El 8 de Octubre de 1998 la Academia Sueca elegía a José de Sousa Saramago como Premio Nobel de Literatura. Esta institución destacaba así la obra literaria del escritor portugués, “que, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía, continuamente nos permite aprehender una realidad esquiva”. Por primera vez, la Academia reconocía a la lengua portuguesa (la sexta más hablada del mundo) con el máximo galardón de las letras.
A Saramago este premio le cogió por sorpresa mientras esperaba a su avión destino Madrid en el aeropuerto de Frankfurt. El escritor, de 75 años, había estado en la prestigiosa Feria del Libro de la ciudad alemana, y tras el revuelo montado en el aeropuerto, con los periodistas intentando conseguir las primeras declaraciones del galardonado, al autor no le quedó más remedio que volver a la Feria para dar una rueda de prensa. Para Saramago, ese reconocimiento a título individual “hacía justicia a la lengua portuguesa”.
Hoy, 18 de junio de 2011, ya han pasado casi 13 años desde aquel día, y Saramago vuelve a estar en boca de la gente que gusta de buena literatura. Hoy, en la pequeña freguesía portuguesa de Azinhaga, sus casi 2.000 habitantes recordarán a su vecino más ilustre. Lo mismo pasará en Lanzarote, la isla canaria que hizo suya y en la que disfrutó de sus últimos años. Y es que hoy se cumple un año de la muerte del genial escritor portugués en su residencia de Tías (Lanzarote), víctima de una leucemia crónica.
Desde Libros y Literatura, queremos hacer nuestro pequeño pero sincero homenaje en el aniversario de la muerte de José Saramago, dedicándole nuestra primera semana temática. A partir de mañana, y hasta el próximo sábado, siete de sus libros serán reseñados en estas páginas, acercando a nuestros lectores la obra de un escritor genial que se valió de la literatura como método para explorar las profundidades del alma humana. En orden cronológico, empezaremos conociendo “El Evangelio según Jesucristo” (1991), una de sus obras más conflictivas, terminando con “Caín” (2009), su último legado literario.
José de Sousa Saramago vino al mundo un 16 de noviembre de 1922. De padres campesinos con pocos recursos, vivió una juventud austera, algo que marcaría su vida literaria y política. Con 3 años llegó con su familia a Lisboa, donde vivió gran parte de su vida. Sus padres intentaron labrarle unos estudios, que el propio Saramago decidió abandonar para trabajar en una herrería y mantener así a su familia.
Su juventud la pasó de trabajo en trabajo, teniendo ya sus primeros contactos con el mundo de la literatura y el periodismo, siempre con un marcado acento político de izquierdas. En 1944 se casa por primera vez, con Ilda Reis, y comienza su producción literaria. Su primer libro se llamó “Tierra de pecado” (1947), que no tuvo ningún éxito. Al año siguiente escribió la novela “Claraboya” (1948), pero no llegó a publicarla. Tras esto, dejó apartada su faceta de escritor para dedicarse al periodismo. ¿La razón? Él mismo se encargó de darla: “No tenía nada que decir, y cuando no se tiene algo que decir lo mejor es callar”.
En esas dos décadas colabora con diversos medios lusos como “Diario de Noticias”, “Seara Nova” o “Diario de Lisboa”, aunque sus fuertes tendencias comunistas le hacen tener más de un problema con las autoridades y con el régimen de Salazar, que le censura y le persigue. También trabaja durante más de una década en una editorial del país, traduciendo a varios libros de clásicos como Tolstoi o Baudelaire. En este tiempo, Saramago cultivó la poesía como género literario principal, legándonos tres poemarios, “Poemas posibles” (1966), “Probablemente alegría” (1970) y “El año de 1993” (1975).
En 1977 vuelve a probar suerte con la novela, publicando con éxito “Manual de Pintura y Caligrafía”, aunque su reconocimiento llegaría con la novela “Levantado del suelo” (1980), un relato basado en la Revolución de los Claveles de 1974. En la década de los 80 publicó un total de cuatro novelas más, todas ellas con gran éxito en su país. “Memorial del convento” (1982), “El año de la muerte de Ricardo Reis” (1984), “La balsa de piedra” (1986) e “Historia del cerco de Lisboa” (1989).
En 1991 llegó su primer gran encontronazo con la Iglesia portuguesa. “El Evangelio según Jesucristo” levanta una ardua polémica en Portugal, declarada como república laica. El gobierno veta la presentación de la novela al Premio Literario Europeo, ya que es una ofensa para la cultura católica. Esto supuso la marcha de Saramago del país, que decidió instalarse, junto a su esposa y traductora de sus libros Pilar del Río, en el municipio lanzaroteño de Tías.
Entre 1995 y el año 2000, con el Premio Nobel entre medias, José Saramago da forma a su famosa “Trilogía involuntaria”, formada por su celebérrima y aplaudida novela, “Ensayo sobre la ceguera”, continuada con “Todos los nombres” y terminada con “La caverna”.
Vivió unos últimos años prolíficos publicando varios libros y memorias, entre los que destacan “Ensayo sobre la lucidez” (2004) o “Caín” (2009) su última novela. José Saramago intuía que se le terminaba la vida, y así lo dejó explicado en el final de su última novela, “La historia ha acabado, no habrá más que contar…”.
Amante de la literatura y la palabra hasta sus últimas consecuencias, llegó incluso a mantener un blog en los últimos años de su vida. Cuando le llegó la muerte, le pilló, no podía ser menos, escribiendo. Su último manuscrito inacabado (cuentan que se publicará en 2012) se titulaba “Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas”, nombre cogido prestado de un verso del poeta y dramaturgo portugués Gil Vicente. Apenas llevaba escritas 40 páginas, y en ellas trataba sobre el tráfico de armas.
Incluso en el momento de hablar de su muerte, la humildad salía a relucir. “Cuando me muera entraré en la nada y me disolveré en ella”, comentó una vez José Saramago, “Confío en que no haya ninguna sorpresa más”. Lo que no quería reconocer Saramago es que, al igual que les pasaba a sus personajes en “Las intermitencias de la Muerte”, su muerte nunca llegará mientras la gente siga leyendo sus libros.
Su amplio legado incluye novelas, relatos, poesías, autobiografías y hasta alguna guía turística, donde Saramago dejó impreso su pensamiento; un pensamiento que siempre le obligó a interrogar el mundo en que vivía, y que le hizo cuestionarse un sinfín de posibilidades, plasmadas en sus libros más característicos. ¿Y sí la mayoría de la gente votara en blanco? ¿Y si la península Ibérica se desprendiera del resto de Europa? ¿Y si la gente dejara de morir? Todas las respuestas a estas preguntas nos deja José Saramago en forma de buena literatura, mezclando la ficción con la realidad.
Un año después de su muerte, es buen momento para acercarse de nuevo a la obra del luso, y si todavía no se le conoce, nunca es mal momento si de conocer buena literatura se trata.
César Malagón cesar@librosyliteratura.es
Bonito homenaje.