No sé si hice bien, pero leí la biografía de Álvaro Arbina que aparece en la solapa de La sinfonía del tiempo antes de empezar la lectura. Reconozco que me sorprendió que el año de nacimiento del autor de esta novela histórica de más de quinientas páginas fuera 1990, pero aún más que ya fuese su segunda novela publicada. Eso, unido a la frase promocional en la que Julia Navarro afirmaba que este precoz escritor vasco tenía «el don de los grandes narradores», me hizo adentrarme en la primera página con escepticismo: ¿de verdad escribe tan bien Álvaro Arbina?
Me bastaron un par de párrafos para rendirme a la evidencia: sí, Álvaro Arbina escribe muy bien. Pródigo en adjetivos, aunque siempre atinados, se recrea en cada descripción para deleite de sus lectores. Pero no solo su prosa es exquisita, sino que la historia que teje es envolvente y su documentación, apabullante.
Secretos familiares, fotos venidas del pasado con mensajes sobre el futuro, fortunas surgidas de la iniquidad e historias de amor truncadas son algunos de los elementos que componen La sinfonía del tiempo y la convierten en una novela apasionante. Todo comienza en 1914, en una estación de Londres, cuando Benjamin, el esposo de Elsa, no regresa en el tren previsto. Tampoco lo hace en los días siguientes. Y Elsa, que se resiste a creer que la desaparición es voluntaria, viaja hasta París en busca de él. Allí descubre que para dar respuesta a ese y a otros muchos misterios de su vida debe regresar a la casa de su familia, los Zulueta, en la costa cantábrica. En paralelo al viaje de Elsa, también se narra la juventud de sus padres. De esta manera, Álvaro Arbina retrata tanto el convulso contexto económico, político y social de la España de finales del siglo XIX y principios del XX como los avances tecnológicos y conflictos que se sucedían entonces en el mundo y, especialmente, en Europa.
El autor reconoce en las notas finales que «No es un retrato fiel de lo que sucedió» porque «Para eso ya están las labores periodísticas, o los libros de Historia». Que «Una novela reconstruye la realidad, se rebela ante ella, (…) y juega con sus piezas», creando «una ilusión tan verdadera y tan mentirosa como la memoria, un regalo que enriquece la vida y nos hace soñar, y tal vez entender un poco más». Y, sin duda, en La sinfonía del tiempo cumple con el cometido que se propone como escritor, pues nos hace soñar con las vicisitudes de sus protagonistas y comprender mejor la complejidad de aquel periodo histórico que abarca casi sesenta años, sin importar las licencias históricas que se tome.
Dentro de este panorama tan agitado que se plasma en La sinfonía del tiempo, tiene un papel crucial Samuel Lowell Higgins, un científico, historiador, pensador y profesor de estadística matemática obsesionado con crear una teoría llamada Las notas del tiempo, en la que intenta revelar los engranajes que subyacen en cada suceso histórico para, así, predecir los comportamientos futuros de la humanidad. Porque, como dice uno de los personajes, «La vida es redundante. Aunque a todos nos parezca nueva». Y adelantarse al devenir histórico cobra relevancia justo en ese 1914, ya que, como todos sabemos, es el año en el que dio comienzo la Primera Guerra Mundial.
No sé si hice bien leyendo la biografía de Álvaro Arbina antes de empezar la lectura, pero estoy segura de que si la hubiera leído tras acabar el libro, todavía me hubiera sorprendido más con la edad del autor. Si con tan solo veintiocho años es capaz de escribir semejante libro, no exageraba Julia Navarro en su definición, ni tampoco mi compañero Gorka en la reseña que le dedicó al debut literario de este autor, La mujer del reloj. Tampoco exagero yo si os digo que Álvaro Arbina está llamado a ser uno de los grandes escritores de novela histórica de nuestro país. Si no lo es ya.
@EstherMagar
Pues voy directa a ella, aunque tengo una lista muy abultada. En cuanto pueda me pongo, gracias
Seguro que la disfrutas. La prosa de Arbina es cautivadora.
Saludos.
Me encantó la novela de Alvaro Arbina que leí el año pasado y como me gustó mucho acabo de releerla con la misma ansiosa satisfacción con la que disfruté su primera lectura. Y creo haber descubierto que al joven escritor se le deslizó un pequeño error, que en tamaña novela es absolutamente disculpable.A los que no la leyeron o lo están haciendo y aún no la terminan sugiero no seguir leyendo para no perder el suspenso o suspense como pone Alvaro en su novela. En la página 438 Arnaud extrae una libreta anudada con un cordel ante Pasya Mukwege pero ya se la había dado en el naufragio págs 320 y 321, es la libreta en lingala ya que la escrita en euskera aparece en la pág 221 y reaparece en la 507.En la pág 310 se menciona que la libreta en lingala está sellada con un cordel por lo que se trataría de una falla de memoria del joven escritor. Esta pequeña tontería no impide disfrutar la lectura de este libro.