Las cosas como son y otras fantasías de Pau Luque se ha convertido en uno de los análisis críticos sobre literatura y arte más atractivos que he leído hasta ahora. No puedo empezar de otro modo la reseña, no se me ocurre una introducción, un párrafo a modo de digresión o floritura de bajo coste, ni tan siquiera una sola frase que preceda a lo que me ha transmitido este libro. Detalles que me llamaron su atención al verlo en la librería: su portada inquietante que no puede más que ofrecer un magnífico juego de interpretaciones imposibles. El título, contundente, rotundo, acompañado de un subtítulo que avanza las temáticas que abordará el libro, esto es, moral, imaginación y arte narrativo y que se fundirán entre sí a lo largo de los capítulos. Y, por si fuera poco, es el actual y bien merecido Premio Anagrama de Ensayo. Un vero amore a prima vista. Un mínimo apunte previo, ahora sí, sobre la reseña, y es que me tomaré la licencia de añadir alguna que otra referencia extra —como si tuviera pocas y malas el libro— para darle, nada, apenas una pincelada a esta de por sí genial obra. Anunciado esto, apenas lo que se deja ver en la portada, vayamos al turrón.
En Las cosas como son y otras fantasías, su autor, Pau Luque, se convierte en el demiurgo de tres brujas, como las de Macbeth, que manejarán los hilos conductores de todo el ensayo, y estos son la obra de Nick Cave, Lolita de Nabokov y El mar, el mar de Iris Murdoch. A través de estos pilares se reflexionará sobre arte y moral, el creador y su creación, la responsabilidad de uno sobre lo otro, su recepción y, a veces, mala interpretación por parte del lector/oyente/espectador y de la propia crítica, y de la imaginación y su poder, tanto dentro como fuera de la obra artística. Temas del todo necesarios para ser repensados en la época de las sensibilidades ofendidas en diferentes medios por algo que surgió como obra de arte. Debates tan en auge como el discernir entre autor/a y su personaje, de cuánto hay de verdad y cuánto de ficción son portada de nuestro presente. Crucificamos a Nabokov por haber creado a Humbert Humbert porque, alguien, puede llegar a pensar que en realidad no es más que una máscara donde esconde sus verdaderas intenciones. Luque, con mucho tino, una narrativa excelente y una argumentación inmejorable, analiza en profundidad Lolita. No solo la novela, sino en sí el propio sentido y connotación del concepto “Lolita”. Lo mismo hará con las canciones de Nick Cave, a quien, a propósito, escucho mientras escribo esto. De Cave, dice Pau Luque en su ensayo:
[…]en Estados Unidos se entendió que, de un modo u otro, elíptico, figurado o subconsciente, se trataba de una obra confesional. Y como la obra era lúgubre, predatoria y violenta, quien la creó también debía serlo.
Esta conclusión no es nueva. Oscar Wilde, dentro de su novela El retrato de Dorian Gray que, como casi toda su obra, está llena de aforismos, venía a poner en voz del pintor Basile algo así como que vivían en la época en la que se trataba el arte como una forma de autobiografía. Y esta es la reflexión que nos acerca Pau Luque en su ensayo, para que miremos con mayor amplitud las obras artísticas que nos ponen delante, para que definamos mejor nuestro juicio crítico sobre el arte, para que aprendamos a discernir entre realidad y ficción, entre verosimilitud y hecho factual, es más, entre imaginación y fantasía. También, sin perder de vista a sus “brujas de Macbeth” que conducen el ensayo a diversos temas de reflexión sobre la finalidad de la ficción, que no es más que la de disparar nuestra imaginación y ampliar nuestros universos mentales, cuestionará la postura de las columnas de opinión de los medios de prensa, asociadas a la verdad y a lo serio, en contraposición de lo literario, aquello que, sin ser mentira del todo, no es verdadero ni creíble.
Quienes temen la ficción, o, mejor dicho, quienes temen que los lectores sean incapaces de distinguir entre mentira y ficción, son los ángeles exterminadores del arte.
Quien desde luego no es tal cosa es Pau Luque. Puede ser un fingidor, como decía Pessoa, pero no un mentiroso. A lo largo del magnífico ensayo que edita Anagrama da una lección magistral con una narrativa amena y locuaz de, primero, análisis crítico sobre literatura y arte, apoyándose en una buena base de referencias y textos cruzados para definir sus argumentos, y segundo, para ayudar a todo aquel que se acerque a esta obra a leer y apreciar con mayor detenimiento el significado propio del arte, su finalidad sin fin, su autonomía e independencia de la realidad factual y, sobre todo, de permitir ser ficción a la ficción.