Las mil y una noches, de Anónimo
Me sucede siempre, cuando tengo que hablar de un clásico, que no sé muy bien por dónde empezar. Quizá por eso – y en este caso más – he tardado un poco más de la cuenta en poner en orden mis ideas, habida cuenta que la edición que tengo entre manos lo merece, y probablemente se merecería una reseña mucho más grande. Las mil y una noches que, como supongo que comprobaré más adelante, prácticamente todo el mundo conoce, viene aquí envuelta en un auténtico lujo. Su historia, harto conocida, ha llenado las páginas de antologías y las estanterías de muchos de los que ahora, con sus ojos puestos en esta pantalla, nos estarán leyendo. Pero yo, que me prometí hace poco tiempo empezar a visitar los clásicos que se me habían escapado por el camino, decidí que esta lectura era imprescindible. Así que me vi inmerso en su mundo mientras iba de un lado para otro, de viaje en viaje, aprovechaba algún rincón libre para poder leer algunos fragmentos de esta obra tan conocida, pero por la que había pasado de puntillas gracias a referencias en otros libros o por personas que me habían hablado maravillas de esta lectura. Pero no hablaré aquí, además, de la obra en sí, sino también de la edición que, como si de un tesoro se tratara, cuando llegó a mis manos, vi que mis pupilas se dilataban, mis manos sudaban, y todo fue de la emoción de sentir ya mío un libro, una forma de edición, que haría las delicias de cualquiera que, como yo, adorara los libros por encima de todas las cosas. Es un placer – a la par que un desafío – hablar hoy de Las mil y una noches.
Hay una especie de sensación que se me queda clavada siempre que cae en mis manos un texto clásico, ya sea Las mil y una noches o cualquiera de los que aquí se han reseñado: la de no tener la capacidad necesaria para hablar de toda la profundidad que llevan aparejada. En este caso, la parte más difícil es hacerlo sobre la historia que lleva detrás este texto que ha dado la vuelta al mundo. En uno de los eternos debates en los que me meto de lleno con mis amigos a veces ellos decían que no entendían cómo era posible que me leyera este libro, si estaba completamente obsoleto yo. Recuerdo que les pregunté, obsoleto en qué. Y ellos me dijeron que en la vida, que esas cosas – ¡cosas! – escritas hace tanto tiempo no podían ser muy válidas hoy día. Eso me dijeron ellos, que no son aficionados a la lectura y que no ven la diferencia como yo. Este texto te envuelve, es lo más que puedo acercarme a él sin restarle la importancia que se merece. Y es que te envuelve a cada instante por lo que acabas casi hipnotizado y deseando seguir, aun a sabiendas de que debes descansar, debe el sueño reparador visitarte. Pero si de algo estoy seguro, mucho más allá de lo apasionante de la lectura, es la edición que Cátedra se ha marcado. No sólo con el texto, sino con el siguiente volumen que aparece, que es un estudio perfecto de la obra. Quizá alguno me pregunte por qué me vuelvo tan apasionado con el tipo de ediciones, pero en serio, si vosotros tenéis esta edición entre manos sabréis de lo que estoy hablando. Uno lo puede sentir, casi como si un hormigueo recorriera la piel, cuando se tiene entre las manos.
Si de algo me han servido todos estos años haciendo reseñas es a fijarme en aquellas lecturas que, por varias razones, es imposible que falten en la vida de todo lector. Las mil y una noches ha sido, quizá, uno de los textos más adaptados de la historia de la literatura, pero creo que – y si me equivoco, rectificaré encantado – no se había traído aquí, a España, una edición tan cuidada de un texto que, ya por su forma, por su contenido, era bastante complicado de traducir con todos sus matices, los detalles que marcan la diferencia en un texto, eso que lo convierte en algo completamente distinto. Lo importante en esta reseña, para mí, no es que yo me pusiera a hablar del argumento, de los personajes, de las narraciones incluidas en él, creo que lo verdaderamente importante es hacer ver a los que nos leéis que estamos ante un gran acontecimiento que, aunque tenga sus años, sigue manteniendo su importancia. Esta edición, este Las mil y una noches es un texto definitivo que nos hará regocijarnos en nuestra propia suerte por haberlo encontrado, por haberlo devorado o por haberlo, simplemente, tenido entre las manos.