Es muy probable que te gusten las historias que cuenta Lewis Carroll, Hans Christian Andersen o los hermanos Grimm. ¿No? Bueno, todavía es más probable que te gusten las historias de Disney. ¿Sí? Pues si estas te gustan, te gustarán las de los autores que he citado al principio y retrocediendo aún más te gustarán las historias de María de Francia, conocidas como Lais, las que ahora recoge en una nueva edición Acantilado traducidas y prologadas por Luis Alberto de Cuenca.
Poco se sabe de esta mujer más que su entorno geográfico, que le da el nombre, y que contaba con un amplio conocimiento cultural. Tampoco necesitamos saber más, porque lo que importante ya está en el libro. Así que dispongámonos a imaginar: es el siglo XII, eres mujer, inteligente, sabedora de leyendas y mitos celtas a la vez que de todas la historias cortesanas que entretienen a la clase alta del momento, estás dentro de una corte inglesa la cual se caracteriza por el hecho de que a sus jóvenes caballeros cada vez les cuesta más encontrar una mujer (que es quien les aporta el patrimonio) y decides ser tú también quien les entretenga, e incluso quien les controle. ¿Cómo? Mediante la imaginación. María de Francia fue capaz de mezclar lo puramente cortesano, lo que podríamos llamar realista, con la fábula celta, con lo maravilloso, lo irreal, lo fantástico. María de Francia consiguió que el más allá ya no fuera únicamente accesible tras la muerte, el más allá existía aquí, en su mismo lugar, en su mismo momento, solo se necesitaba salir al bosque, seguir el rastro de un animal herido, entrar en un mundo paralelo, contiguo, en el que poder ser feliz siendo tú y no nosotros. Digo esto porque con sus Lais empieza a aparecer el individuo como tal, los caballeros tienen nombre y este se repite continuamente en la narración para que el oyente – no el lector; no olvidemos que estas composiciones se creaban para ser recitadas y acompañadas de instrumentos – se quedase con el nombre, lo recordase, hablase de él a los demás, lo convirtiese en héroe.
En estos Lais se recogen doce historias rebosantes de amor donde lo pagano se mezcla con lo cristiano, donde aparecen continuamente Amor y Fortuna, donde se muestran las adversidades que hay que pasar para conseguir el éxito en el terreno amoroso. Se dice de ellos que son los primeros cuentos de la literatura europea, podríamos añadir que conservados. Porque es inevitable pensar que haya podido existir alguna época sin ellos, sin la fuerza del amor hacia el amante, sin la amada siendo perseguida, sin las caídas de vidas que siempre tienen un destino: el amor final. Leyendo a María de Francia nos apartaremos de los reinantes y todopoderosos textos latinos de la época y caminaremos hacia el encuentro de los fabuloso, como por ejemplo ver por primera vez el personaje del hada, del hombre lobo o el barco fantasma, todo narrado como si María de Francia te estuviera hablando directamente de algo que ha escuchado por las calles de un pueblo cualquiera. Y todo eso a unos mil años de hoy. Parece poco, pero no.
Recomiendo los Lais porque me gustan mucho los relatos y estos lo son y no tienen nada que envidiar a los actuales. En los Lais, aunque pueda parecer mentira, hay incluso cine, si no, leedlo y ved cómo juega con las cámaras, como maneja la famosa técnica del cross-cutting cuando todavía se alucinaba – yo sigo haciéndolo – con la mágica forma con la que atraviesa un rayo de sol una lente. Muchos libros nos dicen que no nos aferremos al pasado, que miremos hacia delante, que lo mejor está por llegar. No sé, se está tan bien ahí atrás… Dan tanto calor estos libros… ¿Te gustan? Te gustarán.