscú antes de la llegada del invierno ruso, algo que no pudo lograr; sin embargo, en lo que sería uno de los tantos errores que cometería en esos sangrientos momentos, optó por no retroceder (finalmente lo haría ya siendo demasiado tarde) y condenar así a sus soldados a temperaturas de casi 40 grados bajo cero sin ningún tipo de protección adecuada: lo que siguió fue muerte y desmoralización, cuerpos congelados y hasta canibalismo. Ahí aparece Michael Jones para colocar en los momentos justos citas textuales de quienes vivieron la guerra y lograr así que se nos ponga la piel de gallina y el corazón angustiado…
Es que no es lo mismo leer que la muerte acechaba a las tropas que leer “Aquél día -escribió Wetter-, sacaron del recinto a tres mil prisioneros rusos extenuados y los hicieron marchar a Róslavl con una temperatura de menos treinta y cinco grados bajo cero. Muchos, desfallecidos por el hambre, se desplomaban en el arcén y eran ejecutados al punto. Su ruta no tardó en quedar sembrada de cadáveres. A algunos de los presos se les veía trozos de carne humana (parte de un brazo o de una pierna) que trataban de usar como alimento. Si uno de ellos tropezaba, los demás no dudaban en abalanzarse sobre él y despojarlo de su ropa y demás posesiones. Todos parecían famélicos y en condiciones terribles… Todos tenían algo de animal.”