Las diez mil Puertas de Enero

Reseña del libro “Las diez mil Puertas de Enero”, de Alix. E. Harrow

Hay formas de narrar especiales, y después está la de Alix E. Harrow. 

Voy a intentar calmarme y no empezar a soltar de golpe todas las cosas que me han gustado del libro del que vengo a hablarte hoy, básicamente porque quiero que esta reseña sea legible y entendible por todo el mundo, y si me dejo llevar por la emoción está claro que no lo voy a conseguir. 

Y por ello voy a empezar por el final (¿coherencia, dónde?): tienes que leer Las diez mil Puertas de Enero. 

Este libro ya me tenía ganada por su portada —que me parece de las más bonitas que he visto últimamente—, me siguió convenciendo cuando me enteré de que estaba traducido por David Tejera (compi de letras y al que tanto Doider como yo le tenemos muchísimo que agradecer) y terminó de encandilarme cuando leí la sinopsis. Verás, en este libro vas a encontrar un poco de todo, pero te lo resumiré en tres conceptos: fantasía, viajes en el tiempo y el espacio y una prosa excepcional. 

Alix E. Harrow nos plantea un mundo muy interesante en el que existen puertas que hacen que quien las cruce pueda viajar en el espacio y en el tiempo. O eso dice el libro que Enero Demico, nuestra protagonista, ha encontrado entre los miles de cachivaches y artefactos que su padre guarda como un tesoro. Ese libro es increíble y contiene una historia de amor capaz de atravesar cualquier puerta, y Enero podrá comprobarlo muy pronto. Tan solo tiene que creer en ello. Así, empieza a sucederse así un sinfín de aventuras, y con cada pasito que demos descubriremos una puerta nueva y un mundo totalmente distinto al anterior. ¿Y cuántos mundos caben dentro de un mismo libro? ¡Muchísimos!

Tengo que decir que, a pesar de la historia tan increíble que tengo entre manos, lo que más me ha gustado en realidad es la prosa de la autora. No te exagero si te digo que hacía mucho tiempo que no me encontraba una prosa de este nivel. Y sé que esto ocurre cuando de repente se me pasa por la cabeza la fugaz idea de «ojalá algún día consiga escribir algo así». Me he deleitado con su narración (delicada, con florituras y muy trabajada) y, sobre todo, con sus metáforas y comparaciones. Ha sido un placer poder sentir a través de sus palabras y volver a comprobar que leer, en muchas ocasiones, no es solamente leer. Aquí tengo que hacer un inciso, y es que en más de una ocasión me he parado a pensar en el increíble trabajo que tuvo que hacer el traductor para mantener la esencia de la autora y jugar con las palabras como ella juega, porque eso es algo que hace muchísimo, jugar con el lenguaje y las palabras a su antojo. Y el resultado no podría ser mejor. 

Si bien es cierto que en algún momento dado he echado de menos más ritmo —en alguna ocasión he visto que sobraban algunas de esas «Puertas»—, al final todo tiene sentido. Puede ser que en el crucero de Las diez mil Puertas de Enero algún lector sienta que las aguas se han calmado, pero yo le animo desde aquí a continuar porque el final es precioso y emocionante, de esos que dejan el corazón calentito y latiendo a mil por hora. 

Pero bueno, este último párrafo es para que veas que, a pesar de no ser un libro perfecto para mí, he disfrutado de él una barbaridad y no puedo hacer más que recomendarlo al cien por cien. Y es que a veces no hace falta que algo sea perfecto para que sea inolvidable. Ojalá Alix E. Harrow continúe en esta andanza de las letras y siga deleitándonos con sus Puertas, sus fantasías, sus historias de amor fuera de lo común, sus metáforas y, sobre todo, sus palabras. 


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