Hace unos meses me sentaba delante del ordenador para contaros cosas sobre Presas, un libro escrito por Beatriz Esteban y editado por Nocturna que me había sorprendido para bien. Hoy, tiempo después, vengo a hablaros de un libro de la misma autora y de la misma editorial pero que poco tiene que ver con el libro que menciono. Y es que hace unos días ha llegado a mi vida Las voces del lago y las ganas por adentrarme de nuevo en la prosa de Beatriz hicieron que empezara a leer enseguida.
Tenemos que trasladarnos a otro país y a otra época para conocer a Bree, la protagonista. En concreto, nos vamos a Irlanda y al año 1997. El padre de Bree acaba de fallecer, así que su madre y ella deciden emprender el regreso al pueblo donde ella pasó su infancia, con la intención de superar esa trágica pérdida.
Pero allí, Bree no solo no será capaz de alejarse del recuerdo de su padre, sino que además tendrá que lidiar con un aspecto nuevo de su vida que hasta entonces no se había manifestado: la línea que divide lo real de lo paranormal se disuelve cuando ella está cerca. Junto a Adam, su mejor amigo de la infancia, intentará descubrir de qué va todo eso.
Pero no nos dejemos llevar por esta premisa. No pensemos que tenemos delante una historia de fantasmas y ya está. Es que Las voces del lago es mucho más que eso. Conocer a Bree supone todo un reto para el lector, que tiene las mismas ganas que ella por descubrir qué es lo que está pasando. Pero a la vez, es capaz de dejar ese tema de lado para centrarse en la depresión que padece la madre de Bree o incluso en la relación tan especial que tiene con Adam. El lector tiene tantos frentes abiertos que se pasará el libro navegando de uno a otro, encantado, y cuando quiera darse cuenta habrá llegado a un punto final donde entenderá que esta no ha sido una historia de fantasmas. Lo entenderá todo.
Quiero recalcar con especial interés varios aspectos de esta novela. En concreto, tres. El primero es la ambientación. Siempre he querido conocer Irlanda y poder ver retratado ese lugar que tanto me atrae a través de unas palabras tan precisas, me ha puesto los pelos de punta. Como estar viajando, ya os lo digo yo. El segundo es la relación que existe entre Adam y Bree. No es una relación ideal, y pasan momentos buenos y otros no tan buenos —aquí podría contaros mil cosas, pero voy a mantenerme callada— pero eso es precisamente lo que más me ha gustado, y es que al final el desarrollo de los personajes es algo que destaca a la fuerza sobre todo lo demás y eso se ve a la perfección en esa relación que os menciono. Y por último, tengo que destacar la forma en la que Beatriz Esteban introduce temas como la depresión en una novela que podríamos catalogar como ficción. En todas sus novelas, las enfermedades mentales tienen un gran protagonismo. Si bien en esta ocasión no es lo que más importa del libro, sí que es cierto que le da un sentido imprescindible a todo. Consigue que una enfermedad mental sea parte de la historia, exactamente igual que ocurre en la vida real. Porque sí, señores, muchas veces nos olvidamos de retratar las cosas crudas que suceden a nuestro alrededor porque pensamos que quizás no tienen cabida dentro de la ficción. Pero por supuesto que la tienen, y Beatriz se encarga de demostrarlo de una forma magistral.
No sé qué más deciros de esta novela sin que ello me incluya a mí destripando todas las cosas que me han hecho saltar del sofá. Todos los giros, sorpresas y secretos que he ido descubriendo página a página. Así que creo que voy a dejar aquí de darle a la tecla para que ahora seáis vosotros los que descubráis qué son esas voces que se escuchan en el lago.