Primero fue La vida es suero y después llegó El tiempo entre suturas. Yo no sé a vosotros, pero a mí con esos títulos ya me tienen ganada. Por eso, cuando he visto que se publicaba Las uvis de la ira no he podido resistirme a conocer las aventuras de Enfermera Saturada.
¿Y quién es Enfermera Saturada? Pues Satu, una gallega treintañera que trabaja como eventual en el sistema sanitario público, a la que también conocen como «la mujer de la bolsa de empleo» y que, de tanto saltar de oposición en oposición y de planta en planta, ha desarrollado personalidad múltiple y muchísimo sentido del humor. Aunque, en realidad, es el álter ego de Héctor Castiñeira, un enfermero que se ha servido de este personaje de ficción para narrar su día a día en el hospital y sus reflexiones sobre la precariedad de su situación y de su ámbito laboral, así como sus pensamientos sobre la vida misma. Comenzó autopublicando La vida es suero en 2013, que llegó a ser el libro más vendido de aquellas navidades, para un año después fichar por Plaza & Janés. Las uvis de la ira es su tercer libro, y es evidente que habrá muchos más. Enfermera Saturada tiene algo especial que conecta con la gente, sean del gremio sanitario o no, porque es real, como esa amiga que te cuenta sus avatares diarios, riéndose por no llorar.
Porque ¿quién no tiene un familiar o un amigo que trabaja (o intenta trabajar) en el ámbito sanitario? Yo tengo algunas amigas y conocidos enfermeros y, al leer las anécdotas de Enfermera Saturada, ha sido irremediable que los tuviera presentes todo el tiempo, recordando las historias que me han contado, algunas totalmente surrealistas que no desentonarían en absoluto en estos libros. Y es que los hospitales son microuniversos que dan muchísimo de sí.
Las uvis de la ira es un libro de humor, El club de la comedia edición sanitaria, que a simple vista parecen anécdotas bien hilvanadas sobre pacientes, supervisoras, compañeras, médicos y monitores que se rebelan, con las que es fácil conectar y echarse unas risas, pero que a la vez son una reflexión y crítica sobre el estado actual de la sanidad pública española, las condiciones laborales (igualmente malas) de los profesionales de enfermería que emigran a otros países o la menoscabada atención primaria.
Es evidente que si se pertenece al gremio sanitario se disfruta más de la lectura, porque mientras a mí los chistes sobre amoxicilina y el ácido clavulánico me dejan con cara de lela, a mis amigas enfermeras les provocan carcajadas. Pero, incluso así, recomiendo los libros de Enfermera Saturada a cualquier persona que quiera pasar un buen rato, ya que además le servirán para descubrir la complicada situación de este gremio y para aprender cosas, como que ese palito de madera con el que el pediatra nos miraba la garganta se llama depresor de lengua (hay que ver qué nombre tan complicado para algo tan sencillo).
Héctor Castiñeira nos demuestra que la mejor forma de afrontar el dolor es con una sonrisa. Y como me temo que vamos a necesitar una buena dosis de sonrisas para hacer frente a la sanidad de los próximos años, os animo a leer Las uvis de la ira. Quizá así, la próxima vez que tengáis que visitar un hospital, entendáis por qué hay tanta enfermera saturada.