Contar un cuento antes de irse a dormir parece el acto más inocente del mundo, menos cuando nuestra vida depende de ese cuento. Y si no, que se lo digan a Scheherezade. Las cien noches de Hero, la novela gráfica de Isabel Greenberg, se inspira en la cuentacuentos más famosa del mundo y sus mil y una noches, para relatarnos la historia de Hero, una doncella que encadena un cuento tras otro durante cien noches para salvar a su ama y amada Cherry.
Cherry está casada con Jerome, con el que nunca ha mantenido relaciones, por lo que su esposo la considera el súmmum de la decencia. Por eso decide apostar con su amigo Manfred que ni en cien días logrará mancillar a su mujer. Quizá a alguno os resulte familiar este reto, no porque lo hayáis vivido en propias carnes, claro, sino por su semejanza con la novela corta El curioso impertinente, protagonizada por Lotario y Anselmo, que aparece dentro de El Quijote. Al menos, a mí me la recordó, aunque supongo que hay más relatos con el mismo punto de partida. Y es que en la literatura todo está escrito.
Pero la historia de Las cien noches de Hero comienza mucho antes de esa apuesta. Exactamente cuándo Kiddo crea el mundo, al que llama Tierra Temprana. Ella está orgullosa de su obra, llena de humanos que llevan una vida apacible. Pero su padre, el Hombre-Pájaro, decide poner emoción a sus existencias con odios, celos y ambiciones. Kiddo siente que ha destrozado su mundo, pero entonces ocurre algo increíble: entre tantos malos sentimientos, surge el amor, capaz de exaltar a los humanos más que ningún otro sentimiento. Para bien y para mal.
Y eso nos lleva de nuevo a Hero, Cherry y Manfred. Cherry le dice a Manfred que dejará que la mancille, pero antes le pide solo una cosa: escuchar un cuento de su doncella Hero. El hombre accede y, a partir de entonces, Hero sabe dejar cada historia en el punto exacto para que, a la noche siguiente, Manfred desee conocer el final en vez de acostarse con Cherry. De este modo, Hero enlaza las historias de las piedras danzantes, de la liga de las narradoras secretas, de un arpa muy honesta, de las princesas bailadoras o del hombre enamorado de la luna. Historias que, en más de una ocasión, también os sonarán, pues se basan en cuentos populares, aunque no siempre se desarrollen de la misma manera.
Y es que, como decía, en la literatura todo está escrito; y eso no tiene nada de malo, porque a veces no es necesario que una historia sea nueva para que sea distinta. Pese a sumar tantos elementos por todos conocidos, Isabel Greenberg consigue que Las cien noches de Hero resulte una novela reveladora gracias a su enfoque y a su humor. Con sus historias sobre familias, amantes, lealtades, traiciones, locuras y mujeres valientes, nos muestra aquello que nos hace humanos. Y no solo son esos malos sentimientos, ni siquiera el amor (capaz de mover el mundo, aunque no siempre sea en la dirección correcta); es el propio acto de contar y escuchar historias el que de verdad ha caracterizado a la humanidad desde sus orígenes. Por eso, para mí, Las cien noches de Hero es, sobre todo, un homenaje a la literatura, ya que nos recuerda el poder de las historias, tanto para adoctrinar como para embelesar o rebelarse.
La única pega es que su lectura solo me ha durado una noche. Afortunadamente, sé que su recuerdo perdurará más de cien. He aquí, de nuevo, el maravilloso poder de las buenas historias.
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