Y las montañas hablaron, de Khaled Hosseini
Las decisiones pueden llevarse de dos formas distintas: siguiendo hacia delante con ellas o quedándonos estancados en el más profundo de los abismos, con ellas como única compañía. Son aquellas decisiones que tomamos por el bien, o quizá por el mal disfrazado de un bien común, las que nos llevan a plantearnos cómo ha sido nuestra vida, la de los que nos rodean, para poco tiempo después suspirar, con ese pequeño aire que sale de unos pulmones viciados por lo que nos ofrece la propia naturaleza, y ver aquello que nos traen en forma de consecuencias. En la vida, como en el juego, se toman decisiones de diferente índole, con un calado muy distinto en cada caso, intentando en todo momento que aquello que creíamos necesario hacer no se convierta en nuestra maldición, en nuestro castigo, sin lograrlo en alguna ocasión. Y las montañas hablaron es un mosaico de voces, de voces que arraigan en la tierra, que a veces la sobrevuelan, que deciden postergar para más adelante lo que para ellas estaba destinada, o que, simplemente, deciden abandonar este mundo debido al peso de las decisiones de otros. Es selección natural, la ley del más fuerte, de aquel que sobrevive a pesar de todo, incluso con todo, deseando que después de la batalla, después de la inútil tempestad, llegue por fin la calma.
Un matrimonio decide dar a su hija en adopción. Esa dolorosa decisión llevará incrustada de todas las voces que se ven desequilibradas en sus vidas por aquel momento, por aquel bien que sus padres creyeron necesario y que creó abismos que parecen convertirse en insondables.
Cuando alguien pronuncia el nombre de Khaled Hosseini es prácticamente imposible que no le venga a la mente su título más conocido, Cometas en el cielo. El que suscribe puede decir que no vio su curiosidad lo debidamente suscitada por esta novela, por lo que, para mí, esta nueva novela que nos llega después de un largo tiempo de silencio del autor, es la primera. Y quizá suene a remordimiento, a reproche hacia uno mismo, pero el caso es que en estos momentos me pregunto por qué aquella primera novela no cayó en mis manos en aquel momento. Supongo que cada lector necesita su tiempo. Soy de los que piensan que una novela escoge al lector, mucho más que el lector a una novela, y que hay un pequeño momento, casi diría que su duración es de una milésima de segundo, en la que algo en sus manos tiembla lo suficiente para saber que esa, y no otra, es la novela que debe leer. Sucedió así con Y las montañas hablaron cuando llegó a mi casa en un sobre y pude acariciar sus tapas. Algo tembló, algo hizo click y se metió en mi cuerpo deteniendo el tiempo por un momento y sabiendo que esto era lo que tenía que leer, lo que tenía que saborear.
Las novelas corales, en las que muchas voces nos cuentan un mismo suceso, o las consecuencias que el mismo provocó, siempre me han parecido de una perfección pocas veces vista. Salvo contadas excepciones, puedo decir que quizá sea uno de esos géneros que más me gustan, con los que más disfruto. Y las montañas hablaron convierte al lector en el espectador perfecto, ese que mira desde la distancia sin entrometerse, que siente cómo las cadenas que nos sumergen en la vida pueden acabar apretando demasiado, comete el perfecto delito de sumergirnos en una vida que huele a muerte, que la busca sin hallarla hasta sus últimas consecuencias, y nos balancea entre otras muchas vidas que comparten un nexo de unión, la adopción de una niña sin derecho a voz y voto, traspasando las generaciones, conmoviendo al corazón más frío, ese que no bombea sangre sino que produce escarcha, desequilibrando las emociones, pasando de la lágrima (no la fácil, aquí la lágrima fácil no entra en los planes) a la sonrisa tierna, esa que nos despierta un abrazo dado en momentos inesperados, en besos que significan el comienzo de un amor, o de una amistad profunda, llena de sacrificios, de silencios con intenciones, y que Khaled Hosseini los perfecciona a través de las palabras, a través de una historia llena de muchas historias que nos trasportan a Afganistán, a París, a San Francisco, y a un lugar que todos esperamos: al corazón.
Suponiendo que yo, que he confesado no ser un lector de sus anteriores novelas, tuviera que hablar del autor como si de verdad le conociera, quizá empezaría a caer en el absurdo más absoluto, intentando dar detalles de su biografía que haya sacado de cualquier buscador. Pero no lo haré, por una simple razón: siempre he creído que la obra de un autor trasciende al mismo autor, que lo eleva a una categoría propia, casi diría que única, haciendo que nuestra mente trastee y transite por escenarios que no nos esperábamos. Por eso si yo hablara de Khaled Hosseini tendría que hacerlo desde el fruto, un fruto maduro que imploras que no caiga y se pudra, que da esta última novela, el germen que crece en el cuerpo de un lector, yo mismo, quizá cualquiera de vosotros, y que nos inunda trastocándolo todo, convirtiéndonos en un puzzle que necesita de una pieza para ser terminado y así, de esa manera, construir la imagen entera para que así, junto con las palabras del autor, podamos respirar tranquilos, sosegados, sabiendo que en el horizonte, más allá de nuestros ojos, habrá más historias esperándonos, muchas más, y que él será quien nos provea de ellas. Ser escritor es ser un hacedor de sueños y eso, del que aquí os hablo, lo consigue a la perfección.
Aquí puedes descargarte las primeras páginas de “Y las montañas hablaron”, de Khaled Hosseini
Y a continuación podéis ver el booktrailer de este libro: