La locura es un tema muy complicado de acotar, ya que incluye un número casi infinito de posibles manifestaciones. Todos tenemos nuestro grado de locura, de irracionalidad a la hora de actuar y de gestionar nuestras emociones. ¿A partir de qué punto hay que considerar que alguien está loco? ¿Cuál es el baremo para decidir que una persona no está preparada para convivir en sociedad y que, a pesar de que sólo una parte de sus facultades cognitivas están dañadas, debe ser fuertemente medicado y recluido en un centro psiquiátrico?
Loco, novela que fue publicada por primera vez en 1983 y que supuso el debut novelístico de Rainald Goetz, no busca contestar a estas preguntas, sino que se dedica a ahondar aún más en ellas. El escritor alemán es, ante todo, un provocador: sabe cómo incitar a la reflexión a los lectores a través de frases crudas y directas, de personajes y planteamientos que relativizan y caricaturizan todo, dejando un poso de dudas que, especialmente, incide en cuestionar la legitimidad de los profesionales de la medicina para determinar qué personas deben ser tratadas y con qué métodos.
El protagonista del texto, Raspe, es un médico recién salido de la facultad que al comenzar a trabajar en un hospital psiquiátrico descubre lo alejados que se encuentran sus planteamientos de la realidad que se aplica a los pacientes de ese centro. Pero, más interesante aún que la propia historia del psiquiatra me ha resultado la sucesión de monólogos de pacientes y profesionales de la medicina que se suceden antes y después de que dé comienzo el relato principal. Es en ellos donde el autor emplea mayor originalidad y esmero para presentarnos las reflexiones y obsesiones de quienes tienen que convivir con la locura todos los días de su vida. Muchos de estos textos duran apenas unos párrafos, pero la manera en la que Goetz te introduce en sus mentes hace que algunos sean realmente angustiosos y duros de digerir. Por poner un ejemplo, casi todo el mundo ha conocido a personas a las que, por su edad, es necesario repetirles varias veces las cosas y que, aun así, se les acaban olvidando a los pocos minutos. Esta misma situación tocada por la pluma del escritor alemán tiene como resultado una lectura realmente tortuosa.
Otro interesante debate que abre este libro es la gran diferencia que existe entre la forma en la que los académicos estudian e interpretan la locura y cómo ésta se manifiesta realmente. Esta dicotomía no es exclusiva de este ámbito, ni siquiera del mundo de la medicina; por regla general, la academia, los investigadores, suelen estar bastante alejados de la sociedad a la que estudian, lo que provoca unos desajustes gigantescos entre lo que se presupone que debe ocurrir y lo que verdaderamente ocurre. Los conflictos entre las diferentes corrientes dentro de la psicología en torno a cómo se debe atender a los pacientes —la temible terapia por electrochoque siempre está en el aire— también aparecen con frecuencia y dotan al texto de una mayor riqueza y complejidad.
Extraña, provocadora, inquietante…son solo algunos de los adjetivos que se me vienen a la cabeza para valorar Loco, una novela que en ocasiones resulta críptica y caótica pero que, en mi opinión, consigue acercar un mundo tan hermético como el de la psiquiatría sin imponer una visión concreta, sino que opta por animar a los lectores a reflexionar sobre nuestra propia concepción de aquellos que, como apunta una de las múltiples voces que se suceden en este relato, tienen el alma enferma.
Realmente infumable.