Las huellas imborrables, de Camilla Läckberg
Merece la pena rescatar del archivo de libros la que es, hasta la fecha y a la espera de lo que nos depare su reciente nueva novela, la mejor entrega de Camilla Läckberg de su colección de crímenes de Fjällbacka, esa especie de Saint Mary Mead o Cabot Cove sueco que, con sus 1.000 y poco habitantes, concentra una cantidad desorbitante de asesinatos que va resolviendo la Jane Marple o Jessica Fletcher de la localidad, la escritora, esposa, ama de casa, madre y, sobre todo, metomentodo profesional (dicho con todo el cariño, porque la verdad es que es fácil tomarle cariño; aunque eso no quita que la mujer sea una auténtica metete) Erica Falck, casi más hábil en esa arte resolutiva que su marido, el policía Patrik Hedström.
Las huellas imborrables es la quinta novela de la serie, después de La princesa de hielo, Los gritos del pasado, Las hijas del frío y Crimen en directo. Quienes hayan leído no ya todas las novelas anteriores, sino sólo las dos primeras saben que tan importante como la historia policiaca, o quizá más, es la otra parte que conforma cada una de las novelas de Camilla Läckberg. Nos referimos a la parte romántica, costumbrista y humorística. Y, con lo difícil que es innovar en cualquier género y más aún en uno tan convencionalmente cerrado y bien marcado como el policiaco, hay que reconocerle a Läckberg el mérito de haber dotado de cierta frescura un nicho que suele caer muy fácilmente -y no digo que sea algo malo- en lo procedimental y en la descripción pura y dura de rutinas policiales.
Leer una de las novelas de esta saga es lo que viene a ser, en términos televisivos, sentarse a ver un episodio de Se ha escrito un crimen, con su aire levemente casual, de comedia de costumbres, su aire de pueblo pesquero, su sheriff bonachón, su saloncito de té donde coinciden todos los vecinos, sus familias de reunión de mesa camilla y su amigable sabuesa que resuelve crímenes con la mayor naturalidad del mundo. Y lo mismo que íbamos conociendo la vida y milagros de la Sra. Fletcher, en esta saga se pretende que el lector cobre el mismo interés por seguir las peripecias de la vida personal de sus protagonistas, con sus escenas de vida en pareja, con los pañales y los programas de tele de su hijita, los roces de Erica con su suegra, las confidencias con su hermana… Habrá a quien le guste más y a quien le guste menos, pero es un elemento que da unidad a toda la saga y que hace que los personajes protagonistas se nos metan bajo la piel y pensemos en ellos como en nuestros amigos literarios. De cualquier manera, no se puede discutir que Erica y Patrik son personajes profundamente vitalistas, en las antípodas de la mayoría de protagonistas de novela policiaca de la actualidad.
En Las huellas imborrables, la parte dedicada a la vida de sus protagonistas adquiere una importancia algo más que anecdótica o curiosa, puesto que se imbrica directamente con la historia policiaca, al aparecer asesinado un experto en historia de la Segunda Guerra Mundial y del nazismo al cual Erica encomendó la investigación de una medalla nazi que encontró entre las pertenencias de su difunta madre. Por ello, la resolución del crimen corre pareja al descubrimiento de nuevas verdades sobre la madre de Erica, que ésta tendrá que enfrentar.
Las huellas imborrables supone un salto cualitativo con respecto a las novelas anteriores de la saga de Fjällbacka. La estructura es idéntica -un misterio del presente que hunde sus raíces en el pasado; un relato con flashbacks, en los que esta autora es una auténtica virtuosa, pues sabe incluirlos en el momento oportuno para acrecentar el interés de la historia en lugar de interrumpir el flujo natural de aquélla-, pero está mucho más trabajada, y se nota el esfuerzo de documentación que realizó Camilla Läckberg sobre la historia de Suecia y de Noruega durante la gran conflagración mundial.
Nada de ello es gratuito, y a pesar de que -como sucede en cada novela de esta autora- da la sensación de que el libro se ha publicado sin editar, es decir, sin dejar fuera ni un solo párrafo del escrito inicial, en esta ocasión la lectura se hace fluida y se sigue la historia con interés y agrado.
Acaso el logro más importante de esta autora no sea el matrimonio exitoso entre novela negra y novela rosácea (ciertamente yo no la calificaría de rosa, como sí hacen algunos lectores), sino dotar a sus historias de corazón, que no es lo mismo que hacer novela rosa y sentimental. Sus historias, y ésta es el ejemplo más claro hasta la fecha, parecen escritas desde el corazón, y apelan, sobre todo, a la parte emocional del lector, a su empatía, a su capacidad de comprensión y de identificación con los personajes. Las historias de Läckberg son siempre profundamente universales, con personajes sencillos, realistas, y con historias de crímenes que nos resultan cercanas en lo que tienen de contenido humano.
Acabo de terminar de leer esta novela y sí me gustó, pero no me apreció la mejor hasta el momento. Para mí hasta ahora la mejor es Las hijas del frío, pese a la crueldad de la misma. Será que, como madre de una niña, me dejó una huella muy honda cuando la leí y por eso es la que más me quedó grabada.
Saludos, muy buena reseña,