Se ha vuelto costumbre que (casi) siempre que reseño un libro de relatos resalte lo difícil que me resulta. Y el caso de Los accidentes, de Camila Fabri (escritora, directora y actriz argentina), no va a ser distinto. Reseñar este libro de quince relatos es especialmente complejo. No sé cómo describirlo ni en conjunto ni por partes, dudo que una obra así pueda constreñirse a una etiqueta, ni siquiera a una o varias líneas argumentales. Solo tengo claro que no es una lectura recomendable para cualquier lector. Ni siquiera para mí.
De un tiempo a esta parte, me cuesta entrar en historias introspectivas en las que no esté definido el nudo, el desarrollo y el desenlace. Quizá, por el cansancio mental propio del día a día, ahora necesito que «pasen cosas» para engancharme, pero en Los accidentes, Fabri se mueve en el simbolismo, las metáforas, las analogías. La autora nos sugiere, y los lectores debemos hacer el resto del trabajo. Y si no hacemos este esfuerzo, naufragamos en sus letras, en busca permanente de asidero.
En Los accidentes, Camila Fabbri presenta escenas que, a simple vista, parecen cotidianas, pero que mutan en cada página de forma impredecible, y lo que le está pasando a los personajes (por dentro y por fuera) se cuenta entre líneas. Tanto es así que no habrá dos lectores que interpreten lo mismo. Incluso, en más de uno de estos relatos, ni siquiera sabrán definir qué es lo que han leído, aunque los temas de fondo saltan a la vista. Los más recurrentes son las relaciones de pareja, entre hermanos y entre padres e hijos, los roles sociales, la identidad de género y, sobre todo, la pérdida en todas sus formas. En general, profundiza en estos temas universales a través del flujo de consciencia del protagonista de cada relato.
La forma de narrar de Camila Fabbri es tan personal que resulta indispensable conectar con ella para disfrutar mínimamente de estas quince historias. Y reconozco que yo no he leído este libro en el momento adecuado para lograr esa conexión y estar a la altura de los que la autora nos ofrece.
Al inicio de esta reseña he dicho que no es una lectura recomendable para cualquier lector, y me reafirmo en ello. ¿A quiénes se lo recomiendo, entonces? Por un lado, a los lectores que no les gusta que les den el trabajo hecho; en estos relatos, sin duda, encontrarán un reto. Y, por otro lado, es una lectura ideal para los amantes de la poesía, pues la forma de escribir de Fabbri se asemeja más a la lírica que a la narrativa y está repleta de hallazgos extraordinarios. Incluso yo, que no he llegado a conectar con las historias en sí, me he maravillado con muchas de las frases que va soltando como si tal cosa, tan bellas y certeras. En «René de Tacuarembó», el penúltimo relato de Los accidentes, han confluido mi interés por la historia y por la forma que estaba narrada, y ha sido una auténtica delicia. Quienes consigan este combo con el resto de los relatos disfrutarán del viaje literario lleno de posibilidades que les propone Camila Fabbri.