Reseña del libro “La telepatía nacional”, de Roque Larra Quy
Soy sincera: si me hubiese guiado por la cubierta, no habría leído este libro. Pero como no me dejo llevar por las primeras impresiones, me fijé en el título, La telepatía nacional, y este picó mi curiosidad, así que miré la sinopsis.
«Al proyecto de crear el primer Parque Etnográfico del cono sur, nutrido de “negros, asiáticos, indios y subnormales”, le sigue el desembarco de un lote de indígenas en el Buenos Aires de 1933. A través del testimonio de un empleado fiel, descubrimos que los recién llegados participan en un ritual extraño y que este desafía los presupuestos de la ciencia. A partir de ahí, el delirio, y el quiebro de la historia reciente». Interesante.
El resto de la contracubierta eran extractos de medios que ensalzaban al autor, Roque Larra Quy, y su primera novela, La comemadre: «Un mago del lenguaje y de las imágenes»; «La ciencia, la historia y lo sobrenatural son vasos comunicantes (…). Una de las (obras) más excéntricas de la literatura latinoamericana de la última década». Más interesante aún. Y me decidí a descubrir su segunda novela, La telepatía nacional.
Me bastaron las primeras líneas para que me cautivara el tono clásico de la prosa, acorde con los tiempos que retrata y con los pensamientos de entonces. Que nadie se escandalice por la forma en la que habla de los indígenas, que «creen que los rifles nos salen del brazo» (refiriéndose a los hombres blancos). Precisamente, La telepatía nacional expone la visión etnocentrista para satirizarla. El protagonista elegido para ello es el empleado que va con el grupo de indios desde Iquitos, cruce de la frontera de Brasil, hasta Buenos Aires, una travesía estimada en cuarenta días, a la que se van uniendo negros y asiáticos, entre otros. El objetivo es inaugurar un Parque Etnográfico o Antropoparque, un sitio donde el hombre blanco pueda contemplar las particularidades de las razas inferiores. Irremediablemente, me acordé de la historia que daba nombre a Un esquimal en Nueva York, de José Ramón Alonso.
Este empleado fiel narra en primera persona las aventuras y desventuras de esos días. Hasta que de pronto vive en sus propias carnes una experiencia insólita: sin pretenderlo, conecta telepáticamente con una de las indígenas; recibe sus recuerdos, ve por sus ojos, siente lo mismo. Y eso le provoca un inmenso placer físico. ¿Qué consecuencias tendrá esa conexión en el proyecto? No diré más, pero a partir de ese momento Roque Larra Quy nos presenta mundos alternativos donde prosigue la crítica, centrándose en Argentina.
La telepatía nacional ha sido una grata sorpresa. Con una prosa bella y afilada, las páginas vuelan; eso sí, no me parece una lectura sencilla, sobre todo la segunda parte. Me costó asimilar los pormenores y repercusiones de esa telepatía, y no ayudó mi desconocimiento de la política argentina de aquella época. Considero que esta lectura se disfruta en líneas generales, pero no se le saca todo el jugo si no se reconocen los simbolismos y referencias, pues son constantes. Sea como fuere, me alegro de haber visto más allá de su cubierta, ya que he conocido una de esas historias que te vuelven del revés gracias al ingenio e inteligencia de su autor.