Entre tonos de gris es uno de esos libros que se graban en la memoria y que recomiendo siempre que puedo. Por eso, cuando vi que Las fuentes del silencio lo había escrito la misma autora, Ruta Sepetys, no dudé en leerlo. Aunque su sinopsis me hubiera llamado la atención igualmente, ya que esta novela retrata la década de los cincuenta, cuando el franquismo abrió las puertas al turismo y a los empresarios de Estados Unidos, mientras en las entrañas del país perduraban la miseria, el miedo y los secretos, propios y colectivos.
En cuanto empecé Las fuentes del silencio, me di cuenta de que esta novela no era igual que las demás que había leído sobre este periodo histórico, porque, por primera vez, no me lo contaba un autor español, sino una escritora estadounidense. Hasta ahora, los libros de Ruta Sepetys habían tirado de su propia historia familiar, y quizá esa era la razón de que fuesen tan conmovedores: los había escrito de dentro hacia fuera. Pero ¿qué sabía ella de la historia de España? ¿Cómo iba a comprender una extranjera los matices de una guerra fratricida y de una dictadura que nos ha marcado durante generaciones?
Esas mismas preguntas se hizo ella cuando se sentó a escribir. Precisamente quería comprender, al igual que Daniel, el protagonista de la novela, un joven texano, hijo de un magnate del petróleo, que se hospeda en el Castellana Hilton de Madrid en 1957. Allí conoce a Ana, una doncella del hotel, hija de una pareja de republicanos que fueron asesinados durante la guerra civil. Estos dos jóvenes, a pesar de ser de orígenes tan diferentes, están llenos de esperanza y comparten sus ganas de relacionarse, de expresar amor y buscar la verdad, pero su cultura y circunstancias personales y familiares los constriñen.
Como trasfondo a esta historia de amor que sloe cuece a fuego lento, Ruta Sepetys plasma las dificultades que experimentaron tanto España como Estados Unidos a la hora de cooperar. Para ello, nos va dejando extractos de documentos de la época, extraídos de fuentes tan diversas como la Colección de Historia Oral de Asuntos Exteriores, de Virginia, o una revista de la Sección Femenina publicada en 1945. También aparecen las opiniones que tenían de España los presidentes Truman, Kennedy, Nixon o Gerald Ford.
A través de la cámara de fotos de Daniel, que aspira a ser fotoperiodista, y de los protagonistas de sus instantáneas, como Fuga, el huérfano que quiere ser torero, o Puri, que trabaja en la inclusa, Las fuentes del silencio nos habla del hambre, el aislamiento, el miedo y la socialización del silencio que persistían en el país, a pesar de que hacía veinte años que había acabado la guerra. Y así plasma la frágil tensión entre la historia y la memoria. Mientras que unos personajes están desesperados por recordar, otros están desesperados por olvidar. Y el precio más alto lo pagan los jóvenes, que ni siquiera vivieron el conflicto bélico, pero que han heredado las culpas, las vergüenzas y los silencios de los que sí lo hicieron.
En este ejercicio literario de escribir en la dirección contraria, de fuera para dentro, Ruta Sepetys sale airosa, porque no solo los personajes son creíbles y entrañables, sino que alumbra algunos de los rincones más oscuros de aquellos tiempos y pone voz al silencio que reconcomió a muchos. A pesar de mirarnos desde la distancia, logra conmovernos.