Los años que vivimos PPeligrosamente, de Cristina Pardo
No creo en la política. O, mejor aún, me han hecho no creer en la política. Se dice que el ser humano aprender a base de palos, de que te den bofetadas y te caigas. Bien, dado que esto creo que es cierto y yo, que me considero un hombre informado de lo que sucede, suelo leer la prensa cada día, exclamo a voz en grito ahora mismo: ¡no creo en la política! Pero aun así me intereso por ella, porque la cantidad de despropósitos que estamos viviendo estos últimos es de tal calibre que más que políticas podríamos decir que las personas que nos (des)gobiernan han salido de un circo de los extraños y que estamos a punto de ver salir al último hombre elefante o a la mujer barbuda. Los políticos han conseguido que unamos una palabra a su forma de vida de una forma casi generalizada: corrupción. Y antes de que nadie me diga que soy de un bando o de otro, ya lo digo yo: no soy de un bando ni de otro, simplemente abogo por el sentido común (que, ya lo dijeron, es el menos común de los sentidos). Los años que vivimos PPeligrosamente es una crónica, un viaje al interior de una periodista a la que sigo, de la que me interesa lo que dice, y que explica las cosas como son sin utilizar eufemismos que no entienda ni un catedrático en Humanidades. Y sí, es una crónica sobre el partido de derechas que está gobernando ahora mismo España con una mayoría absoluta que hace que me tiemblen las piernas y que quiera salir de mi país a toda leche porque no es posible ver tanto horror en tan poco tiempo. Pero como esta es una reseña sobre un libro hablaré de eso, aunque mi cuerpo me pide la guerra de hablar más de todo lo demás, que también está aquí, pero que no seré yo quien deba pronunciarse. No creo en la política pero, llamadme ingenuo si queréis, todavía creo un poco en la justicia.
Cristina Pardo es una periodista que “conocí” gracias a un programa de televisión un buen día. Sus palabras no las recuerdo con exactitud, pero recuerdo que pensé que si todo el mundo hablara tan claro (y de una forma tan irónica, todo hay que decirlo) el mundo iría mucho mejor. Los años que vivimos PPeligrosamente son sus impresiones durante el tiempo que le ha tocado cubrir las noticias de la vida política del país. Así, asistimos a un despliegue de ruedas de prensa, de declaraciones que parecen sacadas de una película de ciencia ficción, o incluso de recuerdos sobre lo que no se ve por las cámaras y sí en los pasillos del Congreso. ¿Aburrimiento? Uno puede pensar que sí, que hablar de política está más que trillado, que en realidad no merece la pena, pero en esta ocasión la merece por una cuestión: poner las cartas sobre la mesa nunca había dado tanta satisfacción. El concepto de este libro puede ser un simple anecdotario, si lo queremos tomar por esa vía, pero también es una denuncia sobre la profesión, la de periodista, denostada hoy en día y sobre cómo en el poder algunos parece que quieren morir de éxito. No he creído nunca en las generalizaciones, de hecho en mi vida diaria suelo detestarla por lo sesgadas que me parecen, pero en el caso de la política, o mejor dicho, de los políticos, es difícil no hacerlo cuando vemos todos los días cómo alguien se ha llevado dinero a una cuenta suiza o de cómo nos están esquilmando hasta el aire que respiramos porque tenemos que devolver un dinero que, recordemos, nosotros NO hemos robado.
Pero ya estoy volviendo a enfurecerme. Una de las labores de Cristina Pardo es hacernos partícipes de aquello que se vive como periodista en un mundo donde la opinión, la crítica, no la simple opinión, no está a la orden del día. Suele suceder que, en ocasiones, leemos la prensa y nos encontramos con una noticia que apesta a trato de favor, a manipulación de la información, y a no sé cuántas cosas más. Los años que vivimos PPeligrosamente no es objetivo, como ninguna opinión lo es, pero al menos sí tiene algo a su favor: el sentido de la verdad. Pero no lo entendamos como una verdad absoluta e inmutable, no, es la verdad de una periodista que no tiene problemas en llamar a las cosas por su nombre, a no dejarse pescar por ese donde dije digo, digo Diego, y a tratarnos como lo que somos: seres humanos. Probablemente, muchos de vosotros, compartáis mi opinión sobre este tema, otros, sin embargo, no lo estaréis. Y me parece bien, creo en el debate como uno de los métodos perfectos para cambiar las cosas. Pero no me digáis que, una vez leído el libro, uno no puede pensar que este mundo en general, y el político en particular, no está labrado por dobles raseros, por manipulaciones y algún que otro regalo a destiempo, porque eso es innegable. Ella, la autora, nos lo traslada en forma de reflexión, y corre de nuestra cuenta salvarnos el pellejo. Yo, desde ahora mismo, compro.