El cosquilleo ¿Lo has sentido alguna vez? El cosquilleo, ese ardor, en las yemas de unos dedos impacientes por abrir la primera página de un libro. Ese cosquilleo que recorre las entrañas del lector ávido al encarar una lectura de la que poco sabe o ha querido saber; virgen, premeditadamente, en su conocimiento. Sí, seguro que lo has sentido. Una suerte de electricidad estática que reacciona ante lecturas postergadas. Y que en mi caso tenía que ver con la obra magna, y vertebral, del maestro del terror: La Torre Oscura. He sentido el cosquilleo, todas esas ocasiones en las que mi camino se ha cruzado con la saga; todas esa veces que he tomado uno de los libros y he decidido que no era el momento; con todas esas lecturas que se interponían entre la colosal obra de Stephen King y mi interés lector, sin que yo, es justo decir, opusiera excesiva resistencia. Luego llegaría la adaptación gráfica y mi flirteo sensorial sería completo. ¡Las palabras de Stephen King convertidas en imágenes! Me lo ponían en bandeja. El cosquilleo se intensificó hasta niveles electrizantes. A pesar de todo, todavía pasaría un tiempo hasta que, virginal, decidiera lanzarme, sin protección, para averiguar qué llevó al Pistolero a atravesar su árido mundo en busca del Hombre de Negro. El tiempo justo y necesario para que La Torre Oscura: La canción de Roland (Integral I), cayera en mis manos, aplacando así mi eléctrica necesidad.
Pero, ¿quién es el Pistolero? ¿Y el Hombre de Negro? ¿Y esa Torre Oscura que está tan ligada al destino de ambos? El Pistolero es Roland Deschain y pertenece a la noble casa de Gilead, hogar de los pistoleros, caballeros con reminiscencias artúricas pero portadores de revólveres, y guardianes de la paz. Pero ésta es efímera cuando hombres como John Farson, bandido sanguinario y bastardo a secas, conocido irónicamente como El Hombre Bueno, decide que a Mundo Medio le hace falta un toque de destrucción y muerte. “Y Farson contempló la obra de sus ejércitos y vio que eso era bueno” El Hombre Bueno… ¡Ja! El Hombre de Negro, Marten Broadcloak, Walter O’Dim, sí, el hombre de los mil nombres, está a su lado. El Hombre de Negro es el que mueve los hilos. El Pistolero es el bien. El Hombre de Negro es el mal. La eterna batalla de final inalcanzable. “El Hombre de Negro huía a través del desierto, y el Pistolero iba en pos de él”. Una lucha de titanes. Una batalla que los desangrará, que sacará lo peor de ellos y que los llevará a lugares remotos y a realidades paralelas. Como bien has supuesto esta no es una historia típica de indios y vaqueros.
En La Torre Oscura: La canción de Roland, hay tal amalgama de géneros literarios que mal perpetrado no hubiera pasado de pastiche incomible, por suerte Stephen King aúna todos esos géneros creando una aleación inquebrantable. Western con toques de aventura medieval, fantasía onírica, ciencia ficción post apocalíptica y, como no, terror a raudales. La lectura de cada uno de los capítulos es única e impagable. Todos ellos con la voz de un narrador que habla directamente al lector. “¿Te consta?” Una voz intensa, íntima, probablemente rasgada, que parece susurra al oído cuentos y leyendas mientras duermes; en ocasiones también fábulas, o cuentos de hadas, de corte pesadillesco, que te harán despertar empapado en sudor; o tal vez no. Tal vez eres uno de esos que encuentran placer en cierto sufrimiento, como yo.
Porque leyendo La Torre Oscura vas a sufrir de igual manera que vas a disfrutar. Y es que leer esta novela gráfica implica cierto grado de compromiso, de atención, de fe ciega en las historias raras y complicadas. Historias que se nutren de toda la obra del maestro del terror. Historias que al leerlas nos acercan a la desgarrada mente de Stephen King y, también, a las de Robin Furth y Peter David que han trasladado la esencia del libro al cómic. Historias que también entran por los ojos. ¡Y de qué forma! Animales y humanos con deformidades, monstruos de sangre y carne, objetos mecánicos de metal y aceite, pero también rostros suaves devorados por las sombras que convierten a héroes y amigos en seres del más allá. El dibujo típicamente gótico de Jae Lee, unido al espectacular colorido de Richard Isanove, crea parajes tétricos, mágicos, lúgubres, infestados de lo que parecen rostros en troncos de árboles, en las piedras del camino o incluso en la niebla, presente a lo largo de toda la aventura. Y todo ello sin bajar en ningún momento el nivel a lo largo de las 800 páginas que recogen los primeros cinco tomos de la serie.
La Torre Oscura: La canción de Roland (Integral I) es la mejor, aunque no la única, forma de adentrarse en el mundo del Pistolero y su mitología para acabar con ese cosquilleo del que hablé anteriormente. Justicia contra ignominia. El héroe contra el villano. Sí, la opción más asequible para descubrir los recuerdos de infancia y adolescencia del protagonista. Para entender cómo empezó y acabó todo. Asimismo para asistir a terribles traiciones y a poderosas alianzas. También es perfecta para conocer de primera mano cómo se gestaron todas las batallas y cuáles fueron sus resultados. Para honrar a Steven Deschain. Para amar hasta el tuétano, hasta que duela el corazón, a Susan Delgado, y para estallar en carcajadas con las ocurrencias de Cuthbert Allgood y Alain Johns, amigos inseparables de El Pistolero; una vez, hace mucho tiempo, conocido como Roland Deschain. “Si El Pistolero te resulta familiar, bien, así es como debe ser”.