Los escritores verdaderamente grandes necesitan muy pocos mimbres para urdir una obra maestra. Fijaos si no en el argumento de Lluvia de verano: un escritor conoce una tarde de lluvia a una joven que lo fascina e intriga, y se establece entre ambos una relación difícil de definir e imposible de sostener… Sí, eso y poco más. Y aunque pueda parecer que hablamos de una película de José Luis Garci, tranquilos, nada más lejos.
Pocas novelas tienen la capacidad, como ésta, de intrigar al lector desde sus primeras líneas. En este caso, esas líneas nos dicen, sencillamente, que el escritor vio a la joven. Pues ya ves tú que intrigante, diréis. Pero acto seguido se presentan dos curiosos personajes al estilo de un angelito y un diablillo que, se nos informa, acompañan a dicho escritor desde que era niño y sufrió proustianamente una larga enfermedad. El lector se queda, desde ese momento, un tanto descolocado, y el lenguaje de Tanpinar, aparentemente sencillo, pero al mismo tiempo denso y preciso, pone una y otra vez a prueba su capacidad de atención.
Tan intrigado como el lector lo está Sabri, el escritor, que, sin saber cómo, ha abierto la puerta de su casa a esta desconocida tan joven y hermosa, y que tras su sonrisa parece ocultar una tragedia. El estilo de Tanpinar te hace avanzar por la lectura como si anduvieras a ciegas, pero confiado en la mano que te guía, y así, siempre con dos o tres líneas de retraso, vamos averiguando algo de Sabri. Y descubrimos que este verano de 1942 se ha quedado solo en la ciudad, para poder dedicarse a su libro, mientras su mujer y sus hijos se han ido a casa del suegro. Está de Rodríguez, para entendernos, y la aparición de esta joven, cuyo nombre nunca llegamos a conocer, llega justo en ese momento de nuestra vida en que nuestras convicciones, de tan asentadas como están, amenazan con tambalearse.
Hacivat y Karagöz, su angelito y diablillo personales (en realidad no son tales, sino dos personajes bien conocidos del lector turco), le clavan alguna que otra pulla al respecto, y la señora de la limpieza se escandaliza con la presencia de la joven que, por si fuera poco, ha tomado prestado un vestido de la señora. Pero justo cuando la historia parece que va a seguir por unos derroteros que conocemos, el autor se sale del camino y toma un sendero que nadie más que él conoce. Mejor dicho, él y la joven. Porque ha llegado el momento de escucharla a ella.
Con música de Debussy de fondo, la lluvia difumina la línea que separa el cielo y el mar, y también la que separa sueño y realidad, pasado y presente. La joven cuenta su historia, en la que el fuego y la tragedia, al enredarse con el pasado del propio Sabri, hacen que servidor esté a punto de regalaros un spoiler. Y aunque la prosa de Tanpinar sobreviviría sin un rasguño a uno y a cien spoilers, ciñámonos por esta vez a las convenciones.
Lluvia de verano es una novela corta, de apenas noventa páginas. La leí maravillado en un par de horas y desde entonces vago desesperado en busca de más obras de Tanpinar. Por suerte Sexto Piso publicó, hace dos años, Paz, una de sus grandes novelas, y espero que se decidan a publicar más. Digámoslo claro: con Pamuk sólo no basta. Leed a Tanpinar y tendréis todo el derecho del mundo a presumir de cuánto os maravilla la literatura turca.
Enhorabuena, estupenda reseña. Sólo quería añadir que, además de Paz, hace unos años El Aleph publicó también El instituto para la sincronización de los relojes.
http://elpais.com/diario/2011/04/02/babelia/1301703159_850215.html
Muchas gracias, Rafael. Se me había escapado esa publicación. ¡Gracias!