Llegué hasta El orgullo del dragón hace unos meses, cuando decidí ampliar los géneros que leía y me puse a bucear en el Steampunk. Yo ya conocía a Iria y Selene de otra ocasión, cuando leí el primer libro de la saga Marabilia (Sueños de piedra) a principios de este año. Así que, más o menos, estaba preparada para lo que me iba a encontrar. Sin embargo, lo que hallé fue muchísimo más de lo que esperaba.
La bilogía que tengo delante —en concreto, hoy vengo a reseñar la segunda parte, La venganza del unicornio— es algo especial. En un mundo donde las historias LGTBI se han visto aprisionadas y recluidas, encontrarse con algo así es maravilloso. Os explico: Seliria (Iria G. Parente y Selene M. Pascual) son dos autoras jóvenes que llevan la reivindicación por bandera. En todas sus historias la diversidad es la gran protagonista, pero lo cierto es que en esta trama, esta certeza va muchísimo más allá. No es que hayan creado una historia que abogue por los derechos de las personas LGTBI, es que han roto los esquemas de todo lo que conocemos y lo han hecho a través de una historia desgarradora, intensa e inolvidable al mismo tiempo.
En La venganza del unicornio regresamos de nuevo a esos dos mundos imaginarios llamados Gineyka y Viria. Dos mundos que no pueden ser más distintos entre sí. De hecho, en el primero son las mujeres las que gobiernan y en el segundo son los hombres. A pesar de que son mundos muy distintos, los protagonistas de uno y otro lugar saben que las cosas no deben ser así, que dentro del blanco y del negro hay muchísimos más colores para elegir, así que hacen todo lo posible por cambiar la realidad que les rodea. Al fin y al cabo, uno no elige el lugar donde nace. En este segundo tomo, ese hecho, sumado a una muerte inesperada, hace que las dos naciones se declaren la guerra. Ya no hay vuelta atrás. Y lo peor de todo es que durante el camino, la Muerte se llevará de su mano demasiadas vidas inocentes que murieron a causa de una lucha que, quizás, se podría haber evitado.
Seliria lo han vuelto a hacer. Nos han regalado una historia dura y reivindicativa. Y esto es lo que más me gusta de ellas. Estas dos autoras son leídas por jóvenes que buscan identificarse dentro de las historias de otros, y me gusta pensar que lo han conseguido. Cualquiera es bienvenido dentro de sus palabras, sin importar condiciones, sin importar sexo, sin importar absolutamente nada. El que se adentra en sus tramas se siente arropado y seguro, pues ellas se encargan de dar personajes variados donde cualquiera puede encontrarse. Y eso, amigos, tiene un mérito increíble. Incluso más allá de que la historia te guste más o menos, incluso mas allá de que le encuentres alguna pega a la trama o no te convenza un personaje; el trasfondo de los libros de Seliria es mucho más que eso. Es diversidad, apoyo y coraje.
Siempre es un placer leer a Seliria. Cada vez que me adentro en sus libros encuentro algo nuevo que me engancha y que hace que preste toda la atención del mundo. Quizás en este libro esperaba encontrar más acción (por eso de que la guerra es el escenario principal del libro), pero las autoras se centran más en la estrategia y en el desarrollo de lo que rodea a la guerra en sí. Es… una forma distinta de narrar un libro bélico. Así que entiendo que algunos lectores sientan que «falta algo». A mi parecer, no han hecho una mala ejecución, simplemente se han centrado en otros aspectos de una realidad que tiene igual mérito que la guerra en sí.
Eso hace que, por mi parte, no pueda parar de recomendar a estas autoras. Y no solo a la gente joven que necesita identificarse y encontrarse en la literatura; también lo recomiendo a todos los adultos que necesitan darse cuenta de que la diversidad existe y que toda lucha por la defensa de nuestros derechos es poca.