Reseña del libro “Las mejores tartas de queso”, de Bea Roque
¿Sabes esa receta perfecta que probaste en tu infancia y no hay forma humana de encontrarla? En mi caso es una tarta de queso y creo que al fin he dado con ella en Las mejores tartas de queso, de Bea Roque. No era fácil porque la “mía” no llevaba base de galleta, era marroncita por la parte superior y sabía a queso más que a dulce.
Como verás, la cocina no es lo mío, por eso no tengo vocabulario adecuado para transmitir lo que quiero decir. Por eso mi búsqueda ha llevado años. Incluso he hablado con amigas de montar un proyecto de “cata de tartas de queso” hasta que diéramos con la exacta. Algunas, las vascas, se acercaban mucho, pero eran blancas, blanquísimas, como un lienzo sin estrenar. Y la “mía” ya he dicho que combinaba los tonos otoñales grácilmente.
Tengo que recurrir a la poesía y a la metáfora para que sintáis el saliveo que me ocurre cuando pienso en ella. Esponjosa, perfecta e irrepetible. Hasta hoy. Sí, entre las recetas del mundo incluidas en el libro de Bea Roque, una de Las mejores tartas de queso, en concreto, la japonesa, es “la mía”. Lo curioso es que quien cocinó mi receta ideal fue la madre leonesa de una compañera del colegio, en unos años en los que la globalización aún no estaba de moda ni había blogs ni internet, vaya.
Claro que son estos libros los que consiguen estos milagros. Primero un poco de historia donde descubres que las tartas de queso ya se hacían en la Grecia clásica, 500 años a.C, como una especie de tortas con queso fresco, miel y harina cocinadas a la parrilla. Muy lejos de la “mía”, ¿eh? Y en la historia reciente casi la encuentro. Dice Bea que en el restaurante La Viña de San Sebastián se hizo famosa la basque burnt cheesecake, con un “acabado tostado casi quemado y un interior semilíquido”. Lo primero sí, lo segundo no.
Las otras dos razones para leer Las mejores tartas de queso son la fotografía y la organización de la información. Anda, probad a echarle una foto a vuestras aportaciones culinarias al mundo. Como mínimo editáis al momento y lo habitual es un “borrar antes de que lo vea alguien”. Es todo un arte fotografiar con gracia los alimentos. La cocina combina todos los sentidos y comprimirlos al código visual es pura magia. Quien tiene un negocio de hostelería, bien lo sabe. Aquí los artistas son la propia Bea Luque y Antonio Alcaide. Un aplauso para ambos.
La última cuestión es el índice. La disposición de la recetas en muchos libros tiene de ordenada lo que el cuarto de mi hijo. Nadie sabe por qué tu tiempo vale más si lees un ensayo científico que si buscas la receta adecuada para ti o para ese momento. El caso es que en esta ocasión tienes un mapa que va del “¿Cómo preparo una tarta de queso?” a las “Tartas de queso saladas” pasando por el maravilloso “Resolución de problemas”. Hay personas con el don de escuchar un gramaje en la receta y hacerse una idea de si sabrá a huevo o a queso. No es mi virtud, desde luego, por eso leer que Bea Roque ha pensado en personas como yo, me emociona.
Por supuesto, terminaré con mis favoritas, no todo va a ser hablar de “la mía”. De las “clásicas” me quedo con la de mascarpone y limón. Aunque la de leche condensada me va a llevar hacia una talla más. Para cuando tengo prisa, el mug cheesecake. Y para el próximo cumpleaños, llevaré los bocaditos de arándanos. Solo son algunas de las delicias que puedes encontrar en Las mejores tartas de queso. Dime, ¿cuál es tu favorita?