Las ciudades invisibles

Las ciudades invisibles, de Italo Calvino

Calvino-Ciudades

 “Un último poema de amor a las ciudades, cuando cada vez es más difícil vivirlas como ciudades”.

  

Kublai Kan toma con sus manos de guerrero el pequeño libro que le ofrece Marco Polo.  No sin cierta dificultad lee a la luz de las hogueras el título: “Las ciudades invisibles”.

Kublai dice a Marco:

—Tu cometido era visitar las ciudades de mi Imperio y traerme el testimonio de su gloria para que yo pueda poseerlo de veras, con mi corazón, no sólo con mis armas.  Has viajado durante años.  ¿Esto es cuanto han visto tus ojos?

—Gran Kan, he recorrido tu vasto Imperio de un confín al otro; a pie, a caballo, y en barco.  He visto ciudades inimaginables y he imaginado ciudades imposibles de ver: ciudades pasadas y futuras, utópicas e infernales.  Pero el libro que sostienen tus manos no encierra la geografía de tu Imperio, sino la mía propia, porque, a fin de cuentas, todo viaje es un viaje interior.

¿Qué clase de libro es Las ciudades invisibles?  Desde luego no es una novela, ni un texto histórico o de viajes.  Tampoco se trata de un ensayo.  Ni siquiera es un poemario, aunque se queda cerca.  Las ciudades invisibles reúne un conjunto de breves descripciones de ciudades imaginarias, descritas a Kublai Kan, emperador de los tártaros, por un Marco Polo tan imaginario como las ciudades de las que habla.  Porque, aunque es cierto que Marco Polo recorrió el Extremo Oriente como embajador del Gran Kan, no hay ningún afán histórico en Italo Calvino: todo es producto de su fantasía, pero también de una profunda reflexión sobre el hecho, tan común y a la vez tan demencial, de vivir en ciudades.

Con arte tal fue construida Andria, que cada una de sus calles corre siguiendo la órbita de un planeta, y los edificios y los lugares de la vida en común repiten el orden de las constelaciones y las posiciones de los astros más luminosos: Antares, Alferaz, Capilla, las Cefeidas.

Las ciudades invisibles es una obra distinta de cualquier otra.  Cada capítulo reúne varias descripciones de ciudades de no más de un par de páginas.  Los capítulos están separados por una serie de diálogos entre Kublai y Marco Polo que dan continuidad y estructura al libro.  En esta crónica de los viajes de Marco Polo el emperador no encuentra lo que buscaba; el número de habitantes y huestes de cada ciudad, el cómputo de sus riquezas, la distribución de sus palacios, porque los relatos no contienen la descripción de la ciudad, sino de la huella que ésta dejó en Marco Polo.  Pero lejos de quedar decepcionado, este melancólico emperador insiste en escuchar la narración de Marco Polo, ya que presiente que su relato es el único vínculo que le une a su imperio.

Desde allí, al cabo de seis días y seis noches, el hombre llega a Zobeida, ciudad blanca, bien expuesta a la luna, con calles que giran sobre sí mismas como un ovillo.

Para tratarse de un texto tan original, ha sabido llegar a muchos tipos distintos de lector a lo largo de varias décadas.  Los amantes de la poesía ven en él una compilación de prosa poética; los arquitectos, un tratado de filosofía del urbanismo; los que prefieren la narrativa encuentran en sus páginas una imaginativa colección de brevísimos cuentos de viajes, apenas esbozados.  Por su parte, Calvino reflexionaba sobre este libro en una conferencia, en 1983: “Creo haber escrito algo como un último poema de amor a las ciudades, cuando cada vez es más difícil vivirlas como ciudades”.

En Eudoxia, que se extiende hacia arriba y hacia abajo, con callejas tortuosas, escaleras, callejones sin salida, chabolas, se conserva un tapiz en el que puedes contemplar la verdadera forma de la ciudad.

Cada ciudad es un poema en prosa, una imagen cargada de lirisimo.  Cada ciudad es un paisaje del alma, una búsqueda interior.  Cada ciudad es, también, un reflexión sobre ciudades existentes o posibles, un símbolo, una fábula.  Cada ciudad es, en definitiva, un pieza de un puzzle, uno de esos juegos combinatorios a los que era tan aficionado Calvino.  El conjunto es un libro que es necesario leer cuanto antes, porque es en las muchas relecturas que sin duda seguirán donde lo disfrutarán de veras.

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—Entonces —dice Kublai—, las ciudades que describes en tu narración no son reales, son sólo la huella que quedó en tu alma tras tu estancia en ellas.  Tu relato no me permitirá poseer todas esas urbes que mis ejércitos han conquistado, solamente si las visito en persona lograré hacerlas mías.

—Tampoco, Gran Kan; en ese caso sólo conseguirías escribir tu propio relato.  Pero ahí está la grandeza de la literatura:  Es un viaje que nos permite llegar a cualquier parte, pero que debemos emprender solos ya que, por largo que sea el camino, al final el viajero siempre retorna al origen de todo, a sí mismo.

Javier BR

javierbr@librosyliteratura.es

5 comentarios en «Las ciudades invisibles»

  1. Un viaje que debemos emprender solos, como la aventura de leer; un libro que no pertenece a ningún género y que los abarca todos. Literatura en estado puro y una reseña, como siempre, inmejorable.

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  2. “Las ciudades invisibles” es un libro muy especial. No sé cuantas veces lo habré leído y siempre encuentro algo nuevo en él.
    Es, además, uno de esos libros que es un placer compartir. Muchas gracias por vuestros comentarios.

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  3. ya me lo habías recomendado antes, Javier y ya lo he comprado. Solo falta que lo lea ¡ya estoy más cerca! y tu reseña ¡vaya que me anima a comenzarlo! nada más que termine con mis exámenes…
    un abrazo,
    Ale.

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  4. Muchas gracias, Ale. Es buena idea buscar el momento apropiado; es un libro sutil y se disfruta más leyéndolo con calma. Vuelve por aquí cuando lo hayas leído y lo comentamos, ¿te parece?

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