Lecturas de juventud, de Michel Tournier
Michel Tournier nos invita a recuperar a los autores clásicos de nuestra juventud.
“Me planteo una gran pregunta: ¿el hombre que lee es trabajador o gandul? Dos grandes novelas empiezan de la misma manera, Rojo y negro de Stendhal y La fortuna de Gaspar de la condesa de Ségur. Un padre campesino pega a su hijo porque le sorprende leyendo, es decir, holgazaneando”.
Michel Tournier es uno de los escritores franceses contemporáneos más reconocidos, a pesar de lo cual su obra ha pasado algo desapercibida en España. Sin embargo, tanto las novelas como los relatos de este aspirante a filósofo son muy recomendables; ingeniosos, irreverentes y lúcidos, representan la mejor tradición de la literatura gala.
Tournier es, además, profesor y Lecturas de juventud es una recopilación de breves lecciones sobre literatura para jóvenes e incluso niños de más de 12 años. Pero no se asusten, porque este profesor no nos va a examinar por sorpresa ni nos va a obligar a memorizar una interminable lista de títulos y fechas; Tournier es de esa clase de maestros que entra en el aula y te pide que guardes el libro en el pupitre y escuches.
Lecturas de juventud es un viaje por la geografía de los “clásicos” para jóvenes; aquellas historias de aventuras que hicieron soñar despiertos a generación tras generación: Verne, Kipling, Heine, Cervantes… Obras que nunca nos hemos tomado demasiado en serio, que hemos ido relegando al olvido, encerradas en algún baúl lleno de viejos juguetes. Aventuras que nos marcaron como lectores y puede que como personas.
Estas lecciones, casi pequeños ensayos, son desenfadadas, pero profundas; amenas, pero rigurosas. Y no crean que les hablo de un libro sólo para jóvenes que se inician en la literatura; Lecturas de juventud nos ayudará a recuperar los libros que leímos hace tantos años, a quitarles el polvo de la memoria, y también unas cuantas capas del barniz cursi de las ediciones juveniles, para descubrir su verdadero espíritu.
Tournier recupera la memoria de autores hoy olvidados, como Adalbert Von Chamisso que, huyendo de la Revolución Francesa, se exilió en Alemania y en el estudio de la Botánica. Esautor del cuento Peter Schlemihl, el hombre sin sombra, tan famoso en toda Europa como desconocida es el resto de su obra. O Heine, otro exiliado, pero esta vez siguiendo el camino inverso, desde la espartana Alemania del XIX, donde era perseguido por su condición de judío, hacia Francia, símbolo de libertad. Heine nunca se terminó de desprender del recuerdo de su patria y trece años después volvió a Hamburgo, ebrio de nostalgia y nacionalismo, en un arriesgado viaje que narró en el poema alegórico Alemania, cuento de invierno, al final del cuál le es revelado el terrible futuro de su patria.
También encontramos a la condesa de Ségur, que comenzó a escribir a los 57 años, tras una vida completamente novelesca: hija de un ministro del zar Pablo I y casada con un noble francés, conoció todas las cortes y revoluciones de su tiempo. Y cuando al final de su vida, arruinada y olvidada por todos, decidió escribir unos cuentos para sus nietos (relatos oscuros y crueles, como siempre han sido los cuentos infantiles), sin quererlo, alcanzó la fama.
Tournier reivindica la figura de Julio Verne, considerado por muchos como un autor juvenil y, por tanto, menor. En sus obras la auténtica protagonista es una geografía que debe ser descifrada por el héroe para culminar su búsqueda, lo que las enlaza con los mitos de la antigüedad. Pero además existe un profundo simbolismo en esa geografía encantada de Verne.
¿Qué decir de Alicia en el País de las Maravillas? Difícilmente la imagen de la obra de Lewis Carroll que ha quedado en nuestra memoria puede diferir más del espíritu del texto original y de las dudosas motivaciones de este clérigo y matemático.
