Lexicón, de Max Barry
¿Qué poder tiene el lenguaje? ¿Es un mero canal de comunicación o es algo más? ¿Es un medio, un fin, o simplemente un juego? Cuando las palabras se retuercen, se estiran para conseguir nuestros propósitos, el resultado puede ser tan sorprendente como inesperado. Soy alguien que tiene la firme convicción que, el lenguaje, bien entendido, tiene el poder de crear algo donde antes había un completo vacío. Especializado, además, por avatares de la vida, en esa especie de persuasión que puede darse gracias a esto mismo, al lenguaje, encontrarme algo como Lexicón sólo hace que me reafirme en mi planteamiento, pensando en todo momento que, a pesar de encontrarnos ante una historia de ciencia ficción, no estamos tan alejados de poder ver el mundo que aquí se describe cerca de nosotros. Pero como se trata de dar una explicación a lo que, en principio, no la tiene para vosotros, diré aquí que, probablemente, me encuentro ante una historia del género como pocas veces me he encontrado en este año, quizá por la diferencia en el planteamiento, quizá por estar ante una recomendación de alguien que merece realmente la pena (@Toliol, bendito @Toliol) o puede que, simplemente, ver una novela en la que el protagonista principal es el lenguaje, que al final es lo que nosotros manejamos cuando hacemos reseñas, haya metido en mi cuerpo una sensación de satisfacción que, tras unos cuantos minutos, da lugar a reflexiones que nada tienen que envidiar a cualquier título del género. En el fondo, lo más importante, es poder compartir con vosotros ese momento así que aquí va.
Emily lleva una vida tranquila hasta que llama la atención de unos reclutadores de una escuela en la que se enseña a sus estudiantes a persuadir, a emplear el lenguaje para manipular a la gente. En Australia, Will es inmune a esas palabras, y puede haberse convertido, de la noche a la mañana, en la clave para ganar la guerra secreta que se lleva manteniendo durante años. Todo cambia cuando, irremediablemente, la vida de estas dos personas se junte y ya sólo importe una palabra que todos conocemos y a la que nos cuesta poner nombre.
Para empezar esta reseña, o al menos para empezarla como se merece, hay que dar la enhorabuena a Daniel Hernández Chambers. Os preguntaréis por qué, cuando el autor de la novela es Max Barry, pero no es por otro motivo que el de haber traducido la historia para que nos llegue a nosotros. Sin su labor, poco reconocida en los círculos, esta novela no se hubiera disfrutado igual. Una vez establecido este empiece, muchos son los frentes que tengo abiertos a la hora de hablar de Lexicón por una sola razón: no se puede describir del tirón, como si fuera una novela al uso, enumerando a los personajes, o lo que les sucede. En esta novela todo, de alguna forma, está conectado, y sumerge al lector en una realidad paralela tan, valga la redundancia, real, que se hace incluso más desconcertante poder resumirla con las palabras exactas. Pero como de lenguaje se trata, y aquí hay para dar y regalar, diré, para empezar, que me encuentro ante un planteamiento original y diferente. No recuerdo – y si me equivoco será sólo mi culpa – una novela en la que el principal protagonista sea la labor de persuasión que el lenguaje tiene y todo el mal, por llamarlo de alguna manera, que puede realizar con tan sólo pronunciarlo. Cierto es que, en su primer capítulo, todo empieza demasiado impetuoso, rápido, sin tregua, y no será hasta el segundo cuando nos encontremos situados a la perfección en lo que tenemos entre manos. Pero no os asustéis, no hay nada difícil aquí. Después, nos encontramos con dos personajes bien armados, perfectamente definidos, que guardan sus intereses y que nos descubren otra forma de modificar el lenguaje, de ver la vida a través de las palabras. Para finalizar, veremos el punto justo de elementos sorpresa, de esos secretos que, una vez descubiertos, dejan al lector pensando, “así, leche, así se hacen las cosas”, disfrutando ya en las últimas páginas de lo que nos ha querido ofrecer Max Barry.
Lo he dicho muchas veces, y lo repito siempre porque parece mentira la cantidad de historias de ciencia ficción que me estoy leyendo últimamente: no soy un público aficionado al género. Y lo repito mucho porque, aún hoy, me cuesta muchas veces hablar de novelas que leo, como esta Lexicón desde un punto de vista de alguien experto en la materia. Me quedan muchas historias que leer, muchos clásicos que descubrir, y aunque supongo que me queda mucho tiempo todavía para dar con ellas y llenarlo, poder toparme con historias como la que hoy traigo es una suerte, no hay otra palabra para describirlo, porque pasarlo tan bien no puede ser una pérdida de tiempo, nunca puede serlo, acercándome y abrazando a las novelas que caigan en mis manos con toda la pasión que puedo poner en otros géneros. Eso, y no otra cosa, es lo que siento ahora mismo. Y no es sólo lenguaje, es, además, significado.