La traición de Roma, de Santiago Posteguillo
La trilogía llegó a su fin, pero no así su contenido, que permanecerá no solo en mi mente, sino sobre todo en mi corazón, por muchísimo tiempo. Santiago Posteguillo, que más que escritor parece un cineasta, puede estar tranquilo y feliz de la vida porque le ha aportado al mundo no solo tres libros, sino ante todo una clase magistral de historia contada de forma simple y clara, al alcance de todos y sin perder ni un ápice de calidad literaria.
Así como en la primera parte de la trilogía, Africanus, el hijo del cónsul, se narró la infancia y crecimiento de Publio Cornelio Escipión y en la segunda, Las legiones malditas, pudimos disfrutar de muchas batallas y los grandes enfrentamientos entre el ya maduro Cónsul de Roma y el general de los cartagineses, Aníbal, en esta tercera y última parte llegamos al ocaso de dos de los mayores generales de todos los tiempos, ya con un ritmo menos trepidante, pero que sin embargo resalta aún más la capacidad del autor, ya que sin grandes batallas que relatar logra igualmente que nos mantengamos atados a cada una de las páginas del libro.
El aspecto personal de Publio Cornelio Escipión toma vital relevancia, ya que en los últimos años de su vida accederemos al diario personal que el gran general de Roma decidió escribir, aunque imaginado por Santiago Posteguillo, ya que el tiempo y quizás el incendio de la biblioteca de Alejandría, se encargó de perder, esconder o romper.
A través de estos pensamientos, que si bien son ficticios se basan en un estricto y pormenorizado conocimiento de Publio Cornelio Escipión, nos encontraremos con un aspecto del personaje que, al menos a mí, me desilusionó, ya que el ocaso del hombre que salvó a Roma no solo fue físico, algo de lo que nadie se salva, sino también moral, al dejar fluir sentimientos que se contraponen con el intachable, humilde, inteligente y fiel Africano que tanto nos conquistó en las primeras dos entregas.
¿Pero qué es lo que le pasa al personaje de este libro? Le pasa la vida, que todo lo corrompe. Igualmente, no podemos evitar que nos sorprenda encontrar que Escipión tenga problemas con su esposa, se muestre muy autoritario y exigente con su hijo o pierda las formas ante la ley. O tal vez lo que ocurre es que Santiago Posteguillo “baja del caballo” al genio perfecto y lo vuelve más humano, con problemas más complejos y profundos, hijos de la experiencia y de la realidad que asoma ante él: la finitud de la vida y lo desgastante de vivir y morir en busca de una gloria que en su caso ni su propia tierra le reconoce.
Final digno para una trilogía a la que no le falta nada, porque todo aquello a lo que Santiago Posteguillo nos tiene acostumbrados lo volveremos a encontrar, aunque siempre un poco más evolucionado, logrando que no solo las segundas partes sean buenas, algo no habitual, sino también consiguiendo algo aún mucho menos usual: que al final todo cierre, encaje perfectamente y que al rematar esta magistral clase de historia nos quede un gusto lindo en todos los sentidos. Aprendan, profesores aburridos.