Hay veces que pienso que la vida se compone de retos. A veces me imagino la vida como una especie de escalera en la que cada peldaño es un nuevo desafío. Más difícil y más duro que el anterior. Me imagino subiendo un peldaño, exhausta, sin aliento, mirando hacia atrás y viendo el largo recorrido que llevo. Y después miro hacia delante y veo otro escalón más. Muy alto, con espinas por todos los lados y cocodrilos mirándome amenazantes. Sufro por un momento, sopeso los pros y los contras y… empiezo a avanzar. Siempre es así, en todas las facetas de mi vida. Por supuesto, también me ocurre como lectora. Llevo leyendo desde que tengo memoria y, afortunadamente, los peldaños de mi escalera no han supuesto siempre un gran reto para mí. Aunque mis primeros desafíos llegaron muy temprano. Con doce años leí a Pérez Galdós. También sobre esa época leí La Celestina y también El lazarillo de Tormes. Grandes retos, sin lugar a dudas. Luego vinieron escalones que me parecieron mucho más sencillos y más amables. Pero de vez en cuando me encuentro con un gran peldaño, gigante, descomunal. Y sé que la tarea no va a ser fácil.
Ese escalón fue el que vi cuando decidí leer La señora Dalloway. Ya os he contado alguna vez que hace tiempo me uní a un club de lectura de Facebook en el que cada mes se propone un libro. Este mes de agosto ha tocado leer el clásico de la británica Virginia Woolf. El modernismo literario es un mundo fascinante al que casi ni me había arrimado, así que tuve que enfrentarme a este reto con mucho respeto.
Esta obra escrita en los años veinte cuenta la historia de Clarissa, una mujer londinense que puede presumir de pertenecer a la clase pudiente de Inglaterra. Su vida está llena de fiestas y de eventos y este libro relata uno de ellos. Lo más curioso de esta novela es que toda la acción, absolutamente toda, transcurre a lo largo de un día. Virginia Woolf crea una trama perfecta en la que no pasan ni siquiera veinticuatro horas. Y escribir una novela en la que toda la acción quede condensada dentro de un mismo día, tiene que ser un trabajo dificilísimo; sin poder recurrir a los saltos temporales con la agilidad de quien cada capítulo lo ambienta en un momento diferente. Aunque sí es cierto que recurre a la figura del flashback en ocasiones. Ingenioso, original y, sobre todo, complicadísimo. Cuando supe esto, yo ya me enamoré de Virginia Woolf, todo hay que decirlo.
Así que cogí el reto con ganas y me dispuse a empezar a leer. Y cuál fue mi sorpresa cuando vi el tipo de narrativa que esta mujer usó ya en los años veinte… increíble. Resulta que todo el libro se compone de monólogos internos de los personajes. Los narradores de la historia son los propios pensamientos de los protagonistas, que van dejándonos descubrir sus impresiones, sus miedos, sus deseos, sus inquietudes… Parece que en un principio la única historia que nos importa es la de Clarissa Dalloway. Cómo prepara toda la fiesta para ser la perfecta anfitriona, cuáles son sus preocupaciones respecto a los invitados y la sociedad en la que vive… Pero poco a poco veremos cómo el resto de personajes va tejiendo sus pensamientos y sus monólogos alrededor de los de Clarissa, haciendo que la trama se amplíe y amplíe constantemente y forzando a que la historia se empiece a tejer hacia los extremos como si fuera una araña la que estuviera dirigiendo los diálogos.
Me habían dicho que este libro suponía un gran reto, sí. Y cuando empecé a leerlo lo entendí. Los cambios de un personaje a otro son muy sutiles y, a veces, si no estás concentrado al cien por cien en la lectura —a todos nos pasa, que en ocasiones nos ponemos a pensar en cosas ajenas al libro sin darnos cuenta—, puede que no nos enteremos de que el narrador ha cambiado y por lo tanto estemos atribuyendo los pensamientos a un personaje diferente. Por lo que, si vais a leer este libro, hacedlo con calma y con concentración, solo así podréis disfrutarlo y no ver vuestro intento frustrado cuando cerréis el libro porque no os enteráis de nada.
Hay que destacar también la ambientación. Perfectamente te puedes imaginar viviendo en el Londres de los años veinte. Con toda la vida por delante pero con la certeza de que terminará pronto. El carpe diem. El vivir el momento. La fiesta, la sociedad, los cócteles y los zapatos de charol.
Hay veces que la vida me pone retos. Y esos retos sirven para seguir subiendo y subiendo. La señora Dalloway ha sido, sin duda, uno muy difícil. No es el tipo de lectura que suelo hacer normalmente, pero a veces llega. Y aunque el camino es difícil, después mirar desde el altísimo escalón merece la pena. Ya veremos cuál será el siguiente.
Gracias por tu comentario. Virginia Woolf es una escritora fascinante. Ahora bien, como traductora, te recomiendo que cites el nombre del traductor del libro, porque la portada de libro que aparece en esta página está en castellano, así que deduzco que has leído una traducción. Una mala traducción puede arruinar incluso a una escritora tan genial como la Woolf y, si el libro te ha gustado, parte del mérito puede ser también del traductor, ¿no te parece?
Hola, Alejandra. Tienes toda la razón del mundo. Es algo en lo que no suelo fijarme pero que es de las cosas más importantes del libro. Muchas gracias por tu consejo.
Encontré por casualidad un libro con obras completas de Virginia Woolf. Instantáneamente adoré su forma de escribir, sus personajes , las ingeniosas tramas. Los Años, Noche y Día, Mrs Dalloway, obras maestras!!
¡Muchas gracias por tu comentario! La verdad es que es una obra maestra, es magnífico.