Las partículas brillantes

Las partículas brillantes, de Marcos de la Fuente

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La locura es un cáncer de extremos que se alimenta del vacío y de la plenitud (Marcos de la Fuente)

Los poetas que pasan suficiente tiempo jugando con pólvora normalmente luego publican libros que son como cajas de fuegos artificiales, y que una vez abiertos no dejan de iluminar la habitación y de resonar por encima de nuestras cabezas hasta que se vuelven a cerrar, siempre después del último punto y aparte.

Marcos de la Fuente es uno de esos poetas. Las partículas brillantes es uno de esos libros.

Como se menciona en su cuarta de cubierta, los poemas que lo componen son el resultado, por decantación, de diez años de escritura y de puesta a prueba constantes. Al estilo de los juglares, Marcos de la Fuente ha recorrido con ellos desde las ciudades más grandes a los pueblos más pequeños, y se ha subido para recitarlos en escenarios enormes y en cochambrosas tarimas hechas con cajas de cerveza, hasta que por fin han tomado la forma de este peculiar libro. A lo largo de ese camino, al autor le ha dado tiempo a bastantes cosas, entre las que destacan sus interminables horas en la radio y su trabajo al frente del Festival Kerouac Vigo de poesía y performance, una de las propuestas que demuestran que lo que ahora llamamos spoken word está muy vivo en plazas alejadas de los círculos concéntricos de Madrid y Barcelona.

Más allá del puñado de poemas que lo componen, Las partículas brillantes es un objeto artístico que trasciende al blanco y negro, gracias al impecable diseño y a las fotografías de Vanesa Álvarez Díaz. La mayoría de los poemas llegan arropados por una canción, una instantánea o las dos cosas a la vez, con lo que el trayecto a través de él se convierte en una experiencia completa que requiere de la atención de todos los sentidos para ser disfrutada.

La poesía de Marcos de la Fuente remite a la tradición oral, a un estilo en el que resulta fundamental fijar las ideas en el interlocutor. Verso corto, repeticiones continuas y ejercicios fonéticos constantes, con los adornos justos y las metáforas siempre pendientes de no estorbar en la cascada de versos. Unos textos eléctricos y casi electrónicos, normalmente bastante largos, que construyen primero una base rítmica sólida sobre la que después asentar un mensaje alto y claro. Y ahí un abanico bastante amplio de posibilidades. Marcos no se repliega sobre los temas clásicos (el amor, la muerte, la naturaleza), sino que se abre a poemas de contenido social y político que llaman a la acción y al movimiento, a la curiosidad y a la experimentación. De manera consistente con estos principios, el comienzo de Las partículas brillantes se apoya en el vocativo y tiende a la exhortación, a la llamada. Salve selva o El momento son poemas que van en esta dirección; interpelan al lector de manera contundente, lo hacen partícipe y elemento decisivo, una tendencia que se mantiene a lo largo de toda la obra, aunque se suaviza más adelante en un puñado de textos centrados en el propio poeta (Tercer brazo). La última sección remite al colectivo, a las ciudades por las que han transitado los textos (Nueva York, Vigo) y a la sociedad en su conjunto (La revolución no será televisada).

Como suele pasar con los fuegos artificiales, esta opera prima de De la Fuente se cierra dejando un halo de luz impresa bajo los párpados, perfectamente perceptible cuando se mantienen los ojos cerrados, y un zumbido en los oídos que tarda en marcharse. Polvo de poesía en suspensión bailando alrededor del cerebro.

Hay solamente 500 de estas partículas a la venta, en edición del propio autor financiada vía crowdfunding. Aquellos que no hayan podido hacerse con un ejemplar a través de su campaña en Verkami tienen la oportunidad de encontrarlo en bastantes librerías, sobre todo de Vigo y de Madrid.

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