Londres después de medianoche, de Augusto Cruz
El cine siempre ha tenido sus misterios. Leyendas que van pasando de generación en generación y convierten una película, un director, un actor, o cualquier elemento que esté asociado a ellos, en tesoro para aquellos coleccionistas que ven el cine cómo lo que es: un arte. Hay viajes, por tanto, que quizá no debieran empezarse nunca puesto que, intentar desentrañar el misterio que alberga en su interior una película – de la índole que sea – puede llevar a consecuencias funestas, a sombras que nos acechan, y a un destino que, de primeras, se intuye negro como el mismo carbón. Londres después de medianoche es el viaje de una obsesión, de un buscar respuestas, de un encontrar aquello que se perdió y que nunca debió ser encontrado, y es una lucha por descubrir que las leyendas, las negras, pueden seguir muy vivas a pesar de todo el tiempo que pase. Pero en el fondo, a todos aquellos que amamos el cine y sus secretos por encima de todo, este libro es un objeto de coleccionista que entrecruza los caminos del cine y la literatura para conformar una historia que, ya desde el inicio, convierte al lector en espectador, en un visitante de la historia del cine, en alguien activo en la búsqueda de un misterio que destronará a los fantasmas que nos hicieron temblar de pequeños en nuestros primeros puestos de terrores. El cine siempre ha tenido sus misterios. Y en ocasiones es mejor dejarlos reposar en sus tumbas. Abrir esa caja, esa puerta, esa ventana, sólo puede hacer que dejemos entrar a horrores a los que, quizás, no estemos preparados.
Mc Kenzie, un agente retirado del FBI, es contratado para encontrar la copia perdida de una película, Londres después de medianoche, que tiene a sus espaldas una oscura leyenda: hizo caer en desgracia a sus actores, los cines donde se proyectó se incendiaron y que aquellos que la buscan desaparecen. Reticente a las leyendas, el agente irá en su busca y lo que puede encontrar en su camino puede ser más oscuro que la propia oscuridad.
Lon Chaney, conocido actor por la capacidad de convertirse en los monstruos más terribles gracias a su poder de caracterización, participó en la película Londres después de medianoche de Tod Browning que, a día de hoy, se considera uno de los films perdidos de la historia del cine. Ese misterio real se transforma en esta novela de terror en la que algo real se vuelve ficción, y de la buena. Augusto Cruz, con pulso firme y un gran conocimiento de los entresijos que giraron en torno a esta película, construye una primera novela que huele a terror, a callejones sin salida donde suceden las peores imágenes que un alma puede contener, y una investigación que convierte las obsesiones en objeto de culto. La lectura de este libro, aderezada con elementos reales, constituye todo un referente para aquellos que, como yo, investigan y quieren saber más de una industria que en sus luces y sombras tiene la mayor parte de nuestra curiosidad. Una novela que abraza las obsesiones, como bien pronuncia uno de los personajes, ya que, algunos coleccionistas desarrollan deseos e impulsos demasiado fuertes por ciertas piezas, sobre todo por aquellas que son únicas. Poseer algo único, irrepetible, puede cambiar a más de un ser humano, no lo dude. Por lo que, destinada quizás a cambiar, en cierta forma, la historia de lo que se ha leído y observado, lo vivido y lo visionado, nos encontramos con una novela que sorprende por la gran construcción que supone para una primera novela – sin fallos en su continente ni en su contenido -, elaborando para todos nosotros un guión que bien podría convertirse en una película dentro de otra película. Porque en el cine, como en todo arte, las sombras pueden terminar por devorarlo todo y convertir lo bello en profundamente siniestro.
La labor de documentación de Augusto Cruz es de pura admiración. Porque hay un protagonista mucho mayor que los creados por el autor. En Londres después de medianoche el verdadero actor principal es el cine, ya sea en su versión muda o hablada, que constituye el elemento central de una novela que lleva el terror adherido en sus letras, el misterio agazapado en las suelas de los zapatos de los actores principales que, como si les persiguiera un fantasma al que no saben poner nombre, convierten una película perdida en un terror clásico, en un maquillaje que intenta esconder lo que se guarda dentro en realidad, y en la huida de una leyenda que no por oscura es menos llamativa. Será que, tanto en el cine como en la vida, no estamos preparados para enfrentarnos a los verdaderos fantasmas que nos acechan.
Estimado Sergio, celebro que la novela te haya gustado, y que incrementa nuestra pasión por el séptimo arte. Esa extraña combinación de arte y negocio que no deja de maravillarnos. Larga vida al buen cine y a sus misterios. Augusto.