Renovarse o morir. Reinventar. Adecuar a los nuevos tiempos. Adaptar el producto al público objetivo. Ese que ladra, ese que manda, ese que tiene el dinero en el bolsillo. ¡Brainstorming! A veces tocando la tecla correcta: mundos oscuros e inquisitoriales, muertes necesarias, sexualidades reconstruidas… ¡Tormenta de mierda! Otras intentando lo absurdo: simples cambios de vestuario, orígenes alterados de forma burda para acceder a la sobrevalorada corrección política, resurrección (¿en serio?), cuarta o quinta resurrección…. ¡Miradme soy posmoderno! ¡Miradme soy accesible al público medio! ¡Intentaré no tirarme un pedo para no ofender! Gracias por su compra. Aquí tiene. Trague con embudo para mayor disfrute. Buen provecho.
Esta vez la nueva concepción de los superhéroes no está en manos de guionistas con las clavijas apretadas por editores con el alma encogida por amenazas de los altísimos. Esta vez tenemos a Retconn. Retconn es una empresa con sede en El Cielo Final. Operan lejos de las leyes de la existencia. Tienen al alcance cualquier realidad. Han secuestrado pequeños pedazos para modificarlos y crear hiperrealidades. Existencias que pretenden equilibrar, reajustar… homogeneizar para venderlas al mejor postor. Su producto estrella tiene que ver con la leche. ¿A quién no le gusta la leche? ¿A ti? ¡Intolerante! Esa leche en botella de vidrio. Fresca, sana y lista para beber. El repartidor, Lecheroman, no puede evitar hablar sobre las bondades de su producto mientras se patea todas las calles de Happy Harbor, Rhode Island. La aparición de La Patrulla Condenada romperá con la tranquila y aburrida monotonía de esa comunidad dando además inicio a Las Guerras Lácteas.
Lo que empezó en La Patrulla Condenada: Ladrillo a ladrillo y continuó en La Patrulla Condenada: Nada llega a su tan esperado desenlace en un crossover (tomad esa palabra, guardadla en el bolsillo, luego la analizaremos en profundidad) que nos llevará a una realidad en la que la Liga de la Justicia de Tierra Prime ha sido transformada en una patrulla vecinal de un barrio residencial de mediados de los 50. De Lecheroman ya hemos hablado. También tenemos a Padre Bruce: un Batman ejerciendo de cura lava cerebros que se rodea de pequeños monaguillos vestidos de Robin. A Wonder Woman le ha tocado la peor parte. Ahora conocida como Wonder Wife se desvive por ser la mejor ama de casa mientras a su lado tiene como criada emocional a Shade, the changing girl. Por el amor del santísimo Slifer Giffen, si hasta el propio Lobo es un tipo aburrido que fuma en pipa y que se siente turbado cada vez que alguien suelta un taco. ¡Santa Rajadura!
En Las Guerras Lácteas encontramos una constelación, no solo de superhéroes sino también de guionistas y dibujantes. Steve Orlando y Gerard Way se encargan de narrarnos el inicio y el final, esos momentos en los que La Patrulla Condenada toma las riendas de la narración y más hace brillar la obra. A los lápices ACO y Dale Eaglesham. Un brillante trabajo. Un diseño de personajes único (el primero con una splash page desplegable de infarto, Dale mostrándonos la muerte y resurrección de Rita Farr, a lo pasión de Jesucristo (más literalmente de lo que creéis)) que casi nos hace olvidar al trabajo más juvenil, menos épico pero más bello de Nick Derington.
Para el condensado de Madre Pánico, con Batman haciendo de villano que da el coñazo con su homilía, escribe Jody Houser y dibuja Ty Templeton. El tono ya viene marcado por el primer capítulo y deja entrever que este cómic, a pesar de su metalenguaje, metaficción y hasta rotura de la cuarta pared, nos va a hablar de la verdadera razón de la existencia de cada uno de la forma más compleja y rara posible. Asimismo pasa con Wonder Wife, a pesar de que Cecil Castelluci expone la historia más simplona y que a duras penas salva Mirka Andolfo con un dibujo limpio y pleno de vida gracias al radiante colorido.
Llegados a la cuarta parte del cómic encontramos a Cave Carson. Antaño aventurero, ahora junto a su hija es un mero chupatintas. Pero algo en su interior le dice que no pertenece a ese lugar, que la realidad que está viviendo no es la que debería. Las revelaciones vendrán tras una vomitona, un vómito que le mostrará el camino a seguir para hallar esa verdad en la que personajes como Hayao Miyazaki o Dalí serán la clave. La metalocura se adueña de las viñetas y a través de la filosofía de lo imposible Jon Rivera trata de reflexionar de qué forma el arte puede ser mancillado y convertido en un subproducto insustancial. Langdon Foss une neón y psicodelia, consiguiendo que alcancemos en algún momento la sensación de llevar gafas 3D (las cutres, las de los 80), para prepararnos para el acto final. Un acto final donde la épica deja paso a lo disparatado para llevarnos con sensación de nostalgia al nacimiento mismo de un nuevo sello editorial: el DC’s Young Animal.
Crossover (recordáis la palabra, tomadla), eso dije que era La Guerras Lácteas. Un crossover de La Patrulla Condenada, Madre Pánico, Shade, the changing girl y Cave Carson has a cybernetic eye. DC’s Young Animal consta de algunas series más, pero las que confluyen en este cómic son esas. A día de hoy y a través de ECC hemos podido disfrutar de las dos primeras series. Así pues, no es de extrañar que al leer Las Guerras Lácteas se tenga la sensación (a pesar de toda la locura y metaficción añadida) de que algo se escapa. Es como degustar un gran manjar sentado en una silla que cojea. Delicioso e incómodo a la vez. Revelador a medias. Con todo, y como bonus, a tener muy en cuenta esas páginas en las que Magdalene Visaggio y Sonny Liew nos hablan de la falsa trayectoria de un personaje de cómic que nunca existió: Etirnity Girl. Una obra que nace aquí y a la que habrá que seguir de cerca. Muy, muy de cerca.
1 comentario en «Las Guerras Lácteas, de VV. AA.»