La tabla esmeralda

La tabla esmeralda, de Carla Montero

La tabla esmeralda
Muchas veces, cuando veo una fotografía antigua, todo lo que se muestra en ella me resulta inverosímil… tan lejano, precario e irreal que hasta afirmo en broma – y no tan en broma- que nada de eso sucedió, que todas las fotos del pasado son montajes para hacernos creer que hubo un pasado lejano. Por supuesto que luego descarto mi hipótesis absurda, casi siempre con el solo hecho de pensar que lo que veo apenas pasó dos vidas atrás, que setenta años nos parecen mucho cuando en verdad en el tiempo universal resulta apenas un suspiro.

Sin embargo en el tiempo humano suceden muchas cosas en apenas cincuenta, sesenta o cien años. Hoy nos resulta increíble pensar que en 1944 París estaba plenamente ocupado por Nazis, por ejemplo. En ese año mi madre tenía tres años. Y ahora la veo usando internet como si nada. No… no pudo haber vivido en ese mundo irreal que sin embargo las fotografías corroboran.

(Y entonces vuelvo a pensar: Roberto, tus hijos no podrán creer que cuando cayeron las torres gemelas tenías 19 años. Te llamarán antiguo)

Estamos más ligados al pasado de lo que creemos, y La tabla esmeralda es un buen ejemplo. Cuando lleguen al final de esta historia comprenderán porqué.

Leer este libro es viajar por duplicado; por un lado, al pasado terrorífico de esa Paris ocupada por los Nazis alemanes; por el otro, a un presente ficticio que comienza en Madrid pero que tendrá varias escalas en diversas ciudades del mundo. Aquí nos encontraremos con dos historias muy diferentes que sin embargo se ven unidas por un misterioso cuadro, El astrólogo de Giorgione, que a todas luces parece esconder un poder que puede cambiar el mundo y las vidas de aquellos que osen descifrarlo.

¿Pero a quienes une este cuadro? Por un lado a Ana García-Brest, una joven historiadora del arte que tiene como novio a Konrad, un millonario empresario y coleccionista de arte alemán y como amigo a Toni, un gay muy divertido que la autora utiliza muy bien como recurso para oxigenar esos capítulos llenos de drama, lágrimas y dolor.  Por el otro lado aparece el comandante de las SS, Georg von Bergheim, un militar de élite cuya máxima aspiración es no defraudar a Hitler y que Alemania esté orgulloso de él. Ambos, separados en el tiempo, tienen misiones que cumplir y a El Astrólogo como objetivo en común.

Ana García-Brest quiere llegar a él para ayudar a su novio a conseguir una pieza que se creía ficticia y cuya obtención significaría un fabuloso negocio millonario para Konrad, que si algo aprecia en la vida es el dinero y los negocios. ¿Y qué mejor que confiar en su novia experta en la materia para conseguirlo? En tanto Georg von Bergheim la tiene un poco más difícil: el que le pide hallar esa reliquia es ni más ni menos que el propio Führer, el mismísimo Adolf Hitler (¿Imposible negarse, no?) Recursos no le faltan al joven Nazi: estamos en una época en la que el expolio de arte a los judíos se lleva a cabo con total impunidad. Todos sabemos que el nazismo no solo acabó con la vida de millones de judíos sino que además robó sus pertenencias más valiosas. ¿Alguna ayuda más para el comandante? A su disposición tiene a la Gestapo, la policía Nazi. Los métodos asesinos de este grupo quedan bien reflejados en las páginas de La Tabla Esmeralda.

Hasta ahí todo más o menos está claro, sin embargo dos personajes que al principio parecen secundarios enseguida toman una relevancia total, clave diría yo, en esta linda historia que escribió Carla Montero, quien ya había ganado con su primera novela, Una dama en juego, el premio Círculo de lectores de novela.

Sara Bauer, una joven judía de clase alta cuya familia es apresada por los alemanes, aparece ante Georg von Bergheim como un punto importante para llegar al cuadro, por lo que comienza entre ellos un contacto que al principio parece imposible teniendo en cuenta que él es Nazi y ella se convierte en parte de la resistencia francesa a la ocupación. Sin embargo, el hecho de conocerse desde hace años (a veces la historia coloca a amigos en bandos diferentes) permite que el diálogo entre ellos exista. De a poco comenzamos a notar que el comandante no es tan malo como parece, ya que como dice la frase de Anne Frank que la autora coloca al principio del libro, “a pesar de todo, sigo pensando que las personas tienen buen corazón”

Y ya no puedo contarles más, porque descubriría demasiado la trama del libro.

El otro personaje que entra en escena es Alain Arnaux, un profesor especialista en localizar obras de arte expoliadas por los nazis, y que ayudará a Ana García-Brest a recuperar el pasado histórico para traer de esos años las pistas necesarias para llegar al esotérico cuadro de Giorgione. Pronto descubriremos que ese no es el único objetivo de Alain Arnaux, porque si algo caracteriza a esta novela es que nadie dice la verdad al cien por ciento y ninguno parece ser quien es.

Los ingredientes están servidos y entonces la ensalada comienza a mezclarse, que dicen los que saben de cocina que si no se mezcla bien no adquiere sabor. Y eso es lo que ocurre aquí: el pasado empieza a ligarse con el presente, el presente se mete de lleno en el pasado y los personajes de cada tiempo comienzan a conocerse como si fueran amigos, amantes, vecinos… aunque los separen decenas de años.

Si tuviera que marcar uno o dos puntos negativos de La Tabla Esmeralda, podría decir que hay momentos en que ciertas situaciones resultan un poco previsibles (del final adiviné la mitad, aunque es verdad que leo mucho y que un dato puntual no me lo esperaba y me sorprendió) y que le quitaría 150 páginas, ya que por momentos ciertas descripciones resultan tediosas y no son estrictamente necesarias; como punto a favor para no avalar esta última crítica aparece la adicción y el suspenso que genera la historia, que hace, hay que decirlo, que uno quiera que esos momentos de descripción pasen rápido (admito que más de una vez mis ojos no podían evitar trasladarse al siguiente diálogo que veía aparecer tras una descripción del decorado de una casa)

Estamos ante un libro que nos permitirá desfilar por un mix de sensaciones dispares; leyéndolo nos sentiremos adictos (una vez más, ayuda mucho el hecho de que tenga capítulos cortos), sentiremos terror y dolor ante el accionar del Nazismo, reiremos con ganas con las salidas de Toni, el amigo gay de Ana, pero también nos veremos absorbidos por la intriga y el suspenso, desconfiaremos de cada personaje aunque ya creamos conocerlo del todo, gritaremos de rabia cada vez que ciertas personas oscuras se encarguen de eliminar pruebas que permitan llegar a El Astrólogo, y por supuesto, no dejaremos de sentir el amor más cursi, que tampoco faltará en cada rincón de la historia.

2 comentarios en «La tabla esmeralda»

  1. Cuando tenía 14 años creía firmemente en esa frase de Ana Frank, pero desde que crecí la reformé un poquillo, creo que la vida nos ajusta la realidad, así que hoy digo eso de “Las “buenas” personas tienen buen corazón”.

    Me ha gustado tu reflexión del tiempo, y conocer que tu mamá maneja internet jejeje

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