Supe de la existencia de Luis García Montero mientras estudiaba Filología Hispánica en la universidad. Aunque en las aulas se habla poco, o casi nada, de literatura actual, en cierta asignatura se habló de García Montero, o mejor dicho se le mencionó, como uno de los continuadores de la llamada “poesía de la experiencia” que inició Gil de Biedma. A mí me gustaba mucho (y me sigue gustando) leer la poesía de Gil de Biedma, y por eso cuando tenía que ir a por algún libro de la biblioteca (¡usemos más las bibliotecas!) siempre acababa cogiendo alguno de este autor. Y tras él, empecé a coger los de García Montero. Luego supe de su relación con Joaquín Sabina, de su influencia en muchas de sus canciones, de sus pinitos en la política, etc. Y ya lo fui conociendo un poco más. Pero nunca había leído ningún libro de él que no fuera de poesía. Así que aquí estoy por vez primera con uno que en principio no es de poesía pero que en el fondo un poco sí lo es. Ahora me explicaré. Estoy hablando de Las palabras rotas, publicado por Alfaguara.
Soy tan reacio a leerme las fajas que ponen a los libros e incluso a leerme las sinopsis, porque no quiero que me destripen nada, que a veces el hecho de no hacerlo me juega una “mala” pasada, como en esta ocasión. Y es que cuando vi nuevo libro de García Montero, con esa ilustración de cubierta que a mí tanto me indicaba ficción, pensé que estaba escogiendo mi primera novela de él. Nada más lejos de la realidad. Las palabras rotas es una suma de reflexiones del poeta español en torno al problema de la comunicación a causa, como bien dice el título, de la rotura, la corrupción, de las palabras. Pero he añadido unas comillas a la palabra “mala” porque afortunadamente el error me ha hecho encontrarme con un libro altamente recomendable.
Las palabras rotas se divide en cuatro partes y un epílogo. Por un lado, un breve ensayo donde García Montero nos habla de su experiencia con las palabras y de cómo ve que estas han ido evolucionando hacia su paulatina destrucción, bajo el título Cómo retrasar el estallido de la bomba. Le sigue la que para mí es la parte más interesante del libro: Palabras en el cubo de la basura. En ella, el autor escoge once palabras y nos habla de vivencias y opiniones con respecto a ellas de forma individual, acabando cada uno de sus comentarios con un poema relacionado con la palabra en cuestión. Palabras como verdad, progreso, tiempo o identidad son las que el autor busca desgranar para, con su experiencia, intentar pulir hasta llegar a su esencia. Tras estas reflexiones, le siguen nuevas en una parte donde la heterogeneidad de los temas ya aparece desde el propio título: Explico algunas de mis cosas. Allí nos habla de su vida como persona entregada a la literatura, de cómo esta puede ser una forma de resistencia o incluso de cómo un problema de luciérnagas puede ser la chispa de una reflexión sobre política. Política y literatura son los temas que por encima de todo prevalecen en esta serie de reflexiones que conforman este variado engranaje de textos que es Las palabras rotas. La última parte, Diálogos con Juan de Mairena, es un homenaje a Antonio Machado, a ese tan conocido alter ego del poeta y a todos los conocimientos que gracias a su literatura ha aportado en él durante todos estos años de lecturas y aprendizaje.
Con gran cantidad de referencias, mezclando personajes políticos con literarios, García Montero se descubre aquí todavía más que en su poesía, que ya es decir, en un libro donde todo es él. Pesadumbre con respecto al futuro, poesía como salvación, literatura como vía de escape, reflexión ante una vida pasada; todo desde una perspectiva actual «sin confianza en la inspiración». Las palabras rotas es un testamento, con mucha antelación y sobre todo con mucha verdad (aunque no creo que a García Montero le guste mucho que usemos esta palabra) de la ética y la moral de uno de los abanderados de la “poesía de la experiencia” que comentábamos antes o, qué demonios, de uno de los grandes abanderados de la poesía actual.
Yo ya conozco un poco más al hombre que estaba detrás de los poemas que leía entre clases en la facultad. ¿Y tú? ¿Te animas a conocerle?