Las hijas de las horas, de Teresa Buzo Salas
El protagonista de Las hijas de las horas, Virgilio, tiene, en principio, una única característica que hace que queramos saber más de él y que no lo abandonemos a las primeras de cambio: se le ha muerto una hija de sólo 15 años, y el hombre sigue destrozado mientras la vida continúa. Él no comprende cómo la vida puede continuar para todos los demás, incluso para esos viejecitos que siguen caminando a trancas y barrancas por la calle con sus andadores y a quienes él mira con desprecio, con odio incluso; también para su exmujer, que tiene nueva pareja y nueva familia. Para todos excepto para su hija, Celeste, y se diría que para él mismo, que no encuentra ningún asidero en la vida, no halla acomodo ni sentido, y el único motor que lo sigue manteniendo en pie y relativamente funcional es esa rabia, ese odio por el resto del mundo, el amor que ya es incapaz de sentir por nada ni por nadie salvo por el recuerdo de su hija y por su anónimo perro, que lo sigue a todas partes a pesar de ese agriado carácter.
Virgilio, homónimo de aquel iniciado en los varios círculos del infierno dantesco (y no por casualidad, como intuimos enseguida), realiza su incursión personal en el submundo. Su vida es un ir flotando a la deriva, regocijado en sus propios pensamientos llenos de desprecio, amargura, odio y negación de la vida. Sin embargo, un buen día, comienza a recibir en Facebook mensajes que vienen del perfil de su difunta hija; mensajes que lo animan a seguir adelante y lo reafirman en el amor de su hija por él. Ahora, al odio por el resto del mundo hay que añadir el misterio y la loca esperanza de Virgilio de que esos mensajes hayan sido escritos desde ultratumba por su hija. Y esa esperanza lo conducirá a querer indagar, y esa curiosidad será el débil hilillo que hará que Virgilio quiera -a pesar de sí mismo y no dándose plena cuenta de ello- aferrarse aún a la vida. A eso contribuirá también una nueva persona en su vida, Lucía, hija del nuevo marido de su exmujer, y una peripecia en la que se verá envuelto a raíz de todo ello.
Las hijas de las horas es una novela que comienza despacio, abundando en reflexiones sobre la vida y la muerte, entendiendo ésta únicamente como oposición despreciable a aquélla. Virgilio, ya lo hemos advertido, no parece poseer ahora mismo ninguna cualidad que lo redima a ojos del lector, y verdaderamente es así: se nos invita a simpatizar y a empatizar con un protagonista cuyo carácter, pensamientos y acciones podemos comprender, pero que pese a ello es fácil que no nos guste. No es un hombre simpático y la tragedia y la tristeza ahuyentan a la gente, por lo cual será sólo nuestra intuición de que en Virgilio hay algo más, algo positivo y esperanzador pese a su firme voluntad de vaciarse totalmente de vida y de amor, lo que nos empujará a seguir leyendo. Y esa decisión tendrá su recompensa pues, parejamente a la nueva aventura vital de Virgilio, que supondrá su desafío último, el dilema que deberá resolver y la incógnita que deberá despejar -no tanto el origen de los mensajes de Facebook que parecen provenir de lo imposible, sino la incógnita sobre sí mismo, sobre su elección entre vida o muerte, su vida o su muerte en vida-, el lector podrá realizar una incursión reflexiva en los tres grandes -hay quien dice que únicos- temas de cualquier novela o de cualquier mente, en realidad: la vida, la muerte y el amor. Entendiendo éste, según la novela, como un amor en un sentido convencional -el amor paterno-filial o el amor entre personas-, pero también como apego a la vida a pesar de todos los reveses.
A medida que gana en profundidad y en intensidad poética, curiosamente también la novela va ganando en ritmo y en capacidad para mantener la atención del lector por el desenlace de la aventura terrenal de Virgilio y el desenlace, también, paralelamente, de su dilema existencial, que habrá de resolver de una manera o de otra.
No se da con frecuencia que un escritor sea capaz de combinar con acierto expresión poética e introspección -con más razón cuando el tema que se trata es el de la muerte y nuestra incomprensión, frustración y rebelión contra ella- con acción y desarrollo de personajes y conducir todo ello a un bien construido clímax, sin embargo en Las hijas de las horas Teresa Buzo Salas demuestra que sí es posible. Todo un acierto y una primera novela publicada -ya que, según consta en su biografía en la solapa del libro, lleva varios años escribiendo novelas y relatos- muy alentadora en una autora que, seguro, va a dar muy buenas sorpresas en el futuro.