Libros malditos, malditos libros, de Juan Carlos Díez Jayo
¡Oh, los libros! ¡Nuestros amigos! ¡Ellos nos comprenden, ellos nos animan, ellos son la sal de nuestra vida¡ !Oh, los libros, qué seríamos nosotros sin los libros! Pues por lo pronto, más infelices, eso seguro. Pero oigan, no se me escaqueen, no miren para otro lado, porque estoy hablando de libros, no es que yo me haya vuelto loco, no es que a mí me haga mal la sinapsis en mis neuronas, qué va. De lo que vengo a hablar hoy es de un libro, para más inri, de un libro sobre libros. Y diréis, ¿un libro sobre libros? Ya está éste con sus cosas raras. Leche, que no, que no os traigo cosas raras, bueno quizá sí libros raros, los que hay en Libros malditos, malditos libros pero es que no todo pueden ser novelas donde sacar mi vena sensiblera. Que a veces a mí también me gusta indagar en el mundo de la edición de libros, en ver esas cosas raras que a algún osado se le ocurrieron, en meterme de lleno en las leyendas urbanas que corren detrás de algunos ejemplares. Vamos, la labor de cotilla natural de la que ya os hablaba en otra reseña. ¿Me entienden? Lo sé, ni jota, pero no se preocupen que yo se lo explicaré en lo que sigue. Porque si de algo puedo nutrirme aquí es de experiencias que van más allá de lo que conocemos, y de un rato agradable que no te lo puede dar otro libro, bueno quizá otro sí, pero de los que aparecen en el interior de éste. Ay, qué lío, vamos a ir por partes…
Hay veces que, a los lectores, la gente nos tilda de raros, de rarunos de tomo y lomo, o de cosas peores (inserten aquí el improperio absurdo que le hayan dicho en alguna ocasión). Pero qué quieren, la lectura es una pasión, y como tal, nos entregamos a ella. Quizá eso es lo que pensó Juan Carlos Díez Jayo a la hora de traernos esta pequeña joya que os reseño con todo el amor del mundo. Si pudiéramos ver, con una máquina futurista, cómo se hacían las cosas en el pasado en materia de literatura, nos sorprenderíamos de aquellas extrañezas que algunos, por capricho de su naturaleza, crearon o por las que se obsesionaron. Así, como en uno de esos museos extraños a los que alguna vez nos hemos parado a observar, en Libros malditos, malditos libros seremos testigos de los primeros libros que se encuadernaron con piel humana o, apurando hasta el extremo, conoceremos, entre otros, al libros más pequeño editado en el mundo. Pero como no sólo de dos anécdotas vive el hombre, y mucho menos el lector, que es algo así como otra especie (en peligro de extinción, pero especie), resulta que si abrís este libro, por cualquier capítulo, no os voy a negar el apasionante placer de poder empezar un libro por donde queráis, encontraréis, en cada uno de ellos, una historia sorprendente que se relaciona, directamente, con la literatura.
Nosotros, todos los que nos unimos en este espacio, en este blog, somos unos apasionados de lo que nos pueden ofrecer los libros. Eso es así, nadie va cambiarlo, y es más, nadie debería intentar hacerlo. Por eso, se agradece todavía más que autores como Juan Carlos Díez Jayo saquen, de parte de su tiempo, las energías suficientes para convertir la lectura en un descubrimiento apasionante. Es así, queridos amigos, queridos lectores que nos leen y que se sorprenden con lo que les traemos de vez en cuando. Aquí, en este libro, en este Libros malditos, malditos libros no encontraréis una historia, porque en realidad son muchas. No encontraréis un argumento elaborado, porque en realidad la vida, los libros que se han creado, ya guardan una vida lo suficientemente elaborada como para prestarle la debida atención. Y no se sorprendan si yo, escribiendo desde este sofá con orejas de mi casa, les digo que escribir, que editar, que crear libros es tan apasionante como puede serlo cualquier arte, cualquier tipo de cultura. Cada uno de nosotros vivimos, por causas diferentes, la literatura como uno de esos sabores dulces que nos traspasa el cuerpo cada vez que las pastas de un libro caen en nuestras manos. Imagínense entonces, si yo les dijera que aquí pueden encontrarse con muchos libros, con muchas historias, con infinidad de secretos que no conocía y que hubiera deseado conocer a toda costa mucho antes, anécdotas, un contexto histórico alrededor del libro, historias de la Historia, que es donde surge todo, y por último, un rato que no se pueden perder, porque acabaran encontrándose. Y es que el ser humano, excéntrico por naturaleza, sólo puede enterarse de lo que es, mirando hacia un lado concreto: el de la página que está leyendo en ese momento.
Hola.. Veo dificil leer este libro pronto pues vivo en Venezuela. pero la lectura de esta reseña me hace recordar otro libro escrito para hablar de los libros. Me refiero a Historia universal de la destrucción de los libros: de las tablillas sumerias a la querra de Irak, del vzlano Fernando Báez. fue publicado por la Edit. Destino, Barcelona, 2004. Este libro es tan interesante como el que se reseña aquí.