Reseña del libro “La voz a ti debida. Razón de amor. Largo lamento”, de Pedro Salinas
En un momento en el que nos planteamos el concepto del amor romántico, que lo deconstruimos y lo exploramos desde otras opciones, muchas de ellas, más ligadas al individualismo y al final del amor en sí, opino que se hace urgente retomar lentamente la lectura de la poesía amorosa de Pedro Salinas. No se trata de perpetuar la idea de una relación amorosa basada en algo incuestionable e inmutable, pero sí desde luego para manifestar que el amor no es una cuestión que se pueda elegir a la carta a través de algoritmos preconcebidos en una aplicación (prefiero no mencionar incluso la idea de prejuicios y dogmas ajenos vertidos con a saber qué interés y que puedan cuestionar dicho concepto de amor). Se hace urgente y necesaria la lectura de la poesía de Salinas para recuperar gran parte de la belleza que puede surgir entre personas cuando se enamoran. Incluso cuando este amor ya no puede compartirse. Y nada mejor que acudir a esta trilogía tan fantásticamente editada por Montserrat Escartín, habitual estudiosa de la obra del poeta de la Generación del 27, para redescubrir el potente espectáculo que ofrece el amor.
La voz a ti debida. Razón de amor. Largo lamento son los tres libros de poemas amorosos de Pedro Salinas que se leen como uno solo por su ajustada relación, casi cronológica, ya no solo en la vida del poeta, sino en la vida propia de una relación sentimental. Como si enmarcaran las distintas etapas por las que pasa el amor, cual estaciones del año. Y es un libro que se lee desde la imagen que ilustra la portada cuyo cuadro, La Venus del espejo de Velázquez, refleja proféticamente uno de los versos y sentimientos de desdén que sufrirá el poeta cuando el amor se desvanece: «La amada se comporta como La Venus del espejo, que ¡está vuelta de espaldas!». Pero para haber llegado a tal desazón, antes ha experimentado el fogoso nacer del amor. Y lo personifica en la persona amada, ya que para Salinas, surge gracias al otro, no basta con amarse a uno mismo. Eso es capital, por supuesto, pero compartirlo, que alguien encienda ese fuego da razón al poeta para dedicarse por entero a amar.
Sobra decir que, de todos los poetas de la Generación del 27, Salinas, por su sencillez, cercanía y vinculación con la poesía de Bécquer, se convirtió en mi favorito. Y gracias a la edición de Montserrat Ecartín, de quien ya tuve el placer de leer Salinas tras el telón, donde exploraba la faceta teatral del poeta, también aquí he podido descubrir otras comparaciones de Salinas con otros poetas de quien aprendió mucho. Entre ellos, Baudelaire, quien defendía algo como que «el amor es un proceso intencional que va más allá de lo que se ama…», «… más allá de los astros, más allá de los vientos / más allá de los límites de las altas esferas». Cada poema debe leerse con calma, apenas un par de ellos bastan para antes de ir a dormir, y así sentir toda su fuerza. Muchos son los versos de Salinas que he hecho míos, por empatía, pero también por identificación. Cómo no hacerlo si grita a los cuatro vientos un gran «sí» adverbial que confirme la posibilidad que tan solo puede ofrecer un «si» condicional:
«¡Sí, todo con exceso: la luz, la vida, el mar! Los síes, qué golpetazos de querer en el silencio.
¡Sí, sí a todo, a todo sí!»
Las siempre cuidadísimas ediciones de Cátedra hacen que leer este libro sea mucho más que una experiencia poética. Los versos de Salinas embaucan, se vuelven encantadores; las notas para la edición, los comentarios, amplían su significado más allá del emotivo. Para mí, Pedro Salinas entró en mi vida como un flechazo, un amor a primera vista: «Yo no necesito tiempo / para saber cómo eres: / conocerse es el relámpago». Y así espero que te llegue este precioso libro de poesía cuando lo leas. Para decir que no hay un final del amor. No. Para decir un gran ¡Sí!, hay amor, existe en cada uno de nosotros.