No sé, como casi nadie sabe, quien es Elena Ferrante, pero cuando la leo sé que hay quien nació para vivir y hay quien nació para escribir.
Nacer para escribir.
No sé si es una mujer o es un hombre, tampoco creo que importe, pero sí que es alguien que vive mirando tanto al interior como al exterior. La vida mentirosa de los adultos es una magnífica obra, y no solo por la historia en sí sino por la forma tan especial que tiene Ferrante de contarnos lo que pasa, lo que se siente, lo que se hace y lo que no se hace, narrando de manera brillante e hilando la vida mientras va pasando.
Debo decirles que estuve a punto de no leer, al menos por el momento, esta novela. Tenía miedo. Miedo de perder ese enamoramiento literario que tengo con Elena Ferrante.
Últimamente, y debido a esta maldita pandemia que estamos sufriendo, leo menos, es probable que no sea la única a la que le cueste centrarse en la lectura, así que les confesaré que he abandonado algunos libros que quizá algún día retome; tenía la sensación que de no me interesaban ya muchas de las cosas que me contaban, historias que no me decían nada, que no me aportaban…, como bien sabéis no fue el caso con Rosa Montero, Ana Alcolea, Irene Vallejo, … Y aunque no he hablado todavía de ellos, también he disfrutado de Martínez de Pisón, María Frisa, Elvira Sastre, Donna Leon, Juan Bonilla o John Lanchester, entre otros…
He releído a Galdós y a Delibes… Este año tan terrible ha sido su año, también celebramos a Becquer y también he vuelto a sus rimas y leyendas, el refugio de lo de siempre, como volver a casa y saber lo que hay.
Eso ha pasado con Elena Ferrante en La vida mentirosa de los adultos, que es volver a casa, a ese Nápoles decadente que ya nos ha descrito y que sabemos reconocer desde el inicio del relato.
Otra historia de mujeres en formación, Giovanna a la que conocemos con la complicada edad de los 13 años, no los trece años de hoy, los trece años de hace muchos años, frente a diversos ejemplos de mujeres ya formadas, todas ellas complejas, todas ellas con infinidad de aristas, complejas como la vida, como el SER HUMANO, mujeres a las que veremos que siempre ofrece salidas y a las que les da la libertar de elegir.
Mujeres que se han hecho a sí mismas, ninguna completamente segura del camino recorrido, todas ellas con ese sentido elevado de la amistad, o ese reconocible deseo de sororidad que se quiere y no se puede.
El deseo, la belleza, los cambios, las mentiras, las verdades… La familia. Ese concepto familiar que compartimos con los italianos y que tanto creo que nos ha acercado a las historias de esta autora. La familia, donde casi siempre está lo mejor y lo peor, amor a lo grande, los grandes secretos, las grandes mentiras… Incluso aquellas mentiras que llegamos a creernos como verdades que nos convienen para sobrevivir.
Y la literatura, siempre de fondo, siempre como vehículo de formación y como explicación de la vida y de los sentimientos. La literatura como manera de explicarse a uno mismo. Eso que saben hacer los grandes autores, explicar al SER humano desde el arte, en este caso desde la literatura.
Pero también, como pasara en su trilogía, la literatura y la cultura como forma de cambio de vida, salir del barrio para integrarte en la intelectualidad y con ella mejorar el nivel de vida, pero eso no garantiza la felicidad a nadie.
No quiero tener miedo de volver a estas autoras que me aportan tanto, que me interesan tanto. Me gusta cómo me cuenta las historias Elena Ferrante, y sobre todo me interesa lo que me dice, y aunque generalmente me gusta saber quién es la autora o autor de una obra, en este caso prefiero seguir sin saber quién es Ferrante y pensar en ella como pienso en sus personajes, aunque también, porque así somos de contradictorios los humanos, disfrutaría mucho charlando un rato con la autora de estos libros que tan buenos momentos me han proporcionado cuando más los he necesitado…
Elena Ferrante ha sido como volver a casa.