Jack el Destripador, el asesino más famoso de la historia. Un marinero, un doctor, un tipo de clase humilde, un caballero de la alta sociedad, un don nadie o alguien que tenía lazos con la mismísima corona real. Las hipótesis sobre su identidad son innumerables, un misterio desde el mismo momento en que perpetró sus crímenes. A medida que pasaban los años y la investigación se enfriaba el mito cobraba fuerza. Jack se convertía en una sombra alargada con un cuchillo, un bisturí o una navaja de afeitar en la mano que rondaba las calles de Whitechapel con ganas de saciar su sed de sangre. Y con cada libro, cómic, documental o película, con cada obra de teatro, museo o figura de acción, el hombre se diluía y nacía la leyenda. Un cuento de hadas oscuro en el que se romantiza la figura del asesino y se deshumaniza a las víctimas. Ellas solo eran el daño colateral de una mente atormentada, ellas, simplemente, eran cinco putas. Cinco prostitutas en el cine, los cómics, los libros y la infame leyenda. Cinco “mujeres alegres” según las especulaciones de los diarios sensacionalistas de la época o las conjeturas chapuceras del cuerpo de policía. Una injusticia que ha ido transitando a lo largo de más de ciento treinta años debido a que nadie había rascado donde realmente picaba. Los valores del mundo victoriano, regidos por hombres blancos de clase media alta con una ristra de prejuicios, silenciaron las voces de aquellas mujeres en aquel momento y durante demasiado tiempo, pero ha llegado la hora de acallar el murmullo incesante de Jack y dejar que hablen Polly, Annie, Elizabeth, Catherine y Mary Jane.
“No hay base sólida para asegurar que tres de sus cinco víctimas ejercieran la prostitución.” La afirmación es contundente. La frase la encontramos en la introducción de Las cinco mujeres: Las vidas olvidadas de las víctimas de Jack el Destripador. Y la aseveración no debe tomarse a la ligera, pues la autora, Hallie Rubenhold, nos ofrece pruebas más que suficientes. La investigación de la historiadora especializada en descubrir las vidas de mujeres desconocidas en distintos episodios de la historia es exhaustiva, prueba de ello son todas esas notas que superan con creces el centenar o la extensa bibliografía que encontraremos al final de la obra. Gracias a un trabajo de investigadora privada de la historia Rubenhold puede hilar desde el inicio hasta su desdichado final la vida de las cinco víctimas canónicas de Jack el Destripador. De esta manera conoceremos a Polly y sus felices inicios en una familia muy unida y respetada. Y entonces entrará en escena la tuberculosis, un mal endémico de la época, para convertir la vida de Polly en una novela dickensiana de pobreza, sufrimiento y dolor. Ya en estos primeros compases del libro descubriremos las terribles condiciones de los asilos, lugares en los que los pobres intentaban tener una vida digna pero que se les trataba no mucho mejor que a presidiarios. La vida de Annie parece una novela romántica donde soldado que ha luchado en las colonias británicas conoce a bella sirvienta. Pero pronto se pone de manifiesto que el romance solo dura mientras la mujer victoriana de clase obrera haga las tareas que se le presuponen: sustentar la familia, tener hijos y cuidar de los hombres de la familia sin alcanzar jamás ningún tipo de satisfacción personal. El final de cada una de las mujeres te parte el alma. Sientes la soledad que vivieron antes y la falta de justicia de después.
Rubenhold no escatima a la hora de ofrecer un true crime con una narración cercana a la novela de misterio o thriller para atraparnos con cada una de las biografías de las mujeres mientras nos muestra las luces y las sombras (muchas más sombras que luces) de la época victoriana. Esboza primero y luego construye poco a poco un retrato sublime de luces de gas, de un Támesis putrefacto, de un Trafalgar Square asediado por la pobreza y de una clase alta que miraba para otro lado mientras vivía en su propia y cómoda burbuja. Pero Rubenhold no solo muestra el Londres de finales del siglo XIX, también nos transporta hasta la Suecia de la misma fecha. Elizabeth será la chica de Torslanda, la inmigrante en busca de una vida mejor y la repetición de una historia: una mujer sin un hombre era poco menos que un objeto. La vida de Kate reafirma esa idea y la forma en la que se señalaba a las mujeres que se descarriaban del camino establecido. Su vida como buhonera, sin residencia estable y con unos tatuajes que sellaban un amor sería la comidilla de los periódicos una vez se tomara declaración a los testigos. Los diarios de la época, en ocasiones más penny dreadfuls que prensa seria, inventarían, tergiversarían y añadirían para vender más ejemplares. La autora desmiente algunas noticias y echa por tierra todas las fake news que llevarían a convertir a una mujer condenada por una sociedad fallida en una prostituta. De igual forma ocurriría con Mary Jane, la quinta víctima y un misterio que incluso supera la del mismísimo asesino. Haber sido víctima de los traficantes de humanos y la trata de blancas sellaría su destino, además de hacer emerger discursos de machistas redomados que daban las gracias al asesino por limpiar el East End de sus viciosos habitantes.
La novela Cinco Mujeres: Las vidas olvidadas de las víctimas de Jack el Destripador publicada por Roca Editorial es un true crime con ritmo de novela que pone a cada uno en su lugar: da voz a las mujeres (no solo a las asesinadas, también a todas las que fueron vilipendiadas en esa época), muestra una sociedad fallida guiada por los prejuicios y la misoginia y, mientras destruye el mito, al lector le devuelve la empatía para sentir repugnancia por el asesino y tristeza por las víctimas.