Lo cierto es que no suelo ver la tele. Me gusta mucho ver series y películas, pero para ello prefiero encender el ordenador y elegir lo que voy a ver ese día. No me gustan los realities ni enterarme de lo que hace la farándula española con su vida. Pero sí que hay una cosa, una sola, que tengo que ver todos los días: el telediario. En mi casa cenamos a las nueve en punto, lo que significa que mientras estamos en la mesa encendemos la tele y nos ponemos al día de lo que ha pasado en el mundo. Y todavía no entiendo el porqué. Ese rato, que apenas dura veinte minutos, es un rato lleno de angustia, de indignación, de drama, de desolación… muy pocas veces veo alguna noticia que consiga sacarme una sonrisa. Todo son desgracias.
Pero aun así, no puedo evitar verlo a diario. Necesito saber qué ha pasado por el mundo, cuál es la situación política actual, si hay algo de lo que deba enterarme. Y ya sé que cuando apague la televisión estaré muy cabreada porque nada de lo que he visto en esos minutos me ha parecido bien. Pero así es la vida, ¿no? Y después de ese rato, siempre recuerdo la lección: hay un bando que gana y un bando que pierde.
Porque la vida consiste en eso: en bandos. O al menos eso nos han hecho creer. Eres de Cola Cao o de Nesquik, de izquierdas o de derechas, de tortilla con cebolla o sin cebolla, de los que venden las armas o de quienes las usan.
Las tres caras de la moneda habla básicamente de esto, de bandos y de opiniones que se forjan a la fuerza dependiendo del momento y del sitio donde a uno le ha tocado vivir. Todo empieza con una tremenda explosión en la casa de los Ávid, donde el padre de familia fallece. Será su hijo el que tenga que descubrir quién está detrás de ese ataque y lo podrá conseguir gracias al nuevo puesto político que le ha llegado como caído del cielo. Mientras tanto, en el Desierto Naranja las cosas están cada vez más tensas y cualquier movimiento puede acabar en un fatal desenlace. Y también encontramos una historia paralela en la que una chica se enfrentará a todo lo habido y por haber con tal de defender sus ideales.
Como veis, es una novela que tiene tres caras, tres representantes que, dependiendo de su posición en la historia, nos contarán una versión u otra de los mismos hechos. Por lo tanto, es una trama contada a tres tiempos en la que se va desvelando poco a poco todo lo que necesitamos saber para poder resolver todos (o casi todos) los misterios que en sus páginas se esconden. Esto es realmente interesante porque los tres protagonistas que se encuentran en las diferentes caras de la moneda tienen un punto de vista sobre la historia que nada tiene que ver con el de los demás.
Jordi Belda Valls nos trae así su primera novela en la que podemos ver un retrato de nuestra propia sociedad. Ahora mismo solo vivimos en bandos y, dependiendo de en cuál te encuentres, tu visión del mundo será una u otra. Y realmente no creo que esto sea malo, no veo ningún problema en que alguien se posicione en un lado o en otro del conflicto. Lo que sí creo es que el problema viene cuando a uno se le olvida que los demás también pueden elegir bando y no tiene por qué ser el mismo que el nuestro. Tan legítimo es uno como el otro. Esto es algo que se nos suele olvidar y que podemos ver reflejado en Las tres caras de la moneda.
Un punto a favor de esta novela es que las tres historias se van alternando continuamente en los capítulos, de manera que cada uno de ellos está dedicado a uno de los protagonistas. Esto hace que la lectura sea muy ágil, ya que siempre va a haber una historia que nos llame más, lo que hará que leamos muy rápido para poder llegar a ella. Además, gracias a su corta extensión (tiene alrededor de ciento sesenta páginas), se puede leer casi de una sentada.
El desarrollo de los personajes no es malo pero quizás me ha faltado algo de caracterización. Me hubiera gustado que tuvieran más personalidad y un carácter más marcado que hicieran que me metiera más en la historia. Pero esto es algo que va más con mis gustos personales.
Tengo que destacar especialmente la ambientación, ya que todo esto sucede en un país inventado por Jordi Belda Valls. El Desierto Naranja, en concreto, me ha gustado muchísimo. Antes decía que todas las personas que leyeran este libro iban a tener una cara de la moneda preferida, pues para mí lo era la del Desierto, quizás por su protagonista (un chico huérfano que ha sido criado por una monja) o bien por lo exótico del lugar. Sea lo que sea, yo estaba deseando que los capítulos de las otras dos historias pasaran para poder llegar a mi parte favorita.
Después de haberlo leído sigo creyendo firmemente que la historia depende de quien la cuente y del bando donde esa persona se encuentre. Porque no todo es blanco ni negro y porque siempre hay más caras en una misma moneda que tenemos que tener en cuenta.