Los años perdidos, de Mary Higgins Clark
Últimamente voy encontrando muchas novelas policíacas. Los que me leéis sabéis que no he sido nunca una persona dada a este género. Qué sé yo por qué, siempre lo he visto desde la lejanía con una mezcla de miedo y pereza que podría deberse a la cantidad de títulos que aparecen (y, me aventuro a decir, que parecen iguales unos y otros) o quizá simplemente porque mi mirada está un poco contaminada por las críticas que leo por ahí. Y metiéndome de lleno como lo estoy haciendo en el mundo del crimen, me vi a mi mismo teniendo que reconocer que nunca en la vida había leído nada de Mary Higgins Clark que resulta ser una de esas autoras que, con el paso de los años, ha ido endulzando con sus historias a numerosas generaciones. ¿Se la podría considerar una de esas autoras clásicas en el género? Creo que no tengo clara la respuesta, pero en cualquier caso aquí me hallo, intentando escribir sobre su última novela que, contra todo pronóstico, me ha hecho alabar una vez más aquellos mundos oscuros y de sangre reseca que sobrevuelan las páginas de las novelas de asesinatos.
Jonathan Lyons aparece asesinado en su casa. ¿La sospechosa principal? Su mujer: una señora enferma de alzheimer que, escondida en un armario, sostiene el arma del crimen y se encuentra empapada en la sangre de su marido. Todo apunta a ella, pero la desaparición de un pergamino de incalculable valor hará comprender a todos los que rodeaban a Jonathan que puede haber algo más que se les esté escapando. ¿Quién, entonces, es el asesino?
¿Recordáis esas películas de sobremesa que los domingos aparecen en la televisión? Pueden ser para algunos infumables, pero de lo que estoy seguro es que para muchos han supuesto encontrarse con historias que, a primera vista, no iban a agradarles para después pasar un buen rato. ¿Y por qué nos hablas de esto?, me diréis. El caso es que cuando empecé a leer “Los años perdidos” me imaginé a la perfección los planos, los diálogos, las escenas de este libro como si fueran una película que se nos cuenta al espectador desde otro medio, en este caso el impreso. Inicio, nudo y desenlace. Fueron las tres palabras que se acercaban a mis labios. Y es que en este novela de crímenes lo que llama la atención es la capacidad de la autora para saber llevar los tiempos, la presentación de unos personajes que, incluso siendo muy voluminosa su cantidad, nos aparecen retratados perfectamente, para que el lector se haga una idea de cómo son, de las mentiras que encierran, de los deseos que en su interior hierven como una olla a punto de estallar. Poco después, cuando ya están sentadas las bases, se nos presenta una historia clásica de muertes, de detectives y policías que intentan resolver un caso que, a todas luces, tiene unas sombras demasiado alargadas y del que no sabrán su final hasta la última página que nos ha llevado a meternos en la historia. Y el final, un final de esos que sorprenden, de los que no esperas quién es el asesino. Puede que algunos de vosotros penséis que, después de esta descripción, os parezca más de lo mismo, pero en realidad lo que supone esta novela, al menos para mí, es mucho más.
No intento convencer de nada, no intento vender una moto que no compraríais: esta novela es, por utilizar de nuevo un símil cinematográfico, una de esas historias policíacas que llenarían una sala en su primer fin de semana, y que con su ritmo dinámico nos harán pasar una hora, incluso dos, con esa sensación de agradable compañía que a veces poseen las películas, aunque en este caso estemos hablando de libros. Mary Higgins Clark es una autora lista, de hecho por algo es una de esas escritoras que, a pesar de los años que pasen, sigue vendiendo sus historias por todo el mundo, y que parece tener un talento sobrenatural para escribir una historia nueva cada año. Y lo digo como novato en sus historias, como primerizo en un mundo de novela negra como el que tan bien sabe llevar esta amable señora que, si se me permite la gracia, no me gustaría tener como vecina, a saber la de casos nuevos que se inventaría con mi vida.
Puede que esta no sea una novela redonda, de esas que cierras y exclamas un ¡vaya! con todas las letras. Pero de lo que sí estoy seguro es que, a todo aquel que le pique el gusano de una historia fácil, una historia que se lee en los ratos libres que esta vida tan sumamente caótica nos permite, disfrutarán de aquellos placeres que provoca su lectura. La vida de las historias puede ser corta, o muy larga, pero de lo que estoy seguro es que “Los años perdidos” es algo que necesitaba en estos momentos. Llamadme simple pero, de vez en cuando, ¿no os apetece leer algo que no os haga pensar, con lo que simplemente disfrutéis del placer de la lectura y de la historia que se nos presenta en su interior?
Pues sí, hay muchos momentos en los que sólo se busca pasar un rato ameno, ligero, sin más pretensiones, que no te obligue a pensar en nada. Sólo pasar un rato relajado. Y con esta autora no me he estrenado, y este libro parece estar bien para hacerlo. Gracias por la reseña!
Besotes!!!
No leí a Higgins Clark, pero esta reseña me entusiasma para hacerlo. Un saludo desde Argentina.