Y Alphonse Daudet, el inocente adolescente provinciano que aterriza en París en pleno corazón de la bohemia y es iniciado en la mala vida por personajes tan poco recomendables como Zola, Cezanne, Baudelaire, Maupassant o Verlaine. En su escritorio, el retrato idílico y pastoral de su Provenza natal de Cartas desde mi molino comparte lugar con el lado más oscuro de la vida nocturna parisina de la nada edificante Safo.
También encuentran su lugar en estas lecciones ilustradores como Benjamin Rabier, creador de un mundo animal alegre y sencillo frente a una humanidad cuyos rasgos característicos son “la majadería, la fealdad y la ferocidad”. Para Rabier, que es recordado por los álbumes del patito Gedeón, “dibujar animales es la infancia del arte. Todo estriba en darles una expresión triste o jovial”. Y sabía lo que decía, pues en realidad su obra más conocida es, precisamente, la risueña vaca que da nombre a una marca de queso.
Hablando de literatura juvenil, no podía faltar Rudyard Kipling, cuyo nombre está indisociablemente unido a la India. Perola Indiade Kipling es imaginaria, ideal, simbólica… y marcadamente occidental; un territorio donde hasta los animales de la jungla se organizan con impecable jerarquía británica. También hubiéramos echado de menos a Jack London; marinero, buscador de oro, vagabundo, conductor de trineos de perros; aventurero casi analfabeto y escritor de novelas de aventuras que beben de las fuentes de Darwin, Marx y Nietzsche, sus lecturas favoritas. O un aventurero farsante como Karl May, ladrón, mitómano y escritor de decenas de cuentos ambientados en el Oeste americano sin salir nunca de su Sajonia natal: el Sergio Leone de la literatura juvenil.
Y hay más: Selma Lagerlöf, que con El maravilloso viaje de Nils Holgersson supo unir de manera excepcional lo fantástico y lo didáctico. Hergé y los orígenes scout de Tintín. ¿Sabían que Tintín fue creado por Rabier, el ilustrador del que habíamos hablado antes, en 1898? Pierre Gripari, que aparece semioculto y disfrazado, como un pintor renacentista, en todos sus cuentos.
Desde la emotiva relación de Tournier con el volumen de Nils Holgersson que le ha acompañado casi toda su vida a la compleja interpretación, en clave filosófica, de la obra de Verne, Lecturas de juventud es una obra irregular y heterogénea. Tengo mis dudas sobre si será del agrado de los más jóvenes, no sólo por su enfoque analítico, sino también por los autores elegidos: los gustos literarios de la juventud probablemente vayan hoy por otros caminos. Pero para aquellos que vivimos las aventuras de Verne, Kipling o London cuando nos iniciábamos en los libros, este paseo por nuestras bibliotecas infantiles de la mano de Tournier no sólo representa una ocasión única para entregarnos a la nostalgia, también nos permitirá contemplar esos textos bajo una óptica nueva y, quizá, darles el puesto que merecen en la estantería de los adultos.
Javier BR
javierbr@librosyliteratura.es
Soy de los que se iniciaron en la lectura con Verne, así que a buen seguro que encuentro motivos de nostalgia en este repaso bibliográfico. Me parece además una buena oportunidad para recuperar algunos autores que me son plenamente válidos para el lector adulto.
Un saludo!
Al ser latinoamericano, mi infancia casi no tuvo los libros que se mencionan acá. En Argentina leí otros autores. Sin embargo, si ese libro cae en mis manos o si mis manos van a ese libro, tal vez pueda realizar el camino inverso, leer el libro y luego los libros de los que habla.
Linda reseña =)
Saludos!
Efectivamente Iván, esa es la idea de Tournier, que muchas de esas lecturas de juventud no sólo son válidas para el adulto, sino que además, leídas ahora, pueden ofrecer una lectura muy diferente de la que realizamos cuando éramos niños. Gracias por tu comentario.
De hecho, Roberto, muchas de las lecturas de Tournier, que es francés, son casi desconocidas en España. Pero el libro tiene interés aunque no hayas leído a ninguno de los autores de los que habla.
Muchas gracias por tu comentario. Un saludo.