Levantado del suelo, de José Saramago.
Al terminar de leer un libro, y sobre todo si lo que leímos fue bueno, solemos expresar al aire alguna frase que lo defina, del estilo “qué bueno” o “lo tengo que reseñar” o “Le va a gustar a…” Otras veces llegamos al punto de abrazar la edición para luego colocarla en algún lugar especial de nuestra biblioteca. Casi siempre, soñamos con conocer a algunos de los personajes que conformaron la historia ¿Quién no soñó con hablar horas con el Coronel Aureliano Buendía de Cien años de soledad? Por último, a veces ocurre que la historia leída nos genera una ansias terribles de viajar, que es lo que les pasará luego de leer Levantado del suelo, de José Saramago.
El maravilloso escritor portugués manifestó sobre esta novela que su afán era poder decir, cuando la terminara, “esto es el Alentejo” y agregó humildemente que al menos logró escribir una historia que hablara sobre ese lugar y que eso ya era todo un resultado. Tras leer las 425 páginas de este libro, me atrevo (¡qué descarado!) a reformular la expresión del gran Nobel de Literatura: Levantado del suelo no es “el Alentejo”, sino la versión más cruel, inhumana, capitalista y vergonzosa sobre este tierra de latifundios sanguinarios y explotadores, auténticas desgracias para los pobres a los que no les queda más que trabajar la tierra.
Es verdad que a lo largo de la novela conoceremos a personajes que pese a las terribles vivencias que les toca vivir nos muestran su lado más humano, tierno y esperanzador, pero la pura realidad es que esos soplos de aire cálido no son más que pequeños oasis tras el cual la cruda y fría realidad nos vuelve a golpear, y por contraste, más duramente. Aquí nos encontraremos con la eterna lucha de clases entre los dueños de los medios de producción y quienes, al no tener acceso a esos medios, tienen que trabajar para los latifundistas, quienes además los emplean bajo las más precarias condiciones de trabajo con el fin de obtener más ganancias al menos costo. Y ese menos costo se llevará la vida de varios integrantes de las generaciones de familias que conoceremos gracias a la pluma genial del eterno Saramago.
Así conoceremos a los dueños de la tierra (decir conocer es exagerar, porque como a todos los grandes “Señores” se los ve poco y nada) y a su inmenso poder represor, que en este libro, y lamentablemente también en aquella realidad de la dictadura de Salazar, se apoya otros puntos fuertes como lo son las Fuerzas del Orden (policías represoras a las que el terrateniente mantiene a sus órdenes mediante sobornos) y la autoridad de la Iglesia, cuyo sector más repudiable se ve perfectamente retratado en la figura del Padre Agamedes, un auténtico hipócrita que reúne todo aquello que el supuesto representante de Dios en la tierra debería carecer.
Pero toda gran explotación genera insurrecciones, que derivan, por suerte, en revoluciones (en este caso la famosa Revolución de los Claveles), esas manifestaciones generales que buscan, de una u otra manera, mejorar las condiciones laborales de los que menos tienen y sufren las miserias cotidianas, ante la mirada pasiva del Gran Creador.
Fantástico libro, de principio a fin. Obra maestra.
Roberto Maydana
Bellísima novela, cruda y emotiva