¿Cuántos lectores en ciernes se habrán cargado las lecturas obligatorias del colegio? Conmigo no lo consiguieron, claro, incluso disfruté reencontrándome con Poe y sus Cuentos macabros o descubriendo el esperpento de Valle-Inclán en Luces de bohemia. Aunque no negaré que también hubo títulos que se me hicieron cuesta arriba, como Castilla, de Azorín o Tirant lo Blanc, de Joanot Martorell. No siempre es fácil interesarse por libros que han sido escritos décadas o incluso siglos atrás, y menos a esas edades. Los profesores deben ayudar a comprenderlos y elegir una buena edición para que sus alumnos logren conectar con ellos.
La editorial SM, en su afán por inculcar el amor por la literatura desde la infancia, acaba de estrenar una colección de clásicos adaptados. Las portadas han sido lo primero que me ha llamado la atención: atrás quedaron los sobrios diseños que evidenciaban la seriedad y trascendencia literaria de la obra; SM apuesta por los colores para dejar claro que los clásicos también pueden ser atractivos y divertidos. En el interior, una gráfica pone en antecedentes a los lectores, explicando quién fue el escritor a través de aquellos aspectos de su vida y de su contexto histórico que se reflejan claramente en su obra. Y, lo que es más novedoso, muestra cómo ese clásico o su temática todavía están presentes en nuestros días en forma de películas y teatro.
De los títulos de la literatura universal que ofrece esta nueva colección, yo ya había leído El Quijote, El conde Lucanor, El lazarillo de Tormes, La regenta, Bodas de sangre, Rimas y leyendas y Tres sombreros de copa; así que, entre Fuenteovejuna y La vida es sueño, me decanté por el de Calderón de la Barca.
La vida es sueño es un drama filosófico estrenado en 1635, referente del teatro barroco y escrito en verso, ¡ahí es nada! Con semejante presentación, comprendo que los estudiantes de la ESO se echen a temblar, pero quizá se tranquilicen cuando vean que tiene mucho en común con peliculones como Origen, Matrix o El show de Truman, pues en él nada es lo que parece y los límites entre sueño y realidad son difusos. Además, la adaptación del texto hecha por Ricardo Gómez agiliza la lectura (sin perder la esencia de este clásico) y las oportunas notas en los márgenes aclaran los aspectos más confusos para el lector actual.
Esta obra aborda temas atemporales como el amor (paternal y sentimental) y la educación, de los que los adolescentes ya tendrán bastante que opinar. Aunque no sean herederos al trono encerrados en una torre como su protagonista, el pobre Segismundo, estoy segura de que si el profesor de Lengua y Literatura de turno se salta los aspectos más formales y plantea un debate sobre su contenido, la convertirá en una historia cercana y reconocible y surgirán muchas voces a favor y en contra de determinados personajes. La filosofía de La vida es sueño da mucho de sí y es una oportunidad de oro para implicar a los alumnos y cambiar su concepto de que los libros escritos hace cientos de años no tienen nada que ver con ellos. SM ha dado un paso más para demostrar que los clásicos no son cosa del pasado, ahora le toca a los profesores seguir con tan importante cometido. La pasión por la lectura se ha de contagiar con pasión, no con aburridos comentarios de texto. Los futuros lectores están en juego.
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