Libros infantiles de hoy y de mañana 25
Suele suceder que nos encontramos con un libro, vamos leyéndolo, y parece que nos habla desde sus páginas, como si fuera un pequeño monólogo interior que alguien, sin conocerle, ha puesto en palabras y habla de nosotros, de esas experiencias que hemos tenido o nos hubiera gustado tener – lo mismo da -. Puede que yo, al sentir que siento la pasión por los libros, me vea muchas veces encadenado a las páginas de un libro como si fuera la realidad que estoy viviendo en esos momentos. Y eso no es malo, sino todo lo contrario. Eso implica que el autor ha conseguido tocar la tecla exacta, removerla, y darle el sonido que se requiere para que nos sintamos acompañados. Hoy hablo de un libro así, para jóvenes sí, pero también para todos.
La vida nos pone muchas veces en el aprieto de tener que elegir un libro, de señalar con un dedo imaginario y llevarlo a casa. Eso quiere decir que muchos otros libros se quedan sin la compañía de un hogar, a pesar de que siempre habrá tiempo para volver a por ellos. La voz del árbol es una rareza dentro de un mundo juvenil por lo que cuenta, por cómo lo cuenta, y por lo que hace sentir, arropado como estoy yo ahora mismo con una manta, y disfrutando de esa sensación que me ha dejado. Una niña que va desgranando poco a poco la vida con su familia, la existencia rodeada de animales y de libros, de experiencias que tocan de lleno ese resorte que hace saltar absolutamente todo y que nosotros, los lectores, gozamos cuando lo encontramos. Y hablo siendo yo ya adulto, mirando la vida con las gafas de una experiencia que se me presupone, así que no quiero imaginarme lo que puede significar para los niños que, con su mirada ingenua, con su alegría innata, abran este libro de Vicente Muñoz Puelles y descubran por qué es tan importante el contar historias, el contárnoslas dentro de nosotros y también a los demás, para poder vivir una existencia tan bella como el árbol, como un animal al que amamos, o la familia a la que nos unieron de pequeños.
Si algo he de destacar de esta novela, ganadora del XI Premio Anaya, sería sin duda esa capacidad de evocar las situaciones, de narrar los recuerdos, de ponernos en la piel de cada uno de los personajes que habitan esta historia, ilustrada con maestría y buen hacer por Adolfo Serra y que nos lleva de la mano por una suerte de experiencia terrenal y que puede ser muy real. Y a pesar de ello, la imaginación se desbordará a raudales, nos abrazará como lo hacen los seres queridos, y nos hará encontrar un libro que, como casi siempre digo, es un amigo, nunca un enemigo, que nos llena todos los sentidos y se convierte en imprescindible. No exageraré pues si digo que es una de las historias más bellas que he podido leer para este público al que le asaltan cada vez más seres sobrenaturales y empiezan a olvidar lo importante de las historias sencillas, las que pueden vivirse de verdad, a pesar de que esta vez sea a través de unas páginas, internándose en otro tipo de literatura que es igual de relevante para crecer de una forma perfecta.
Ser un libro, ganar un premio, no debe ser fácil. Siempre pienso en ese tiempo que ha necesitado, en este caso han necesitado, los autores para llevarlo a cabo y que se nos entregue en mano. Cuando ya lo tenemos, sigo maravillándome de esa capacidad, pero además con esa satisfacción de poder contar esta historia en este espacio, en este pequeño sitio desde el que desgrano algunas de las historias que más me han llamado la atención. La voz de árbol es una de ellas, y quizá tarde tiempo en encontrar algo parecido. Eso sólo pueden decirlo las horas que van pasando, pero en cualquier caso, esto permanecerá, para siempre, recordándome que un buen día yo encontré una historia que no sólo merecía la pena sino que, además, era una pequeña obra maestra.