Reseña del libro “Las cosas de la melancolía”, de Carmen Santos
Leer a Carmen Santos es disfrutar siempre de momentos intensos.
Esas mujeres que he conocido en sus libros son mujeres que arriesgan, y unas veces ganan y otras pierden. Porque de lo que Carmen Santos nos habla, desde sus libros y desde sus mujeres, es siempre de la vida.
Eso es lo que vamos a encontrar en Las Cosas de la melancolía, si bien, en esta ocasión, sin apoyo de otro momento histórico, estamos en el presente, en esta vida complicada que todos estamos viviendo.
Así que, si eres mujer, independientemente de tu edad, este libro está escrito para ti. Si eres hombre, supongo que estaría bien que conocieras cómo viven y qué sienten ese cincuenta por ciento de la población de la que, aunque no lo parezca, tan poco se ha escrito.
Tengo un grupo de amigas, de esas que nos llamamos de “calcetines cortos” porque nos conocemos desde niñas, y a esa parte de mi vida me ha llevado Carmen Santos con su historia. Con sus mujeres me ha hecho recordar lo mejor y lo peor de las cosas que hemos vivido juntas.
También a ese otro grupo a las que quiero y con las que comparto mi día a día, a las que he conocido ya siendo adulta, amigas de elección, con las que tomo té y café… ¡Y cerveza, y buen vino…! Y es que este libro va sobre todo de la amistad, de estar en los buenos momentos, esos en los que todos reímos y lo pasamos genial, y esos otros en los que cuesta estar, pero estás y están.
Además, si somos amantes del cine y de la música, tendremos en Las cosas de la melancolía un buen repertorio de escenas y una selecta banda sonora.
Recuerdo una ocasión, durante la presentación de la revista cultural Ágora, en la que hablando Antón Castro, que es un referente cultural importante de este país, decía que si alguien quiere saber algo sobre cine clásico debería tener como contacto directo a Carmen Santos.
El caso es que, en la presentación de Las cosas de la melancolía en Zaragoza, todo el mundo tuvo ocasión de ver juntos a Antón Castro y Carmen Santos, mano a mano, hablando de Literatura, Música y como no, de Cine. Y es que cuando los artistas se juntan se nos vuelven renacentistas y hablan del Arte en todas sus facetas.
Un libro para recordarnos que somos humanas, que nos pasan cosas, que necesitamos de los demás para superarlas, que es muy difícil salir solos del hoyo al que en ocasiones nos lleva la vida. Un libro que me ha recordado que la vida pasa, y que cuando va pasando hay que ir aceptando esas cosas que pasan, las buenas, que son el regalo de vivir cada día, de darnos una oportunidad para avanzar y ser felices; y las malas, esas que me han encogido el corazón, pero es muy difícil pasar por la vida sin que ella nos deje huellas, y ya no solo hablamos de padres que ya no están y armarios que hemos tenido que vaciar, hablamos de amigas que ya solo están en el recuerdo… Y es que estamos hablando de melancolía, de Las cosas de la melancolía.
Lo que pasa en Las cosas de la melancolía nos lo cuenta Elisa, la protagonista y personaje más literario…
¡Es propietaria de una librería!
¿Quién no ha soñado con ser propietaria de una librería y vivir de eso?
Mi filóloga de cabecera siempre soñó con vivir de vender libros y bragas en la misma tienda, yo siempre he insistido que me gustaba más la idea del libro-bar, quien siga mis reseñas supongo que ya lo entenderá. Decía Rosa Montero que si vas a vivir a un sitio nuevo y quieres socializar deberás acudir a la biblioteca del lugar y naturalmente a alguno de sus bares… Pues esa era exactamente mi idea.
Volviendo al libro os diré que el resto de las amigas de Elisa son Mabel, a la que conoce desde el colegio, y Anacris, Susa y Noelia, a las que después conocerán ambas en una clase de zumba, todas y cada una de ellas con una historia a cuestas.
Elisa tiene un perro, antes tenía otro, pero si quieren saber sobre eso deberán adentrarse en sus páginas.
El caso es que yo venía a decirles que lean a Carmen Santos y Las cosas de la melancolía porque a Carmen la quiero mucho desde que la descubrí al leer Días de menta y canela, una novela que nunca he olvidado, y porque ya no he dejado de leerla, y dejo que me lleve, y me entretenga, o me remueva por dentro, y también la dejo que me invite a un buen cabernet Sauvignon mientras leo, aunque tampoco le haré ascos al que ella ponga en mi copa… Lo dejo a su elección.