Ahora ya sabes quién es el Hombre de Negro. Ahora ya sabes quién es el Pistolero. Ahora ya sabes por qué huía el Hombre de Negro a través del desierto y por qué el Pistolero iba en pos de él. Todo ello, todo lo que necesitabas conocer para entender esta lucha descarnada, te fue explicado en La Torre Oscura: La canción de Roland (Integral I). El narrador, engendrado por Stephen King pero adoptado por Robin Furth y Peter David para la adaptación al cómic, ya te explicó cómo el Hombre de Negro encendió la chispa que calcinaría todo lo que Roland Deschain, ahora más conocido como el Pistolero, amaba. “Quemados, apuñalados, disparados… y la lista sigue y sigue”. Y cuando alguien te lo arrebata todo, ¿no es justo devolverle ese daño multiplicado por cien? O por mil. Venganza. Eso busca el Pistolero; pero para llevarla a cabo debe alcanzar a su presa. Pero, ¿es realmente el Hombre de Negro una presa o finge serlo mientras atrae a Roland Deschain a su mundo de retorcidas ilusiones? Y La Torre Oscura, ¿podría ser uno de esos espejismos creados por Walter O’Dim, Randall Flagg, sí, el hombre de los mil nombres? ¿Es tal vez, únicamente, una retorcida metáfora de una empresa irrealizable o, al contrario, es una tangible y titánica estructura que alberga poderes inimaginables y que puede devolver a Gilead (el hogar caído en desgracia del Pistolero) la gloria perdida? Cuando las preguntas se amontonan se torna indispensable hallar respuestas, dejémonos pues de preámbulos y empecemos de una condenada vez con La Torre Oscura: El Pistolero (Integral II).
Lo primero que llama la atención al abrir la novela gráfica es descubrir que las ilustraciones ya no son creación de Jae Lee. Cuenta la leyenda que por ser un poco lento con los lápices fue invitado a bajarse del carro y ahora vaga por el desierto, bajo un sol de justicia, pensando en asociarse con George R.R. Martin. Leyendas… Aun así no será un cambio traumático, ni mucho menos, y se hace mucho más llevadero gracias al colorista Richard Isanove. Pero esto puede esperar. La Torre Oscura: El Pistolero, empieza justo donde también daba el pistoletazo de salida el integral anterior, pues como recordareis, La canción de Roland era realmente un flashback que abarcaba la infancia y adolescencia de Roland Deschain a lo largo de más de 800 páginas. Con El viaje empieza, primer tomo de los seis que reúne esta obra, nos adentramos realmente en la búsqueda que rodea a toda la saga y que sirve de pretexto para transportarnos a aventuras terroríficas o a mundos que parecen sacados de la mente de George Miller, creador de Mad Max.
Ciencia ficción, terror, fantasía, en La Torre Oscura hay cabida para estos tres géneros; y para algunos más si observamos con lupa. Además nos zambulliremos en situaciones que son tema recurrente en las novelas de Stephen King. Como por ejemplo, esas circunstancias, poco saludables, en las que una turba obnubilada, y manipulada por una persona de religiosidad extrema, decide que el forastero está de más. Algo que descubriremos en La batalla de Tull. O con Las hermanitas de Eluria, donde monstruos que ocultan su verdadero rostro tras la aparente belleza de unas monjitas de sexuales y ávidos instintos, le pondrán las cosas difíciles al protagonista. Pero si hay algo que a Stephen King se le da bien es crear personajes juveniles de ostensible carisma. Como Jake, que se convertirá en inseparable del Pistolero, a pesar de que pertenecen a mundos diferentes; algo que quedará patente en todas esas expresiones que a Roland lo dejarán meditabundo. “Asaltemos esas montañas heladas Aragorn”. O como Sheemie, muchacho de corto intelecto pero con poderes paranormales y que, tras conocerlo en La canción de Roland, en Últimos disparos, y gracias a un cuento contado por él mismo, sabremos dónde lo llevó su destino.
Retomemos el tema visual. Jae Lee no está. Te echaremos de menos, sí, pero solo un poquito. Sobre todo al principio, con Sean Phillips encargado de dar vida a Roland y a todo lo que lo rodea. Rostros duros y figuras de proporciones extrañas. ¡Eh, mira, la niebla ha desaparecido! En la lejanía incluso se vislumbran montañas por las que cabalgar. Luke Ross será el siguiente, haciéndote pasar un mal rato al mostrarte la cara oculta de las monjas que cuidan de los caídos en combate en Eluria. El siguiente en tomar el testigo es Michael Lark, asiduo de DC y Marvel y que aquí realiza un trabajo más que decente. Laurence Campbell y Alex Malev (sobre todo éste último) elaboran lo que para mí es el mejor trabajo de todo el integral: rostros que transmiten lo que dicen y paisajes que cautivan. Y finalmente nos encontramos a Dean White, que da color al último tomo mientras Richard Isanove se ocupa del dibujo. Sí, el mismo Isanove que ha dado color a todos y cada uno de los dibujos que han pasado por esta adaptación gráfica; ese color que ha logrado unificar los distintos estilos, consiguiendo así que no se noten demasiado los diferentes cambios de dibujante. ¡Chapó señor Isanove!
Llegamos al final. Al final de esta reseña, al final de la aventura, al final de La Torre Oscura… o eso creías. Ya que La Torre Oscura: El pistolero (Integral II) no es ni mucho menos un final. Es realmente el final de un principio, ya que esta adaptación gráfica, precuela de las novelas, enlaza de forma extraordinaria con la saga que en 1982 Stephen King inició y que a día de hoy sigue más en forma que nunca; transportándonos a mundos de pesadilla de los que temeremos no despertar, a lugares de ensueño a los que querremos regresar y a realidades paralelas que dejarán nuestra concepción del espacio-tiempo hecha un guiñapo, y que nos obligará a repetir una y otra vez el credo de los pistoleros para no perder la cordura: “Apunto con el ojo. Disparo con la mente. Mato con el corazón”.