Imagina por un momento que, en un punto de plenitud creativa, decides biografiar y anotar las vidas de los más excelentes artistas de nuestro tiempo. No nos engañemos, no estamos en el pináculo de nuestra capacidad artística, así que sintiéndolo, ya no por ti que has intentado imaginarte como la biógrafa o el biógrafo del arte de tu tiempo, sino por lo mediocre de este, pero esa compilación de vidas quedaría bastante pobre. Ahora prueba a imaginar cómo sería, ya no solo biografiar a los artistas del Renacimiento, sino encima vivir en su propio tiempo, ser partícipe de esa explosión de creatividad máxima, de oler, tocar y sentir cada lienzo, escultura o elemento arquitectónico que te rodea. Da vértigo saberse coetáneo y, en ocasiones, conocido cuando no amigo de los Miguel Ángel, Rafael, Bramante, da Vinci y un largo etcétera. Si nos maravillamos con las obras que nos han legado, más abrumador tuvo que ser vivir esa eclosión artística que de Florencia a Roma se estaba desarrollando durante esos siglos. Y los artistas que se encargaron de llenar de arte las galerías y calles de Italia fueron recogidos en un libro convertido con el paso de los siglos en el máximo exponente de vidas del arte del Trecento, Quattrocento y Cinquecento.
Las vidas de Giorgio Vasari fue el regalo que el también pintor y arquitecto además de crítico y escritor, ofreció a Cosme de Médicis para recopilar en un volumen la vasta nómina de artistas italianos de los siglos del XIV al XVI. Tanto hizo la familia Médicis por el arte en Florencia que merecía tener unidas en un dilatado libro las impresiones y anotaciones de Vasari sobre las figuras que más relevancia habían tenido durante el Renacimiento. Y no solo Cosme de Médicis se vio beneficiado de tal regalo, con los siglos somos nosotros los que podemos gozar de esas notas en un libro fundamental para la historia del arte. Porque lo que Vasari escribió de sus coetáneos y de aquellos que le precedieron no eran simples datos biográficos, fechas y estilos. Lo suyo fue un ejercicio de crítica sobre sus obras y además un testimonio de anécdotas o vivencias sobre aquellos genios que estaban haciendo historia. Una defensa a ultranza del arte del que él mismo bebía para inspirarse. Su Gallerie degli Uffici en Florencia, hoy sede y custodio del arte renacentista italiano, fue una de sus aportaciones. Las alabanzas a las obras de arte se defienden a través de un juicio crítico y analítico que destaca al detalle un cuadro, una escultura o una construcción arquitectónica, y a su vez diferencia al artista bueno del mediocre.
Cátedra nos ofrece en Las vidas una versión reducida de aquella original. La edición de Vasari, y que Cátedra ya editara con anterioridad, recogía hasta 133 vidas. Esta selección incluye 32 de los artistas más representativos, esta vez en un formato más grande y repleto de ilustraciones preciosas que embellecen aún más las vidas que se recogen. De Giotto a Miguel Ángel con el que cierra el libro, repasa a genios de la talla de Brunelleschi, Pisano, Lorenzo Ghiberti, Masaccio, Botticelli, por supuesto, el de Vinci y otros tantos que te aseguro te harán gozar por la belleza de sus obras y el testimonio de Vasari para referirse a ellos. Ya seas estudiante de arte o simplemente te guste el arte renacentista italiano, este libro es una pieza fundamental de cualquier biblioteca por cuanto en él se trata. Arte y vida inseparables en las figuras geniales que protagonizaron la más sublime representación artística que nuestra historia haya concebido.
Estupenda página sobre un personaje relevante en la historia del arte. Quizás en el arte de la historia. Anima y orienta a la lectura.