Tengo una amiga que estaba muy enamorada. Conoció a un chico en una discoteca, una noche cualquiera. Entre copa y copa empezaron a descubrir un poco más el uno del otro; se gustaron. Volvieron a quedar, una y otra vez. Hasta convertirse en pareja y llegar a vivir juntos. Él era el chico perfecto: con una carrera envidiable, un trabajo que le encantaba y por el que le pagaban un muy buen sueldo. Además, era guapísimo, tenía un físico espectacular y unos genes que eran la envidia de todas las futuras mamás. Lo tenía absolutamente todo.
Lo que mi amiga no sabía es que ese chico no era quien decía ser. Ni tenía una carrera, ni trabaja en una multinacional, ni tenía únicamente ojos para ella. Este chico llevaba una doble vida y, mientras estaba con mi amiga, mantenía una relación con otra persona. No había estudiado jamás y su empleo, tan bien pagado y que le permitía comprarle a mi amiga las últimas tendencias en bolsos, era en realidad un negocio cuya legalidad era más que cuestionable.
Mi amiga se enteró porque la hermana de él, harta de la doble vida que estaba llevando el caradura de su hermano, se lo acabó contando. Mi amiga entró en una depresión, sintiéndose engañada y desolada. Él era el chico perfecto, ¡lo era! Todo el mundo lo sabía (a mí me convenció tanto como a ella). No sabía qué había podido pasar para acabar así. No volvería a confiar en nadie jamás.
Ojalá esta historia fuera ficción. Ojalá. Pero os aseguro que no lo es. Así que al leer la última novela de Kimberly Belle, La última mentira, ha sido inevitable que me acordara de la buena de mi amiga.
Iris, la protagonista del libro, tiene el matrimonio perfecto. Está casada con Will y juntos hacen un buen equipo. Tan buen equipo que están pensando en tener su primer hijo. Pero todo se trunca cuando un día recibe una llamada. La voz del otro lado del teléfono le dice que su querido Will acaba de fallecer en un accidente de avión. Un avión que tenía como destino Seattle. Iris no se lo puede creer, no entiende nada. Si Will le dijo que tenía que viajar a Orlando, que está en dirección opuesta, al otro lado del país. ¿Qué hacía su marido en un vuelo dirección Seattle? No puede ser, se tiene que tratar de un error.
Solo que no lo era. A partir de ahí, Iris descubrirá a marchas forzadas quién era realmente su marido, el perfecto e inigualable Will. Por suerte, no estará sola, ya que su familia la apoyará en todo momento, intentado averiguar junto a ella qué está pasando.
La última mentira es un thriller que tiene muy buen ritmo. La intriga que produce no saber nada absolutamente sobre Will hace que las páginas pasen muy deprisa. Además, la narración en primera persona que nos ofrece Kimberly Belle hace que nos metamos mucho en el papel de Iris. La protagonista se muestra a nosotros en carne y alma desde el primer momento, haciendo que empaticemos enseguida con ella y que sintamos lo que siente en cada momento. Eso nos llenará todavía más de angustia, ya que sentimos como si Will estuviera traicionando también al lector, así que las páginas pasarán volando hasta llegar al final.
Pero también es cierto que hay momentos en los que el lector duda. Hay muchos giros argumentales que hacen que ya no se sepa quién es bueno y quién es malo. La autora juega a eso de darnos las pistas con cuentagotas para que nosotros saquemos nuestras propias conclusiones, haciendo que nos metamos mucho en la historia y que haya momentos en los que ya no sabemos ni qué pensar.
Me ha recordado un tanto a La mentira, de Nora Roberts, que leí hace un par de meses o tres, donde la protagonista también tiene que descubrir cuál es la identidad de su marido una vez que este ha fallecido. Por lo visto, nunca nada es lo que parece. Y, a pesar de que son libros con una trama muy similar, no he podido evitar meterme en la historia como si fuera la primera vez.
Hubiera deseado que la historia de mi amiga fuera solo una novela más. Una trama inventada por alguien que tiene mucha imaginación y que lo quiere plasmar en el papel, como bien ha hecho esta escritora. Pero lo cierto que hay veces que la realidad supera a la ficción. Así que sé perfectamente cómo se ha sentido Iris. Y las cosas que la gente puede llegar a hacer por ocultar quiénes son realmente.