Al igual que el anterior tomo de En manos de maestros I, este segundo tomo nos regala a los amantes de la literatura el inmenso placer de ponernos los ojos de un maestro indiscutible, J.M. Coetzee para contempla, analizar y descubrir a otros grandes autores o temas del mayor interés. La diferencia de este último tomo está al final, porque el último de los ensayos permite entrar en el propio mundo creativo de Coetzee, un lugar del que no se sale indemne.
Los ensayos de este segundo volumen son:
- Erasmo: locura y rivalidad
- Goethe, Las desventuras del joven Werther
- Sobre Hölderlin
- Joseph Roth, los cuentos
- Robert Musil, Las tribulaciones del estudiante Törless
- Italo Svevo
- Sándor Márai
- Irène Némirovsky, escritora judía
- Ocho formas de mirar a Samuel Beckett
- El joven Beckett
- Juan Ramón Jiménez, Platero y yo
- Gabriel García Márquez, Memoria de mis putas tristes
- Sobre Zbigniew Herbert
- Trabajar con traductores
Yo sé que ustedes, que son gente de tan buen gusto como elegante criterio, no me pedirían que eligiese entre este tomo o el anterior porque sería pedirme elegir entre papá y mamá, cosa que todo el mundo sabe que está muy fea. Sin embargo sí que me atrevo a decir algo al respecto, siendo como son ambos verdadera joyas este segundo tomo es más literario y tiene al menos dos motivos no para preferirlo pero sí para recomendarlo individualizadamente y no como parte de un todo. El primero de ellos ya se lo adelanté, en el último de los ensayos Coetzee habla de su relación con sus traductores y lo hace con ejemplos concretos de sus obras. No sé si puedo expresar con palabras el inmenso placer que supone contemplar el proceso creativo de este gran autor, verle hablar de su prosa y en fin, de su técnica literaria. Es un texto francamente espectacular. Dice además una de las cosas más hermosas que he leído sobre el oficio de la traducción, no me resisto a trasladársela:
Si a uno le pidieran el epítome de la profesión de escritor, “noble” no sería la primera palabra que le vendría a la cabeza. En cambio “noble” sería un epíteto bastante apropiado para el traductor, cuya luminaria es Fides y que no puede aspirar ni a la fama ni a la fortuna.
El segundo de los motivos es la ilusión del descubrimiento. Aunque está presente en todos los ensayos de ambos volúmenes, el penúltimo de los ensayos de este tomo segundo nos descubre a Zbigniew Herbert y a su particular versión polaca de Don Quijote, Don Cogito. La descripción que de autor y obra hace Coetzee resulta tan atractiva que le obliga a uno a prometerse a leerlo y descubrirlo por sí mismo.
Las manos de los maestros, entendida como conjunto o cada tomo individualmente, es una obra que invita a leer, que renueva los votos de amor eterno a la literatura y que invita, además, a la reflexión y al pensamiento crítico. Una maravilla.
Andrés Barrero
@abarreror
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