Vale, el libro de Sapiens triunfó (y lo sigue haciendo). ¿Pero a que en él no encuentras a un experto paleontólogo hablándote de la evolución biológica de los animales con un pene de goma en la mano dentro de un sex shop de Lavapiés al que ha entrado por error después de comer con Millás en un restaurante sirio? O, ¿a que tampoco encuentras a alguien que de repente te deja a medias en su explicación de las teorías mecanicistas porque llega tarde a un concierto de Pedro Guerra? O, mejor todavía, ¿a que no encuentras a un narrador de todo esto que se tome un gintonic antes de una ponencia porque está nervioso, que se meta una cápsula de Nolotil antes de una visita a un museo (con todo lo que luego esto le provocará), que sienta que una salida con su paleontólogo favorito (a quien no conocía hasta ese momento y de quien parece que se esté enamorando) es una huida furtiva del colegio? Todo eso no está en Sapiens porque está aquí, y aquí es La vida contada por un sapiens a un neandertal, de Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga, publicado por Alfaguara; casualmente, del mismo grupo editorial que publica Sapiens.
Empecemos por el título. Ya desde el inicio Millás nos habla de su admiración desde bien pequeño por la paleontología, y más tarde por la figura de Juan Luis Arsuaga, para él, «el paleontólogo». Ha leído sus libros, ha leído mucho sobre el tema, y desde que empezó su interés siempre se ha visto a sí mismo como un neandertal, mientras veía a figuras del tipo de Arsuaga como sapiens. Pero, como pasa en El Quijote (y este libro es muy quijotesco, tanto por la pareja que forman como por sus andanzas), el sapiens se irá neandertalizando y el neandertal sapientizando (¿se dice así? Ni idea). Y mejor todavía, no quedará claro qué es mejor, ser sapiens o neandertal. De todas formas, qué necesidad hay de escoger.
Hubo un libro que leí hace unos años, ahora no recuerdo si fue Ooparts, objetos fuera de su tiempo o Aliens ancestrales, donde leí por primera vez sobre esa idea tan absurda y por otro lado tan aceptada de que la nuestra, por estar más adelante en el tiempo que las civilizaciones anteriores, debe ser una civilización más avanzada. En uno de esos libros se desmontaba esa teoría. Aquí también.
Millás será aquí quien nos cuente todo, desde esa comida que consiguió con Arsuaga y de la que surgió este proyecto hasta una despedida abrupta y para nada necesaria (no debería acabar tan pronto) en el cementerio de la Almudena en poco más de doscientas páginas. Y en el intervalo de una cosa a otra, aprenderemos. Iremos de la mano de un Millás que se resetea completamente y que empieza de cero a aprender, o mejor dicho, a aprehender. Descubrirá el mundo natural, los bosques, las cuevas, las pinturas rupestres, la cercanía entre animales, sus diferencias, la estrategia (o la no) de la evolución, los secretos de la biología, etc. Como una mezcla de Walser y Thoreau, Millás caminará, observará, grabará y tomará notas y nos lo regalará en forma de libro (que por otra parte, qué mejor forma para un regalo así, ¿no?). Con ese lenguaje tan de Millás, que pasa de lo onírico a lo puramente cañí, del tecnicismo al taco en pocas palabras, esta podría ser una más de sus novelas. Porque es tan él, porque lleva su tan genial huella.
Visitaremos con estos dos grandes personajes varios puntos de España, comeremos (en verdad no, pero ojalá) platos regionales, beberemos buenos vinos, cervezas frías, nos extrañaremos por ver lugares tan llenos de gente, por ver a personas dándose la mano, un abrazo, un beso (si en otro mundo alguien lee esto: estamos en plena pandemia confinados en casa); salivaremos con el torrezno que acompaña a los huevos fritos, nos preguntaremos si Nissan patrocina el libro (¿te imaginas?) por las tantas menciones al Juke de Arsuaga. Y todo eso, mezclado con esa especie de Juan de Mairena que parece Arsuaga, quien de mientras nos habla de Darwin, de Malthus, de Adam Smith, de la discordancia entre la selección inconsciente y la consciente, de cómo el tamaño de los testículos te da información social sobre la especie.
Da rabia que libros tan buenos se acaben. Y siempre parece demasiado pronto. Pero luego la rabia se va suavizando y pasando a algo parecido al placer. El placer de saber que todavía se hacen cosas bien, el placer de saber que todavía hay encuentros que desembocan en algo genial, que nunca es tarde para vaciarse del todo e ir al encuentro con alguien dispuesto a llenarte de él. Un libro que en cierto momento para, pero ojalá que siga. Un muy buen libro.