Iba a empezar esta reseña diciendo que nunca un libro de Stephen King me había gustado tanto. Pero no lo voy a hacer porque básicamente sería mentira. Mi libro favorito del superventas es —y creo que siempre será— Mientras escribo, un ensayo en el que se deja de fantasías y cuenta cómo es su proceso creativo. Ni os imagináis lo que aprendí con él, y ni os imagináis lo que agradecí que escribiera algo así.
El caso es que el libro del que vengo a hablaros hoy, La sangre manda, ha hecho que me acordaran muchísimo de aquel ensayo, porque me he podido imaginar perfectamente a King siguiendo las rutinas que explica en él y he podido llegar a visualizar en mi mente el momento en el que se le ocurrió escribir los relatos que forman parte de su nuevo libro. Quizás esto sea un poco exagerado, pero os juro que me ha pasado. Quizás porque es la primera obra de King que leo después del ensayo… Puede ser.
Pero vayamos a lo que importa. ¿Por qué debes leer La sangre manda? Es posible que seas fan del autor pero que ya te hayas perdido entre tanta publicación y tanta novedad. No hace mucho me pasaba por aquí para hablaros de Bellas durmientes, y hace todavía menos os reseñé El instituto. Obras que ya prometían darnos al antiguo King, como si eso pudiera significar algo, y que, sin embargo, se quedaban un poquito cortas en cuanto a esa promesa. Esta novedad no iba a ser menos y, por supuesto, también promete recordarnos a las obras antiguas. Yo no sé si eso es verdad o no, porque de sus principios solo he leído Carrie, y me consta que no por ser antiguas las obras de King tengan que ser de calidad. Sin embargo, tengo que decir que de todas las historias que he leído de él, estas son las que más me han gustado.
Hablo en plural porque este libro se compone de cuatro novelas cortas independientes entre sí. Tienen protagonistas distintos, suceden en momentos distintos y se centran en fenómenos distintos. Pero todas tienen algo en común: el terror. Vale, diré que las novelas no dan miedo, no tienen a un malo como Pennywise, ni generan tanta angustia como El juego de Gerald; pero sí es cierto que tienen una ambientación tan buena que consiguen poner los pelos de punta. Al contrario de lo que ocurre con otros relatos, King se toma todo el tiempo del mundo para asegurarse de que esa ambientación es como debe ser. El primero, El teléfono del señor Harrigan, es un claro ejemplo de ello. Así como el cuarto, La rata, en el que conocemos a un escritor que decide aislarse en una cabaña para escribir una novela. Tengo que decir que este último relato es mi favorito sin ninguna duda, me ha encantado.
Pero me voy a centrar en el relato que da nombre al libro que me ocupa, ya que según la crítica general que he podido ver por internet es el mejor de todos. En él nos encontraremos con Holly Gibney, que algunos ya la conocerán por aparecer de refilón en Mr. Mercedes —aquí quiero hacer un inciso, y es que King le dedica unas palabras preciosas en la nota del autor con el que concluye el libro—. Esta investigadora se verá envuelta en una trama en la que el oportunismo periodístico parece ser la clave. Se sorprende al ver que hay un periodista que siempre aparece el primero cuando sucede una desgracia de gran envergadura. Por supuesto, esta es una novela de King, así que os podéis imaginar un poco por dónde van los tiros.
Podría hacer una reseña de más de dos mil palabras sobre este libro y me quedaría corta. Podría analizar los recursos narrativos que utiliza —y que no he detectado en otras obras que he leído de él, o que no me han resultado tan evidentes—, podría hablar del ritmo tan característico de estas cuatro novelitas —cadente al principio, vertiginoso al final— o incluso el desarrollo que le da a los personajes a pesar de que en un relato esto no suele destacar. Sin embargo, no lo voy a hacer, porque considero que con decir que este libro me ha dejado boquiabierta (no solo como lectora, sino también como escritora que quiere aprender todo lo posible), le hago más que justicia.